ME MUERO
Me muero.
Me voy.
O me llevan.
Ya lo sabía.
Lo esperaba.
Esperaba
-sin ganas-
este momento.
No me coge de sorpresa.
No quiero lágrimas, lo aviso.
Si acaso,
que sean de felicidad.
Yo fui feliz
mientras estuve
y lo que quede de mí
en forma de recuerdo
quiero que sea
que di
y que tuve
felicidad.
Quiero sonrisas.
Yo sonreí mucho,
hice reír muchas veces,
desperté esperanzas en algunos,
ilusiones en otros,
abracé
-aunque nunca es suficiente-,
y recibí abrazos
-aunque nunca es suficiente-,
me emocioné
-y eso lo valoro mucho-,
lloré
-¡qué bien y qué bueno!-,
viví
-no siempre conscientemente-,
y perdí gran parte de mi vida
-¡lástima que esto no tenga remedio!-.
Y amé.
Y fui amado.
Y no hay cosa ni placer ni premio
que iguale la sensación
de saberlo y vivirlo.
Sentí escalofríos.
De todas las intensidades.
De esos que te hacen cerrar los párpados,
y sentir el mundo al otro lado,
uno consigo mismo,
nada ni nadie más,
uno a solas con sus sentimientos
y su felicidad
y sus estremecimientos.
Eso es la vida.
Así es la vida.
Me sentí querido
en las miradas de muchas personas,
en los agradecimientos sin palabras,
en los halagos que me dijeron
y en los silencios
que también, y tan bien, lo expresaron.
Lloré con la María Stuarda de Donizetti,
gocé con Il Trovatore de Verdi,
vibré con su Nabucco,
lo sentí todo en I Puritani de Bellini.
García Márquez fue importante,
me encantó –casi siempre- Benedetti,
Serrat llenó muchas horas de mi vida,
y gran parte de la poesía que escribí me gustó
y mis relatos o cuentecitos me gustaron.
Disfruté
de placeres y compañías,
de sitios y paisajes,
de películas y libros.
Soñé despierto,
y algunos sueños se cumplieron.
Pedí,
y me fue concedido.
Rogué,
y se escucharon mis ruegos.
Sufrí,
sobre todo cuando no sabía
que el sufrimiento es opcional.
Me quejé,
y no siempre se escucharon mis quejas.
El resumen,
como ven,
es más que satisfactorio
y el balance
mucho más que positivo.
Me muero
aunque no lo quiera.
Es lo que toca.
Lo que a todos nos toca.
Dejo mi sitio en el Mundo
a quien venga detrás.
Ojalá te vaya a ti
tan bien como a mí.
Que tu testamento emocional
sea excelente.
Que tu vida sea un milagro
y que el momento de la muerte sea una dicha.
Amén.
Francisco de Sales
(Más poesías en
www.franciscodesales.es)