DESAPEGO
Necesitamos comprender cómo funciona el desapego para poder utilizarlo de forma que nos permita no sólo vivir nuestro duelo mejor, sino además lograr una relación con nuestro entorno buena para nosotros y lo que estamos viviendo.
Para esto, hoy quiero ayudaros a ver las dos caras del desapego, que son el desapego que nos puede ayudar y el desapego que rechazamos nada más escucharlo nombrar. Para mí, aunque se llamen de la misma forma no tienen nada que ver.
Podríamos decir que el desapego en el buen sentido de la palabra, sería aquella actitud o sentimiento que nos proporciona una manera de relacionarnos con nuestras ideas y emociones, con personas y con las circunstancias y con el entorno, de manera que todo eso no nos domine y pueda, a su vez, ser dirigido por nosotros.
En este caso el desapego nos permite relacionarnos con todo, sin hacernos daño.
El duelo, como hemos comprobado una y otra vez, está poblado de circunstancias que nos hieren desde el primer momento en el que perdemos a nuestro ser querido.
Es un estado profundo y a su vez muy a flor de piel, amplio y total.
Cuando de pronto el mundo que había sido nuestro desaparece con la muerte de nuestro ser querido y de inmediato experimentamos que todos los recursos que teníamos antes, ya no nos valen, y que estamos metidos en algo que nos sobrepasa, esta desaparición de todo lo familiar nos aísla y nos aleja de todo precipitándonos hacia un estado que suele llamarse de shock total y, en cierta manera, podríamos llamar este aislamiento desapego.
Entonces, sin buscarlo y sin que nos demos cuenta, en un primerísimo momento, el desapego nos rescata y nos aleja de todo lo que nos podría hacer más daño.
Más tarde, el aislamiento desaparece y empezamos a integrarnos en la realidad siendo cada vez más conscientes de nuestra pérdida.
Esta inmersión en lo que se ha convertido nuestra vida, abre la puerta al sufrimiento con sus olas cada vez más crecientes de dolor.
Existen diferencias importantes entre vivir nuestra vida o ser vivida por ella.
Vivir nuestra vida, significa que estamos siendo el centro de lo que nos pasa y que no sólo tenemos la capacidad de poder escoger lo que es bueno o malo, conveniente o inconveniente para nosotros, si no que también ejercemos el derecho de hacerlo.
Cuando la vida nos vive, la sensación puede ser como si fuéramos una hoja llevada de aquí a allá sin poder participar en nuestro rumbo y peor aún sin saber porque estamos siendo llevados de un lado a otro.
Cuando perdemos a nuestro ser querido esta sensación puede estar muy presente, especialmente cuando nuestras creencias se han visto anuladas por un hecho que las ha sobrepasado con creces. Esta sensación de vulnerabilidad puede acentuarse aún más cuando, por falta de aquello que daba sentido a nuestras vidas, empezamos a creer en la casualidad o azar sintiendo que estamos a la merced de cualquier peligro o desgracia, sin posibilidad de defensa ni herramientas que puedan suavizar el conflicto y ayudar a superarlo.
Entonces, si no podemos superarlo al principio, tenemos por lo menos que empezar a comprender lo que está pasando y lograr desde una actitud menos derrotada, buscar todo lo que nos ayude para que en algún momento deje de hacernos tanto daño.
Para esto, el desapego puede convertirse en nuestro gran aliado ya que nos proporciona la distancia adecuada para poder ver las cosas y la vida en general, desde una perspectiva más sanadora que destructiva. Cuando algo grave nos pasa y estamos totalmente metidos viviendo los efectos, estamos a la merced de eso que está pasando.
Si tenemos la posibilidad, simbólicamente, de dar unos pasos hacia atrás y ver la totalidad de lo que es, podemos conseguir otra visión no tan avasallante, y ese momento de respiro de la demasiada cercanía puede otorgarnos otra forma de estar con nuestro dolor.
Muchas veces sólo falta eso, unos momentos de descanso para armarnos de valor y poder vivir la situación de otra manera, no tan dominados por todo el daño que nos está haciendo.
Muchas veces, este daño puede verse aumentado ya que el estar inmersos y rodeados de todo lo que nos hiere podemos abrir la puerta a posibilidades fruto de nuestros miedos y dudas, potenciadas por la energía negativa de lo que nos está pasando, y no posibilidades producto de nuestra capacidad para superar y desde nuestros valores y cualidades.
Para empezar a actuar de forma que nos convenga o beneficie, primero tenemos que identificar todo aquello que vamos a necesitar, reconocer lo que nos va a hacer más daño, y descubrir lo que realmente va a ayudarnos para lograr el equilibrio necesario en cada momento, aunque sólo sea para poder llorar o descansar o en algún momento dar los primeros pasos hacia la apertura perfecta que nos pueda proporcionar lo que nos va a hacer falta para empezar a encaminar nuestra vida hacia donde queremos que vaya.
Esta actitud tiene que venir desde nuestra necesidad personal y no desde lo que los que conviven con nosotros piensan que necesitamos.
Para esto quiero explicaros la diferencia que hay entre apego y necesidad.
Cuando necesitamos algo no estamos apegados… lo necesitamos.
La diferencia está en el resultado.
Mientras que necesitamos y tenemos eso que nos falta, tenerlo estará aportando algo positivo a nuestra vida. Por ejemplo, puede aportarnos alivio o la energía necesaria para seguir con aquellas tareas que tienen que hacerse, nos puede aportar soluciones a posibles problemas que van surgiendo y nos puede encaminar en la dirección del crecimiento y la expansión.
Si no tenemos esto en cuenta, posiblemente desde fuera una necesidad puede confundirse con apego. ¿Por qué? Porque no siempre los resultados son calibrados de la misma manera. Ese alivio que tanto necesitamos, que muchas veces llevará a la posibilidad de poder dar un pasito más, puede ser calibrado por nuestros familiares y amigos que nos quieren y quieren vernos bien ya, como la razón que nos está impidiendo correr. También pasa con el tiempo. El tiempo es una necesidad primordial en el duelo. Y también sabemos que el tiempo es relativo, que según quien lo vive y según las circunstancias, puede pasar lentamente o volar.
Un año puede significar un abrir y cerrar de ojos para esa persona que aún no está integrando lo que ha pasado y va a necesitar más tiempo.
Para su familiar que quiere verlo bien un mes es demasiado… demasiado tiempo sufriendo, demasiado tiempo sin ser el que era antes (ya nunca lo será, pero esto no se sabe hasta mucho más adelante), demasiado tiempo sin poder olvidar, demasiado tiempo apegado a… Que la mayoría de las veces, desde fuera no se sabe bien a qué es el apego y se dice: Tienes que desapegarte.
Pero, mientras que haya necesidad no existe apego.
También suele pasar otra cosa y esto es muy humano. Puede referirse a cualquier circunstancia en cualquier momento. Siempre es más fácil, desde fuera, aconsejar desapego. Te tienes que desapegar de… pero la persona que lo está viviendo, raras veces va a sentirse apegado porque cada uno está reconociendo y viviendo los beneficios de eso que posiblemente otros consideren un apego.
No sé si os estoy confundiendo aún más, pero si podéis quedaros con la idea de que es básico para vuestro bienestar poder tener la capacidad de calibraros y saber cuando algo os está haciendo daño o no.
Para esto una gran herramienta es el desapego utilizado a nuestro favor, que funciona como una herramienta que nos va a facilitar conocernos y conocer nuestra situación. Es un instrumento y no un acto, más actitud y sentimiento que hacer o no hacer algo.
Entonces podríamos decir que el desapego nos da la suficiente serenidad como para conocernos, identificar lo dañino y no dejar que siga hiriéndonos. En el periodo inicial del duelo, el daño suele venir del vacío que ha dejado la ausencia física de nuestro ser querido. Ese vacío es tan inclusivo que todo es causa de dolor. Cuando ya ha pasado el tiempo necesario y ese primer gran dolor disminuye lo suficiente como para que seamos conscientes que también existen otras cosas, circunstancias, actitudes que nos están causando aún más sufrimiento, personas, miedos, reuniones con personas puntuales, comentarios… Una vez que comprendemos que esto está potenciando nuestro dolor, podemos volver a echar mano del desapego… que nos va a permitir coger la distancia precisa y perfecta que sea beneficiosa para nosotros y que no permita que eso pueda seguir dañándonos.
En este caso el desapego nos permite ver venir y así prepararnos para una respuesta adecuada a nuestras exigencias como personas que sentimos que somos o tenemos que ser.
Muchas veces el dolor de los demás nos coge tan desprevenidos que respondemos de forma que después nos va a causar arrepentimiento, añadiendo más dolor en una época en que el dolor ya abunda.
Entonces nos excusamos diciendo que es lo que toca, que no podemos hacerlo mejor y aunque seamos conscientes de ello, esa actitud puede bajar aún más nuestra autoestima que ya se ve trastocada por la desaparición de la persona que, posiblemente, más nos valoraba.
Muchas veces cuando ya hemos podido ocuparnos de nuestras necesidades y empezamos a volver a tener en cuenta nuestra relación con nuestro ser querido, que ya sabemos no se acabó sino que está más fuerte que nunca, nos damos cuenta que queremos que esa persona que sigue tan con nosotros pueda estar orgullosa de nosotros y de cómo estamos viviendo su ausencia y permitiendo que viva a través nuestro.
Esta es la recta final del dolor apremiante y el principio de una vida vivida conjuntamente con nuestro ser querido. Está con nosotros y todo lo que ha sido sigue siendo y no sólo eso, va creciendo y evolucionando con nosotros. Esta simbiosis será la máxima prueba de que el desapego existe y que nos ha permitido llegar al principio de otra manera de vivirnos, desapegados de la importancia de la materia y sabiendo que todo lo que realmente importa va más allá de lo que se puede tocar.
Entonces en palabras que ya hemos utilizado, nos convertimos en mariposa que va a permitirnos vuelos elevados, ligeros, cada vez más desapegados, para alcanzar niveles que antes estaban más allá de nuestras posibilidades, porque antes aún estábamos apegados a la oruga y eso no nos permitía encontrar.
Encontrarnos, encontrar a nuestro ser querido y encontrar los caminos que de pronto se dejan descubrir porque nos hemos desapegado de los viejos, es el camino más positivo del duelo.
(Anji Carmelo)