REFLEXIONES DISPERSAS SOBRE EL PASO DEL TIEMPO
(Aquí tienes diferentes reflexiones dispersas. Escribe tú el artículo)
Me quiero quejar de un aspecto que tiene el tiempo: me quejo de la calidad de mi tiempo.
La cantidad es igual que la de cualquier otra persona. Dispongo de las mismas veinticuatro horas, pero hago un mal uso de ellas.
Hay un consumo que está exento de calidad.
Hay por delante mucho tiempo y mi lamento es por no ser absolutamente consciente de él.
Mi protesta es por no conseguir la intensidad suficiente en cada momento, y no me refiero a su utilidad, a su productividad, sino al sentimiento de cada uno de los momentos.
Mi indignación es para conmigo mismo por permitir su marcha intacta, por consentir su paso alado por mi vida como si no formara parte de mi, como si no me perteneciera. El tiempo es tan efímero como yo, o tan interminable como yo. El tiempo está ligado a mí, el tiempo soy yo. Si estoy dormido, no existe el tiempo. Si estoy a gusto o en paz, no existe el tiempo.
Ya sé que las horas no existen, que son solo un invento humano para no llegar en distinto momento a las citas, pero nada más.
No existen las horas, ni los días, ni los años, ni el futuro, ni el pasado: sólo hay un presente, sólo hay “ahora” y si no disfruto este “ahora” ningún otro vendrá a reemplazarlo. Vendrán otros “ahora”, pero para ser ellos mismos, no para sustituir a ninguno que haya estado.
La calidad del tiempo se consigue estando totalmente en lo que se está haciendo: si ahora estás leyendo esto, pero no lo estás apreciando porque piensas en tu hijo, en el trabajo, en el coche… te has perdido la oportunidad de este momento. Cuando estés con tu hijo, entonces, no pensarás en lo que ahora lees, sino que estarás con él: cuando estés en el trabajo, entonces no pensarás en lo que ahora lees, sino que estarás totalmente en el trabajo.
Porque el tiempo tiene otra gran utilidad, que es la de perderlo. Lo que a veces se denomina “perder el tiempo”, puede ser la mejor forma de “ganarlo”.
“El tiempo libre deja de ser libre si no se utiliza esa libertad nada más que para pensar en qué se podía ocupar.”
A veces, algunas personas tienen un sentido tan extraño del uso del tiempo que lo llenan de cualquier cosa, de cualquier manera, porque piensan que el ocio o la meditación son improductivos, que en ese mismo espacio de tiempo podrían volver a limpiar el horno o ver por tercera vez esa película que tanto les gusta.
Hay personas que, con premeditación y alevosía, asesinan al tiempo, que es peor que matarlo. Así prevén que a las nueve leerán el periódico y así tienen cubiertos los siguientes noventa minutos; que a las doce se tomarán los aperitivos en los bares del barrio, aun sin ganas, por ocupar el tiempo, por matar a la rutina; hay personas, algunas, que se sientan frente al televisor, como si estuvieran condenados, y ven cuanto les meten por los ojos, se embotan, y luego se van a la cama con la sensación de que les están robando la vida, o exclaman sin enfado: “¡Bueno, otro día que se ha terminado!”; hay personas que para evitar quedarse con ellos mismos, a solas, se inventan ocupaciones, dicen que sí a todo lo que les proponen, y desarrollan una hiperactividad inútil. Incluso los que realmente están ocupados deben saber que siempre le sobran minutos al día para usarlos para sí.
Tengo que recordar otro aspecto del tiempo que es vivir, no es solamente respirar. Vivir es ser consciente de cada momento, y eso necesita tiempo. En el camino, el buscador debe dedicar todo el tiempo necesario para descubrir los errores que le han metido la educación, la familia y la sociedad, y sus propios errores, y quién es, y todas esas preguntas que se plantean… todo ello necesita tiempo.
Copio literalmente un párrafo amplio de un libro de Jacques Castermane titulado Las lecciones de Dürckheim:
“Dice Castermane: tengo a menudo la impresión de estar perdiendo el tiempo. Hace tres meses que estoy en Rütte y si estoy aquí es para trabajar sobre mí mismo, para hacer ejercicios, para leer sus libros. ¡Pero también hay que comer! Las tiendas más cercanas están a tres kilómetros de aquí. Ya sea en la carnicería, en el supermercado o en la droguería, siempre está lleno de gente y hay que esperar a que nos atiendan, hay que esperar en las cajas… Verdaderamente, tengo la impresión de estar perdiendo el tiempo. Cuando pienso en la cantidad de páginas de sus libros que podía leer en ese tiempo perdido… Contesta Dürckheim: ¡Esto sí es interesante!, ¡He aquí el origen de esa materia explosiva de la que usted está lleno! Puedo comprender que esté usted invadido por esa preocupación de aprovechar el tiempo que pasa en Rütte, y de aprovecharlo para trabajar sobre usted mismo. Pero al mismo tiempo debo decirle que usted aún no ha comprendido nada del trabajo que hacemos aquí. Guarde mis libros en un armario, ciérrelo con llave y… pierda la llave. Porque lo primero que se necesita en el Camino es reconocer la Ley del tiempo libre.
Hay que crear las condiciones que permitan que la conciencia de lo profundo se despierte. Y esto exige dos cosas: trabajar y dejar actuar al interior.
Así es como la meditación en silencio parece una pérdida de tiempo para quien todavía no comprende nada, hasta tal punto que a veces dice que sería mejor leer un buen libro durante esos cincuenta minutos. Pero se trata de prolongar la actitud interior a la que podemos abrirnos en el curso de la meditación, es decir, intentaran desarrollar el oído interior a lo largo de todo el día. Hay aquí la misma diferencia de actitud que separa a quien escuchaba la música para oírla, y a quien la escucha para reconocer el nombre del compositor o del director de orquesta.
Pregunta Castermane: ¿Quiere usted decir que, por el momento, es mejor que yo no haga nada antes que hacer cualquier cosa sin esta actitud interior diferente?
Y le conteste Dürckheim: es necesario que sepa usted que yo aún tengo todos los días el mismo sentimiento que usted experimenta. Siempre hay cartas a las que debo responder, debo releer las notas sobre el libro que estoy escribiendo, etc. Cada uno de nosotros se encuentra todos los días en esta tensión entre dos exigencias: nuestro deber frente al mundo y nuestro deber frente al Ser. Pero cada vez me doy más cuenta de que, en la medida que soy capaz de no soltar el hilo de oro que me une al Ser, estoy autorizado a trabaja en el plano existencial”.
Es necesario el tiempo para que las cosas se vayan aposentando con solidez. Las personas crecen interiormente con el tiempo. Es bueno, sentarse de vez en cuando, frente a una cuestión que diga… SE PASA EL TIEMPO Y NO…
El problema de la sensación de pérdida de tiempo es debido al deseo de llenar la vida de cosas excepcionales; al deseo de ocupar el tiempo con vivencias-situaciones-experiencias especiales; siempre pensamos que podíamos estar haciendo algo mejor. Quizás venga del SER INTERIOR esa llamada en forma de intranquilidad, para que no nos conformemos con lo más inútil y fácil a la vez.
El tiempo es la vida. Cada vez que dejo una cosa para mañana, estoy asesinando la posibilidad de que “eso” sea. Por supuesto que hay excepciones en las que no puedo influenciar; porque me vaya bien a mí, no van a cambiar la programación de televisión, ni van a adelantar el estreno de la próxima película de mi galán favorito. Pero en las cosas que dependen de mí, en las cosas que yo tengo poder de decisión y de acción, no me caben las escusas, y si quiero poner una escusa, seré absolutamente consciente de que es una escusa, no pretenderé auto engañarme”.
!Qué muerto está quien asesina su tiempo -que es peor que matarlo- con premeditación -inventándose obligaciones, creándose compromisos, llenando el tiempo de vacios ocupados- y alevosía -eso sí: que no aparezca que he sido yo-!
Nos quejamos del tiempo y no nos preocupamos de cuidarlo. Hay que aprender a tomar el tiempo que se necesita para cada cosa, y no más, y no menos.
Yo sé que mi tiempo es mi oro, porque el tiempo es lo que nunca podré comprar. El tiempo no es tiempo, el tiempo es vida. Y cada uno puede valorar su tiempo al precio que quiera, pero recordando su irrecuperabilidad y la imposibilidad de encontrar más del que nos ha sido destinado.
Te deseo que no tengas la necesidad de enunciar una triste frase que se lamenta diciendo: ¡Ay, si tuviera tiempo para vivir la vida…!
Por favor, no mates tu tiempo; no ver la tele por ver, no leer por leer.
Es mejor descubrir el placer de estar con uno mismo a solas y en silencio. Es mejor escuchar lo que el interior quiere contar. Es mejor crear la paz y la armonía que necesita el interior para manifestarse.
El error de no disfrutar el tiempo, por lo tanto la vida, está en la prisa que a veces tenemos por vivir toda la vida en el mismo día.
Descubrir el placer de ordenar los espacios, aplazar algunas cosas que pueden ser aplazadas, y emprender sin demora las que no permiten ser eludidas.
Que sepas que el tiempo te pertenece en exclusiva: eres el Señor del Tiempo.
Te dejo con tus reflexiones…