Duele el alma cuando sientes que a tu alrededor solo hay hipocresía y ganas de no valorar nada, solo lo material, sin importar el cómo ni el dónde ni las formas, cuando todo es un bien quedar, donde dan igual los sentimientos, donde se olvida que expresar lo que se piensa no es hacer daño gratuitamente, por tener un poder que ahora tienes y mañana quizás no lo tengas.
Cuando las personas se olvidan de ser eso y se convierten en gente sin escrúpulos, envidiosas, sin valores y sin nada que merezca la pena, y todo por subir una escalera que puedes escalar rápido, pero también la puedes bajar dándote muchos golpes, pues todo en la vida hay que hacerlo de tal manera que sea por tus propios medios, sin pisar a los que tienes alrededor.
La vida te va enseñando que todo tiene su sentido, su manera, y que cuanto más te dan más sabes reaccionar, y más te conviertes en esa persona que sabe, conoce su rumbo y no lo pierde hasta que no lo deseas tú.
Duele el alma cuando de repente sientes que todo lo que has ido guardando te lo hacen sacar de golpe con un inmenso dolor, pero no te dejas ni un ápice en el tintero, para que te sientas libre y sepan que a veces no merece la pena estar agrediendo, una tras otra sin pensar en lo que te va mellando poco a poco, que quizás has debido hacerlo antes, pero antes de todo va el respeto por cada persona que hay en este mundo, que tus ganas de salir a flote sonriendo, y diciendo que aun así merece la pena intentarlo día a día, con sus pros y sus contras, pero que es el sendero que tú vas haciendo, vas reformando y vas buscando esa luz intermitente, que hace que tu corazón vaya cicatrizando y aun así no te hace perder el rumbo.
Duele el alma cuando te quieren cortar las alas, cuando no te dejan expresarte y te toman como algo que no tiene solución y encima tratan de hacerte sentir culpable por algo que ni si quiera entiendes, pero siempre tienes la posibilidad de separar todo y tener tu propia vida, que es la existencia de algo que si merece la pena y que te hace avanzar ,evolucionar, a pesar de que lo otro sea un gran infierno obligado para un bien posterior, pero que es necesario para conseguir mantener el rumbo y no perder el timón de la vida, y así hacer posible lo imposible dando a los de tu alrededor algo diferente y bello y mostrando que la realidad puede ser dura, más de la cuenta, pero que tu vales mucho más que todo eso y merece la pena intentarlo porque siempre puedes mirar a los ojos de los que tienes enfrente y dormir muy tranquila cada día.
Duele el alma cuando pierdes la confianza, cuando te niegas a ti misma la posibilidad de ser feliz a tu manera, cuando empiezas a ver o a sentir esa oscuridad que va penetrando en lo más profundo del ser y no te deja ver más horizonte, los ojos se llenan de esas lágrimas que llevan un profundo dolor, pero que al expulsarlas te sientes liberada y puedes otra vez comenzar desde cero mostrando que la vida es mucho más de lo que esos personajes de negro pretenden hacer con tu forma y tu ser, porque la vida siempre te da esa oportunidad para poder evaluar que el camino no es fácil, pero nunca tan difícil para no llegar a quitar todas las espinas y avanzar en ella.
Duele el alma cuando te olvidas de quién eres, lo que quieres, y cómo eres, cuando por dejarte a arrastrar te dejas humillar por aquellas gentes que no saben ni ser ni formar parte de una sociedad que envejece en sus maneras, pero que mejorará y crecerá porque siempre hay personas suficientes que ayudan a convertir esos pensamientos, y que hacer en algo bello y profundo y a saber que nunca estás tan sola como para no poderte enfrentar a lo que tienes en frente de ti, porque el ser especial que eres te muestra que de peores has salido y que tienes luz y fuerza suficiente para ello y más.
Duele tantas y tantas veces el alma que no se podrían enumerar las veces, pero sí se puede decir que cada día que lo intentamos, que cada vez que confiamos, serenamos el alma y miramos con el corazón, sí podemos conseguir convertir el infierno en cielo y cambiar lo que tanto daño hace y eso es lo que SIEMPRE MERECERÁ LA PENA.
Esther Sánchez Orantos
