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Diciembre 10, 2015, 05:34:16 am
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Desconectado Francisco de Sales

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RECOMENZAR
« en: Diciembre 10, 2015, 05:34:16 am »
RECOMENZAR



En mi opinión, una de las cosas maravillosas que trae cada segundo nuevo que llega es que ofrece la oportunidad de recomenzar.

Recomenzar.

No es que si la oportunidad de recomenzar no la aprovechas la pierdes para siempre, sino que vuelve un segundo después y se te presenta de nuevo la oportunidad.

Nunca es tarde.

Siempre se puede fundar de nuevo la vida, reorganizarla, modificarla al gusto, embellecerla, llenarla, sacarle el jugo… instaurar un nuevo comienzo.

Eso desbarata esas ideas/excusas en las que uno piensa que ya es mayor y es tarde, que perdió su oportunidad, o piensa que no está preparado –y eso es otra idea/excusa-, o cree equivocadamente que eso de cambiar de pronto y vivir una vida a su propio gusto sólo está reservado para los otros, para los que tienen “no sé qué, pero yo no lo tengo”. Ese “no sé qué, pero yo no lo tengo” se llama decisión, o se llama dignidad, o se llama amor propio, o se llama cordura, o se llama honestidad, o se llama integridad.

Se llame como se llame, esas personas que hacen lo que les dicta su conciencia, aún en contra de su cobardía, de sus miedos arcaicos y de sus complejos instaurados por otros, son personas de una dignidad plausible, de una honorabilidad merecedora del mayor respeto y admiración, y son personas que llegaran al final de sus días con la agradable y cálida sensación de haber cumplido el mandato divino de amarse.

Recomenzar.

Sólo pronunciar la palabra y empaparse de su sentido debiera ser el comienzo de un estremecimiento precursor de un mar de lágrimas de felicidad.

Quien no se atreve a recomenzar, quien se conforma con la limosna de su vida sin Vida, quien no se ama lo suficiente como para procurarse lo mejor dentro de sus posibilidades, está incumpliendo el mandamiento no escrito: Te amarás a ti mismo con toda la intensidad, con todo el Amor, y te respetarás y te cuidarás hasta que el infinito se agote.

Todos tenemos en el presente y en el pasado cosas que no son de nuestro agrado. Todos tenemos anotaciones de cosas que nos gustaría modificar. Todos albergamos un amable inconformista que nos informa de las cosas nuestras con las que no nos sentimos a gusto o de las que no estamos plenamente orgullosos, y nos las recuerda con cariño o con dureza, dependiendo de cómo se trate cada uno.

Y es conveniente escucharle/escucharnos porque no hacerlo nos condena a una vida con insatisfacciones y nos prepara para llegar al Tiempo de los Arrepentimientos con las alforjas llenas de motivos sangrantes para sufrir cuando ya no tengan remedio.

En cambio, este segundo, el mismo segundo en que lees la última sílaba, tenía para ofrecerte a ti la oportunidad de recomenzar.

Y para estar preparado y aprovechar uno cualquiera de estos segundos es conveniente que te conozcas bien, que te escuches cuando te enojas y cuando te reprimes, que te descubras más allá de lo que crees que conoces de ti, que te busques donde quiera que te hayas escondido con tus deseos, que prestes mucha atención a tus sentimientos y tus dudas, que te observes en tus alegrías y tus tristezas, que atiendas a tus suspiros y tus silencios. Que te preguntes. Que te sinceres contigo. Que aceptes el desconcierto interno, tus dudas, tus miedos. Que hagas contigo un pacto indestructible, de obligado cumplimiento, de continuado cumplimiento, en el que te comprometas a escucharte con atención y cariño, y a tratar de resolver deshaciéndolos cuantos descontentos surjan.

Para ello, y esta es una condición obligatoria e inexcusable, tienes que conseguir amarte. Tal vez comenzando por un abrazo simbólico imaginario que, en algún momento, tendrá que convertirse en un abrazo real. Sí, aunque suene raro, hay que hacerlo. Que tu vergüenza o tu sentido del ridículo no te lo impidan ya que puedes hacerlo en la intimidad, con la puerta atrancada.

El paso siguiente es mirarte al espejo. Mirarte a los ojos. Mantener la mirada, que será seria al principio pero le tendrás que poner ternura y amor para que sea una mirada de reconciliación y no de reproche, para que sea limpia y no se ponga a juzgar. Tendrás que dejar los pensamientos agoreros fuera y reemplazarlos por unos pensamientos nuevos, optimistas, que confíen en ti.

Y decirte en voz alta, manteniendo en tu boca una sonrisa sincera, y ablandado la mirada de tus ojos, aquello que siempre quisiste escuchar de tu boca.

Será un discurso plagado de buenas intenciones, una palabra acertada que lo resuma todo, o incluso un silencio alentador podría llegar a ser útil. Pero es bueno que lo hagas. Y si brotan lágrimas no las impidas que se expresen)

Y haz que el propósito sea directo y claro: recomenzar. Comenzar de nuevo o comenzar por primera vez, pero iniciar un camino glorioso que lleve a un presente plácido y a un futuro venturoso.

Y eso depende de ti. Exclusivamente de ti.

¿Qué vas a hacer en el próximo segundo?


Te dejo con tus reflexiones…


 

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