CADA ENTIERRO
Cada entierro
me entierra un poco,
en cada uno me voy a medias,
con cada fallecido fallece algo de mí,
fallece una fuente de cariño,
un amigo solidario,
una tía antigua,
una madre insustituible,
una parte de mi vida.
Nacen lágrimas, a cambio, pero no compensan.
Nacen, o renacen, también, temores dudas inquietudes miedos.
Cada ataúd me acoge.
Me acurruco junto al muerto y lloro, por él o por mí,
le digo lo que no le dije –lo siento, querido, adiós, amigo-,
concierto una cita para vernos en otro sitio,
con miradas sin ojos,
sólo con el corazón.
Cada esquela es una breve carta de despedida.
Cada llanto de un deudo es una llamada a un llanto mío.
Cada flor que depositan es un trozo de mi corazón.
La vida es la muerte, pienso, pero no lo entiendo
y no puedo explicármelo a mí.
La vida debiera ser, tal vez, una preparación para la muerte
y se queda en una preparación para la vida.
Y cuando uno empieza a estar medio preparado,
se acaba.
Francisco de Sales
(Más poesías en
www.franciscodesales.es)