ACEPTAR LAS RABIETAS DE LOS NIÑOS
¿Por qué nos molestan tanto las rabietas de los niños? ¿Por su intensidad? ¿Por su frecuencia? ¿Por los sentimientos que nos generan?
Es verdad que suelen desencadenarse en los momentos más inoportunos e indeseados, muchas veces en público.
Pero también es cierto, que gran parte de las rabietas son consecuencia de mostrar su rechazo a algo que nosotros queremos que hagan.
Y esto por supuesto, no nos gusta.
Ni a ellos, que se enrabietan.
Considero que justo ahí empieza una de las grandes contradicciones que como padres transmitimos a nuestros hijos. Todos queremos niños libres y capaces, pero a la vez, los queremos obedientes y dispuestos, y que nos hagan caso cuando nos conviene.
Aunque claro, es por su bien (eso es lo que nos dice nuestro yo engañado para auto-convencernos).
A lo largo de los diez años que llevo atendiendo a niños y a sus padres como psicóloga (madre mía cómo pasa el tiempo), he recibido la demanda de muchas familias sobre este tema.
He escuchado decenas (por no decir cientos) de veces frases como: es que siempre se enfrenta, tiene muy mal carácter, a veces es como una explosión, no se controla, es inaguantable, me monta unos shows, hasta se pone agresivo/a,… y mi favorita: es que solo quiere llamar la atención.
Ante estas situaciones, podría sacar todo mi arsenal de teorías de psicología del desarrollo y explicar a los padres qué son las rabietas, por qué se mantienen, cómo prevenirlas, cómo se solucionan,…Pero para eso ya hay muchos libros publicados, y muy buenos (como el de Rosa Jové: Ni Rabietas ni Conflictos, que por cierto te recomiendo).
Así que lo que suelo hacer es plasmar todo el panorama familiar sobre la mesa y mostrarles la verdad, aunque no guste; un niño que llama la atención, precisamente es que necesita más atención, es la forma desesperada que ha encontrado para expresarlo.
Para que los padres entiendan mejor esto, suelo ofrecerles una breve explicación:
La mayoría de padres entienden esto enseguida y automáticamente hacen un cambio de actitud y miran a sus hijos de otra manera. Esto, a la vez, provoca de forma refleja un descenso increíble en las rabietas. Lo he constatado tantas veces.
Es que solo siendo un poco más conscientes de lo que provocamos en nuestros hijos, nos daríamos cuenta.
Si rebobináramos la película, veríamos que los niños están muy exigidos todo el día, teniendo que adaptarse al ritmo que les imponemos los adultos sí o sí, y además, acumulan muchos "NO" todo el tiempo. Cuántas veces les decimos al día si piden nuestra atención: ahora no, espera, ahora estoy ocupada, más tarde, espera un momento, estoy haciendo la cena, juega solo,...
Y a todo esto, ¿mi hija tiene rabietas? Pues claro que sí, y muchas veces ponen a prueba nuestra paciencia. Pero tenemos algo que nos funciona como padres, y que nos suele salir de forma casi natural; cuando uno entra en el juego rabioso del enfado, el otro permanece a la escucha, más sereno, y observa el trasfondo de esa llamada.
Porque un niño que tiene una rabieta nos está diciendo dos cosas:
• Por una parte, necesita expresar todo lo que lleva dentro, y hay que dejarle que lo haga. (La mayoría de veces queremos que se calle cuanto antes, en parte, porque de forma inconsciente, su rabia y su llanto despierta el desamparo infantil que sufrimos nosotros mismos de niños y con el que no queremos entrar en contacto. Pero lo único que hacemos así es enseñarles a reprimirse).
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• Y por otra, nos está llamando a gritos desesperados, para que le miremos de verdad, y conectemos con él/ella.
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Así que, aceptemos las rabietas, y escuchémoslas, son mensajes.
<<Lo que niegas te somete; lo que aceptas, te transforma. – C.G. Jung>>