APRENDER A DECIR QUE NO: UN CAMINO HACIA EL BIENESTAR PERSONAL
“Ya lo sabemos, es difícil decir que no, decir no quiero.
No obstante, cómo desalienta verte bajar tu esperanza, saberte lejos de ti mismo”.
(Decir que no, Mario Benedetti)
¿Sabes de lo que hablo, verdad? Algo muy dentro de ti te anima a gritar “¡no! No quiero hacer lo que me estás proponiendo”, pero, llegada la hora de la verdad acabas diciendo “sí, vale, me parece bien”. En el artículo de hoy voy a hablarte de un fenómeno muy popular en nuestra sociedad, con el que, en algún momento, seguro que tanto tú como yo hemos topado.
Conocido habitualmente como la dificultad o la incapacidad de decir que no, voy a dedicar esta publicación a compartir contigo mi propia percepción acerca de este tema, dejando claro antes de comenzar que lo que vas a leer a continuación corresponde exclusivamente a mi punto de vista personal y no a un análisis teórico ni profesional del tema. Aclarado este punto… ¡empecemos!
• POR QUÉ NOS CUESTA DECIR QUE NO
En primer lugar, me parece muy oportuno comenzar el desarrollo de este tema hablando acerca de por qué solemos tener tantos reparos a la hora de ofrecer una negativa a alguien, llegando, incluso, a realizar alguna actividad cuando en realidad el llevarla a cabo no nos causa ninguna satisfacción ni ningún otro beneficio que pudiera justificar nuestra decisión de seguir adelante con la propuesta que nos han planteado.
¿Por qué nos cuesta tanto decir “no”?
A continuación, algunos de los factores que, a mi parecer, corresponden al denominador común que se esconde tras todo lo que hacemos en contra de nuestra voluntad más sincera (y que, en consecuencia, más se acerca a quienes somos en realidad):
1. El miedo al rechazo. Habitualmente caemos en el error de pensar que si no estamos a la altura de lo que los demás esperan de nosotros, corremos el riesgo de que nuestro entorno más cercano y al que le asignamos mayor importancia nos rechazará por llevarle la contraria. Mi planteamiento es: si te muestras tal cómo eres y tu entorno más cercano te da la espalda, quizá signifique que ese círculo social no sea el más conveniente para ti, ¿no?
2. El reflejo de la propia inseguridad. Por lo que he observado, otro de los motivos más comunes por los que no solemos decir que no es la falta de atrevimiento individual a relacionarnos con el mundo de un modo natural, sin disfrazar ni esconder la realidad que se esconde bajo nuestra piel. Pensamientos del tipo “uy, ¿decirle que me gusta bailar sevillanas? Qué va, ni pensarlo… Seguro que se reirá de mí” o “no puedo contarle que me gusta ese tipo de música, no lo va a entender” tienen mucha más relación con nuestras propias inseguridades o falsas creencias que con el comportamiento de quienes tenemos cerca.
3. La necesidad de complacer a los demás. ¿A quién no le preocupa o no tiene en cuenta el hacer sentir bien a quienes le importan? De alguna forma, y me atrevería a decir que se trata de un aspecto cultural que nos animan a interiorizar desde la infancia, nos han transmitido el mensaje de que complacer a los demás es una forma viable de integrarnos en sociedad. Sin embargo, todo tiene un límite y creo firmemente que, desde el momento en que dejas de ser tú para satisfacer las necesidades de los demás, cualquier cosa que hagas deja de tener sentido.
4. La interiorización de la obedencia (tantas veces mal entendida). A veces he tenido la impresión que, desde que nacemos, nos programan para que en un futuro seamos los adultos que nuestra sociedad espera. Que nos casemos, tengamos una hipoteca, un coche, hijos… son algunas de las decisiones asociadas con la idea de “ciudadano o ciudadana modélico/a”. Estos mensajes, que recibimos insaciablemente a través de los medios de comunicación durante años y años, nos acaban conduciendo a la “obedencia” y a la aceptación de las reglas del juego. Un juego que te alerta de que, si te desvías de lo convencional y de lo socialmente aceptado, eres un bicho raro. Y claro… Nadie quiere ser un bicho raro, por eso nos conformamos y acabamos diciendo sí a todo aquello que en realidad ni nos motiva, ni nos gusta, ni nos atrae, ni nos conduce, por descontado, a lo que yo llamo nuestra plenitud personal, que no es ni más ni menos que la sensación de felicidad.
• LOS BENEFICIOS DE ATREVERSE A DECIR QUE NO
Teniendo en cuenta lo que he explicado en el apartado anterior, también creo que es necesario hacer referencia en este artículo a algunos (sería imposible abarcar aquí todos, la lista sería interminable…) de los beneficios que proporciona el decir que no de vez en cuando y no asociar este hecho como algo negativo en sí mismo, sino enfocarlo de una manera mucho más instructiva en lo que llamamos el aprendizaje de la vida.
¿Cuáles son estos beneficios? Veámoslos a continuación:
1. Mejora del estado de ánimo. Cuando comiences (si no lo has hecho ya) a dar la espalda a aquellas emociones y actividades que no te proporcionan absolutamente nada, verás (y no necesitarás demasiado tiempo para ello, los resultados son inminentes…) que tu estado de ánimo mejora considerablemente. Al gestionar tu tiempo y tu energía de forma más armónica con tus necesidades e ideas personales, mejorará tu equilibrio entre lo que piensas y lo que haces y, finalmente, notarás esos cambios en tu propio humor. ¿Te animas a probarlo?
2. Desarrollo de nuevas (y mejores) habilidades comunicativas. Al aumentar la transparencia y autenticidad en los mensajes que transmites al exterior diciendo no cuando crees que debes hacerlo, desarrollarás nuevas habilidades comunicativas y nuevas formas de empatizar con tu entorno que nunca habrías descubierto si hubieras continuado comunicándote como lo habías hecho hasta ese momento. Aprender a decir “no” es una manera inmejorable de trabajar habilidades como la asertividad, pero hoy no voy a extenderme en este punto. Queda pendiente otra publicación para tratar este tema con mayor profundidad.
3. Incremento de la autoestima. Como he comentado antes, al equilibrar tus acciones con tus pensamientos sentirás un mayor equilibrio entre lo que sientes y lo que haces que, además de hacerte sentir mejor, hará que crezca tu sensación de autoestima ya que te identificarás más con la persona que verás cada día en el espejo. Por otro lado, el superarte a ti mismo/a (aprendiendo a decir que no, por ejemplo) también te ayudará a quererte más por haber sido capaz de conseguir desarrollar una habilidad que creías imposible en tus circunstancias anteriores.
4. Aumento del desarrollo y del bienestar personal. En definitiva, y como hemos visto en los puntos anteriores, aprender a decir que no representa todo un reto que tan sólo aporta beneficios a quienes consiguen materializarlo e incorporarlo en su día a día. Personalmente, relaciono el tema principal del artículo de hoy con la mejora personal desde el terreno del aprendizaje y de la evolución que cada persona somos capaces de hacer.
Y, para finalizar, te recomiendo leer este artículo de mi amigo Ángel y, como él mismo dice, te animo a recordar que la persona más importante de tu vida eres tú.
—