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 LA ANGUSTIA



Diciembre 17, 2015, 09:22:08 am
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LA ANGUSTIA
« en: Diciembre 17, 2015, 09:22:08 am »
LA ANGUSTIA

“El ser humano se angustia por el miedo simultáneo a la vida y la muerte”.
(Heidegger)

De la wikipedia:
La angustia (etimología:del indoeuropeo anghu-, moderación, relacionado con la palabra alemana Angst) es un estado afectivo de carácter penoso que se caracteriza por aparecer como reacción ante un peligro desconocido o impresión. Suele estar acompañado por intenso malestar psicológico y por pequeñas alteraciones en el organismo, tales como elevación del ritmo cardíaco, temblores, sudoración excesiva, sensación de opresión en el pecho o de falta de aire (de hecho, “angustia” se refiere a “angostamiento”). En el sentido y uso vulgares, se lo hace equivalente a ansiedad extrema o miedo. Sin embargo, por ser un estado afectivo de índole tan particular, ha sido tema de estudio de una disciplina científica: la psicología, y especialmente del psicoanálisis, que ha realizado los principales aportes para su conocimiento y lo ha erigido como uno de sus conceptos fundamentales




En mi opinión, la angustia es otra de esas sensaciones que se despiertan a menudo en la vida cotidiana, pero con más fuerza aún en el camino de Descubrirse.

A algunos intelectuales les gusta definir a la angustia como una enfermedad del estado de ánimo. Se mete en el mismo saco que las apatías, las depresiones, el desinterés… Parece que se escapan a nuestro gobierno, que tienen autonomía para manifestarse aun a nuestro pesar y nuestra falta de deseo. Es un temor opresivo al que no se le encuentra una causa precisa. Se instala y nos gobierna.

De pronto, las mismas cosas que hasta entonces han sido poco importantes o invisibles toman fuerza, se manifiestan con sus demonios, y nuestro ánimo, nuestra alma, no se siente en paz.

Personalmente, entiendo que es un buen síntoma aunque incomprendido. Su manifestación dice que hay una disconformidad interior y nos empuja a buscar. Ya no permite ocultar lo que pasa por dentro; ya no hay algo dormido o desapercibido, sino que con su poco precisa forma de explicarse hace ver la situación. Nos pone delante, en una manifestación física que es claramente visible, un conflicto.

Es una etapa inevitable. Es necesario pasar por ella porque nos saca del conformismo que podría atarnos a la resignación, y nos hace de recordatorio de lo trascendente que hay en nosotros.

Ahí se muestra, reclamando nuestra atención a la vista de que se siente olvidado y perdido: lo que nos transciende, lo que llega más lejos que este cuerpo harto de mostrarse en las emociones y en los silencios, harto de verse relegado a otro momento, harto de la desatención; obliga al cuerpo a que se pare y que se pregunte qué le pasa a la otra mitad de la persona, o sea, qué le pasa al alma.

Por supuesto que no quiero hablar de la angustia en el aspecto psicológico con su correspondiente cuadro clínico, sino sólo como una sensación que se produce, sin ser real en la mayoría de las ocasiones, a la vista del miedo a algo que uno intuye sin poder especificar con palabras y del recelo a lo que uno se puede encontrar en su interior, ese gran desconocido.

El Ser que somos es el único que sabe lo que ha venido a hacer aquí, y el único que presta atención y se acuerda continuamente del sentido de la vida, y de lo que la persona se ha propuesto hacer a lo largo de esta vida.

Así que cuando las distracciones mundanas nos apartan del Camino, o cuando la desatención a nuestro interior es constante, hay una señal silenciosa e invisible que se manifiesta. Esta señal crea una intranquilidad: sin saber dónde o cómo, algo nos recuerda que quiere manifestarse y la respuesta del organismo es una mezcla de miedo e inquietud, pues se siente invisiblemente amenazado, y a esta mezcla la llamamos angustia.

La solución al conflicto interior-exterior es sencilla, aunque no fácil: se trata de dejar que “lo que sea” se manifieste. Sin prejuicios, sin temor, sin expectativas, con tiempo, con amor, y con atención.

La llamada del interior se va a seguir realizando, ya que la sabiduría vive dentro y nos va a recordar que tenemos algo pendiente de resolver.

Ahí empieza nuestra función: o bien nos dedicamos a buscar la solución mediante alguna de las formas conocidas, o bien buscamos una distracción tras otra para evitarlo.

En el primer caso, inevitablemente, iremos encontrando, en un proceso casi tan largo como la vida misma, momentos de satisfacción indefinible con momentos en que nos arrepentiremos de haber escuchado la llamada y habernos metido en esta búsqueda. Es lo normal. Las experiencias de los que han iniciado la primera propuesta y han seguido sin desmayo son atractivas.

Los que se deciden por evitarlo y buscan excusas, distracciones, o tratan de resolverlo mediante quejas por su mala suerte o con medicinas, seguirán acompañados de un desasosiego continuo, de una insatisfacción constante, o de una intranquilidad perseverante que le estarán diciendo al oído de los sentimientos “mentiroso… cobarde… no estás siendo tú mismo… no huyas del encuentro con tu parte divina… no te niegues… no te engañes…”

Ya que esta sensación se va a presentar en el proceso de descubrirse, es mejor atenderla, cuando llegue, con nuestra mejor sonrisa y nuestro reconocimiento.

Para conocerse hay que descubrirse. Para descubrirse –destapar lo que estaba cubierto- hay que entrar donde está esa parte que ahora queda cubierta, y es el mejor modo de hacerlo, pero también hay que estar muy atentos a cada ocasión en que se manifieste algo sobrehumano, algo que entendemos como inefable, algo extraordinario –y no hay que pensar en aparatosos milagros: casi siempre se mimetiza con lo común- porque hay que comprender que lo extraordinario es lo común captado con los ojos del alma y la parte sagrada del corazón.

Creo que tienes mucho sobre lo que recapacitar.


Te dejo con tus reflexiones…

 

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