¡NO ME GUSTA LA VIDA QUE LLEVO!
4 CASOS RESUELTOS POR EL PSICÓLOGO.
“Si me toca la primitiva haría…”. Está bien soñar, pero no esperes a que un golpe de suerte te cambie la vida: podrías acabar malgastándola. Además, no tienes por qué realizar cambios radicales. Si no estás a gusto con ella, puedes empezar por optimizarla. ¿Cómo? Aprendiendo a ser realista.
La realidad muchas veces se convierte en un estorbo para llevar a cabo los sueños, las ilusiones. Pero de nada sirve enfadarse y darle la espalda. Lo más práctico que puedes hacer es pactar con ella. No se trata de poner freno a tus ilusiones, pero sí de luchar por tus objetivos con las armas apropiadas para saber qué le puedes pedir a la vida.
¿Cómo encontrar el punto justo de realismo que debes introducir en tu vida? Es más fácil de lo que piensas. A medida que uno va haciéndose adulto, acumula experiencias, victorias y fracasos, conoce cuáles son sus límites, qué es lo que está a su alcance y qué es lo que queda fuera de sus posibilidades. Solo hay que hacer una visión más objetiva de las cosas, y poder decidir lo que quieres cambiar y lo que no.
Conoce tus límites.
- Sí, eres capaz de todo. Parte de esa idea, pero teniendo en mente que no pasa nada por no lograr todos tus objetivos.
- Esfuérzate, equivócate, arriésgate y vence. Solo mediante el ensayo y el error sabrás dónde están tus límites.
- Sueña, pero con los pies en la tierra. Tienes todo el derecho del mundo a tener tus ilusiones, pero cuando pasas una mala racha, piensa que los sueños de una vida mejor pueden actuar como fantasías compensatorias.
- Márcate objetivos realistas. Plantéate racionalmente si tus objetivos están a tu alcance. Si es una cuestión de trabajo, piensa en lo que te gustaría hacer y en los pasos (cuánto más pequeños, mejor) que debes dar para alcanzarlos.
- Cuidado con la ambición. Hay gente que sueña con destacar, con estar por encima de los demás. Esos delirios de grandeza responden a una carencia interior, quizá un complejo de inferioridad. Piensa que te estás perdiendo el presente por un futuro que solo está en tu imaginación.
“ESTOY HARTO DE MI TRABAJO”
“Cuando acabé los estudios ya sabía que el trabajo de mis sueños estaba fuera de mis posibilidades, pero aspiraba a conseguir algo mejor de lo que tengo ahora. Llevo un montón de años haciendo lo mismo. Y todas las mañanas me despierto con la misma sensación de rutina aplastante”.
SOLUCIÓN:
Plantéate por qué estás en esta situación. ¿Estás en la ocupación que realmente deseabas? Quizá la elegiste porque te viste obligado por tu familia, amigos…o por conseguir estatus, por ejemplo.
Piensa en lo que quieres. Pregúntate sin miedo qué es lo que en realidad te gustaría a ti.
Valora otras parcelas de tu vida. El trabajo no es la medida de lo que vales como persona. Tu autoestima no debe resentirse porque no tengas la profesión de tus sueños.
Búscale el lado bueno. Puedes ver tu trabajo como una serie de retos a superar. Si de todas formas tienes que ir al trabajo, qué mejor que plantearlo como un estímulo.
Lucha por el cambio. Si crees que cambiar de trabajo está a tu alcance, organiza los distintos pasos que debes dar para conseguirlo.
“ME MOLESTA TODO LO QUE HACE”
“Mi chico me saca de quicio. Cuando yo tengo ganas de salir, él prefiere quedarse en casa. Ahora le ha dado por poner música los sábados por la mañana y yo quiero dormir. Además, cuando hay fútbol ya no puedes contar con él para nada. Y no es capaz de ver conmigo ninguna exposición de pintura, que sabe que me apasiona”.
SOLUCIÓN:
No le pidas que sea de una forma que en realidad no es.
No intentes cambiarle. Tu pareja no tiene que ser como tú quieres. Pero, ¡ojo!, eso no quiere decir que se lo consientas todo.
Sopesa su forma de actuar. Tienes que hacer un ejercicio de contabilidad. Pon el “haber” lo que te gusta de tu pareja y el “debe” lo que no soportas. Decide si te compensa continuar con tu pareja o no.
Habla con él. Si hace algo que te duele o no te gusta, coméntaselo con sinceridad y tratad de llegar a pactos: “Hoy salimos, y mañana, al fútbol”.
“ME ABURRO CON MI NOVIO”
“Antes, mi chico y yo hacíamos multitud de cosas juntos, planeábamos encuentros secretos, charlábamos horas y horas, sabíamos qué íbamos a hacer el día siguiente… Pero ahora casi todo nuestro tiempo libre se limita a ver, en casa, películas en DVD o bajadas de internet, con lo que ¡ni siquiera salimos al cine!”.
SOLUCIÓN:
Haced propuestas ¡los dos!
Da tú el primer paso. Cada uno debe poner de su parte para que la relación sea más divertida y pasional, pero puedes empezar tú: propón un viaje, sorpréndele con una cena.
No veas solo lo malo. Piensa que, como tú, tiene virtudes y defectos. La pareja no te lo puede dar todo. Sé más realista y no esperes que sólo él te haga feliz. Es un trabajo de dos.
“SOY ADICTA A LA OFICINA”
“Hace seis años rompí con mi marido. Tras la ruptura, me fui refugiando en el trabajo. Y dejé de hacer las cosas que antes me gustaban. Ahora, trabajo desde primera hora de la mañana hasta muy tarde. El domingo solo pienso en que llegue el lunes”.
SOLUCIÓN:
Debes confiar y apoyarte en los amigos, y volver a retomar las aficiones que antes tanto te agradaban.
Pregúntate:¿de qué estas huyendo? A veces, es normal no saber cómo llenar las horas libres. Pero si te acompaña la sensación de vacío durante mucho tiempo fuera del trabajo y esperas volver a él para paliarla, piensa que quizá estás huyendo de algo.
Abre paso a tus aficiones. Una persona adicta al trabajo no es la que más horas trabaja, sino la que menos horas puede estar sin trabajar. Proponte aumentar el tiempo de ocio.
Siente la libertad. Hay gente que sólo se encuentra a gusto en el trabajo, ya que es donde se evade de sus problemas personales. Es una acción y, como todas, encadena. Si estás enganchando, piensa que al superarlo te sentirás más libre e independiente.