RECONCILIARSE CON UNO MISMO
En mi opinión, hay pocas cosas más paradójicas que tener una mala relación con uno mismo.
Es del todo absurdo tratar de evitar la propia presencia a todas horas o no atreverse a mirarse fijamente en los espejos. Es innecesario insistir en la tortura de los pensamientos auto-agresivos, ser incapaz de reconocer las cosas buenas que cada uno tiene, o no sentirse satisfecho de uno mismo; a esto se le añade el agravante de que uno puede no estar muy satisfecho con una faceta suya, sí, puede ser, pero, en cambio, la insatisfacción la extiende incluso a las que no debieran estar afectadas. La insatisfacción por una cosas se convierte en insatisfacción por TODO.
Mirándolo desde un punto de vista lógico -incluso desprovisto del amor propio que uno se merece y está obligado a darse-, la actitud de enojo es incoherente, irrazonable, y es un gran sinsentido del que uno es, sin ninguna duda, la más sufriente víctima innecesariamente.
Estar enfadado con uno mismo…
¿De verdad que tiene alguna lógica esto?
¿Y tiene alguna utilidad o provecho?
Todos tenemos en nuestro pasado algo de lo que arrepentirnos.
Todos hemos hecho alguna cosa de un modo que ha resultado no ser el apropiado. Todos hemos tomado una decisión que resultó no ser tan adecuada como esperábamos. Todos hemos metido la pata más de una vez y hemos dicho o hecho algo que no debiéramos haber dicho o hecho.
Si hurgamos en nosotros, y sin necesidad de mirar con microscopio, todos encontraremos algo que lamentar, sin duda.
¿Y por eso, por algo que ya pertenece al pasado, vamos a estar enojados con nosotros durante este presente y el futuro?
¿Hay alguien que sea capaz de sostener, con un razonamiento irrebatible y contundente, una respuesta positiva a la pregunta anterior?
¿Hay alguien tan obtuso que sea capaz de castigarse, con su indiferencia o con su odio, de un modo tan injusto? Desgraciadamente, sí los hay. Y ojalá no seas tú.
La única persona que ha estado contigo en todos y cada uno de los momentos de tu vida desde tu nacimiento eres tú mismo. Y la única persona que va a seguir acompañándote en todos los momentos, en todas las situaciones, hasta el final de tu vida eres tú.
Y sabiendo esto como lo sabes, ¿persistirás en esa actitud hostil hacia ti mismo?
Todos hemos tenido algún momento en el pasado en que se ha producido una ruptura en la relación consigo mismo, o, cuanto menos, un distanciamiento, o una frialdad en el trato. Y es muy conveniente, y necesario, una reconciliación. Re-conciliar: volver a conciliar, o sea: “poner de acuerdo a dos personas o cosas, hacer compatible dos o más cosas, granjear un ánimo o un sentimiento determinados”. Dicho de otro modo: volver a tener una buena relación con uno mismo.
Me gusta mucho otra de las acepciones de la palabra reconciliar: “Bendecir un lugar sagrado, por haber sido violado”.
Un templo es un lugar sagrado y uno mismo es su propio templo; el templo que acoge el espíritu, la divinidad y la santidad de cada uno.
Corintios 6:19, esto para los más creyentes: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”
Si ha habido un agravio en el trato y cuidado necesario hacia uno mismo, hacia ese lugar sagrado que somos… ¿acaso no necesita y merece ser bendecido de nuevo con una reconciliación?
Te propongo un acto de introspección, de comprensión de tus circunstancias y limitaciones, un acto de Amor propio, de reunificación con tus partes dispersas, de compromiso para un nuevo modo en el trato y que éste sea predominado por el afecto y la buena voluntad, y a partir de ahí una nueva convivencia, más cariñosa y amable contigo, hasta llegar al final.
Te dejo con tus reflexiones…
