VIVE AHORA QUE PUEDES
En mi opinión, hay algunas conversaciones que, si se les presta la atención que requieren, pueden llegar a marcar un cambio radical en la vida de una persona.
La misma función que una conversación puede hacerla una frase que se lee en cierto momento, un sentimiento que cala hondo, una intuición, una circunstancia que hace abrir los ojos de darse cuenta, o una de esas situaciones que te ponen entre la espada y la pared y te obligan a tomar una determinación acerca de lo que quieres hacer con el resto de tu vida.
En muchas ocasiones eso que marca un cambio de rumbo puede ser trivial, aparentemente inocente y sin capacidad como para hacer reaccionar, porque es solamente la predisposición de uno a permitir que algo le cale lo que determina la intensidad del efecto que las cosas causan.
A los 13 años tuve una conversación que ha marcado toda mi vida. Estoy absolutamente convencido de que mi vida hubiese sido muy distinta de no haber permitido que aquella conversación, con un buen consejo de la persona más insospechada –un hombre sin cultura, pero con sabiduría-, me hiciera comprender sin más palabras que las justas, y sin oposición por mi parte, la gran verdad que era su afirmación.
Era muy mayor. Pero muy mayor. Me dijo: “Aprovecha ahora que eres joven para hacer todo lo que quieras y para vivir la vida, porque cuando te des cuenta tendrás mi edad y verás que se te ha ido sin haberla vivido”.
Esto se me quedó grabado. No recuerdo que se abrieran los cielos y se apareciera un Ser de barba blanca, ni escuchar una banda sonora de fondo, ni que yo creciera medio metro de golpe, pero se me quedó grabado y ha estado influenciándome toda mi vida, permitiéndome vivirla –y seguir viviéndola- con gran intensidad, con mucha consciencia, con un considerable aprovechamiento, haciendo las cosas que he podido/querido sin aplazarlas y estando todo yo en ellas. Y esa filosofía de vida sigue estando vigente. Afortunadamente. Jamás le podré pagar a aquel hombre su consejo.
La vida se consume.
No está pendiente de nosotros, ni de si le estamos prestando atención o le estamos sacando todo el jugo. Sigue, imparable, insobornable, a un ritmo constante que no decae.
Nosotros, en cambio, somos conscientes del gasto y derroche de nuestros años de vida sólo ocasionalmente. Tiene que venir un cumpleaños para que digamos, sin ser muy conscientes de ello, “bueno, pues un año más”. Y es mentira: es un año menos.
A todos nos llega el Tiempo de los Arrepentimientos, y advierto a quien lo vea lejano e inofensivo que no es ni una cosa ni otra. Es como un Juicio Final -antes del final- en el que uno se lamenta y mucho, y lo hace inconsolablemente, ya que llegando a esa edad uno toma consciencia real de que la vuelta atrás es imposible, de que el despilfarro o desperdicio ha sido sangrante, de que ninguna revocación es posible, de que ya es tarde para cualquier intento de arreglarlo. Y duele.
La vida se acaba.
Y es necesario ser muy conscientes de esto para poder vivirla con más intensidad.
El momento de VIVIR es ahora.
Y esto requiere de una introspección muy seria.
Y asumirlo como la realidad que es, pero sin obsesión ni drama. El fin de la vida va a suceder de todos modos así que cualquier oposición es una pérdida de tiempo y un modo de amargarse la existencia.
¿Qué voy a poner entre este momento y el final?
¿Qué voy a hacer en ese tiempo?
VIVIR la vida es una respuesta apropiada. Acertada. Impecable.
VIVIR la vida es una decisión propia.
Un compromiso personal.
Y cada uno tiene la opción de deleitarse en ella y con ella, de intensificarla, de llenarla de contenido, de proveerse de buenos momentos y buenos sentimientos, de gozarla… o dejar que se consuma –siempre más rápido de lo que se cree- y llegar al Tiempo de los Arrepentimientos con las alforjas vacías, y una lágrima sin fin, inconsolable, que resuma el dolor por el tiempo pasado sin haberlo VIVIDO.
Te dejo con tus reflexiones…