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 LA ORACIÓN PERSONAL - Textos de Antonio Blay



Marzo 22, 2017, 06:19:12 am
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LA ORACIÓN PERSONAL - Textos de Antonio Blay
« en: Marzo 22, 2017, 06:19:12 am »
LA ORACIÓN PERSONAL
Textos de Antonio Blay

La oracio?n personal consiste en que yo de? expresio?n de un modo directo a mi aspiracio?n de acercamiento y de participacio?n en lo divino. La oracio?n no es una pra?ctica que deba ser hecha por obligacio?n. La oracio?n no es un deber. La oracio?n tiene muy poco que ver con la moral, en el sentido que estamos hablando nosotros. Tiene muy poco que ver con normas, iglesias o grupos que poseen su propia e?tica, sus propias reglas. En el sentido en que estamos hablando, la oracio?n no guarda relacio?n con ninguna obligacio?n moral, ni siquiera con el bien o el mal. La oracio?n es la sinceridad, el dar salida de un modo consciente, claro, abierto, total, incondicionado a esa demanda que hay en mi? de lo divino.
La oracio?n es que yo exprese, que yo me ponga en contacto, o que trate de ponerme en contacto, con este Dios, con ese Absoluto, con este Todo al que aspiro, y que, de un modo u otro, exprese yo esa demanda. La oracio?n es una exclamacio?n de mi verdad, de mi sinceridad. Por tanto, nada tiene que ver con las fo?rmulas, con las pra?cticas estereotipadas, aunque, en la pra?ctica, las fo?rmulas, reglas y pra?cticas puedan verificarse mediante un aute?ntico espi?ritu de oracio?n.
El e?xito en la oracio?n, y al hablar de e?xito queremos significar que la oracio?n nos ayude de un modo eficaz al resultado que buscamos, depende de unos factores que ya hemos enunciado en varias ocasiones:
En primer lugar que yo me situ?e ante Dios con la ma?xima nocio?n de claridad y de realidad respecto a E?l, que trate de evocar en mi? toda la fuerza de aspiracio?n que hay hacia E?l, para que sea capaz de intuirlo, para que este? todo presente ante mi?. Que yo me de? cuenta del Ser a quien me estoy dirigiendo, que este? lo ma?s clara y realmente posible la idea de Dios como objeto. De la claridad y realidad de Dios para mi? dependera? el que yo viva la situacio?n de un modo realmente trascendental, o solamente de un modo intrascendente. En otro momento dijimos que, cuando estamos ante un especta?culo que se sale de lo corriente, tambie?n nuestra movilizacio?n interna esta? por encima de lo normal. Cada vez que nosotros tratamos de situarnos conscientemente ante Dios, ante lo absoluto, estamos ciertamente ante algo muy por encima de nuestra experiencia normal. Esto dependera? del realismo, de la claridad con la que yo sea capaz de darme cuenta de la nocio?n de Dios. De esa claridad y de esa realidad surgira?, sin esfuerzo alguno, mi reaccio?n profunda.
El segundo requisito es que yo sea realmente Yo, que yo sea Yo en mis dos aspectos fundamentales: yo como personalidad integrada, como conciencia del cuerpo y de sus funciones, como conciencia afectiva, intelectual, con toda mi experiencia, con todo lo que he desarrollado en mi vivir cotidiano. Que yo sea esa conciencia actual y total de mi?, ese yo pleno, verdadero, que para mi? es verdadero en la vida diaria. Que sea todo eso en el momento de la oracio?n y que, luego, yo trate de vivir, de evocar la intuicio?n ma?s profunda que tengo de mi? mismo como sujeto centrado. Es decir, Yo como ser centrado, y Yo como personalidad. De la claridad y realidad de estos dos elementos surgira? la relacio?n esponta?nea y total transformante.
La oración nunca deberi?a ser una mera exclamacio?n interior. Cuando la oracio?n surge solamente de mis exclamaciones, de mis deseos, de mis anhelos o de mis demandas es que yo vivo ma?s la realidad de mi personalidad que la realidad de Dios. Cuando, en un momento dado, yo quedo maravillado ante la intuicio?n o ante la percepcio?n real que se abre ante mi?, del poder, bondad, grandeza y belleza de Dios, cuando yo me quedo quieto, mudo, silencioso, es que predomina ma?s la conciencia de Dios que la conciencia de mi?. No obstante, tanto en un caso como en otro, el proceso es incompleto. Hay unos instantes ma?s sobresalientes, unos momentos cumbres que son revolucionarios, que son transformantes. Y esos momentos son aquellos en los que coincide la ma?xima actualizacio?n del Yo con la ma?xima actualizacio?n del no-yo, o Absoluto, que es Dios. Cuando yo puedo situarme todo yo ante Dios del todo es inevitable que surja una experiencia transformante. Yo no puedo salir de la oracio?n tal como he entrado. Salgo totalmente otro, y no porque salga consolado, tranquilo, feliz, sino porque hay una revolucio?n en mi conciencia interna, una revolucio?n efectiva en la verdad ma?s profunda de mi?, del yo y del Dios en una sola experiencia.
La oracio?n deberi?a ser siempre absolutamente revolucionaria. En la medida en que no lo es, nos indica que estamos viviendo solamente en uno de los polos. Y que incluso ese uno lo vivimos tambie?n de un modo parcial.
Examinemos nuestra oracio?n y de?monos cuenta da que? es lo que le falta, dedica?ndonos a trabajar de un modo deliberado, sistema?tico, controlado en aquello que le falta para producir esa actualizacio?n simulta?nea de todo yo y de Dios del todo.
 
Texto extraído de la obra de Antonio Blay, "Caminos de Autorrealización, Tomo II, La intregración trascendente". Editorial Cedel, 1982


 

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