Resultó que mi depresión no solo era tristeza. También era una alteración, una distorsión y un trastorno. Todos mis intentos por arreglar este nudo inanudable que un día se me creó ha sido bajo los efectos de la distorsión y alteración provocados por mi estado de salud mental. Esto no lo tenía en cuenta antes, y claro... Como no podía salir del pozo pensaba que el pozo no tenía salida. Sí que tenía salida; ni si quiera había un pozo. El problema era que mi forma de pensar estaba distorsionada y por esa misma razón no podía solucionarlo. No fui capaz de pensar que quizás yo no estaba pensando bien, no fui capaz de salirme de mí y verme desde fuera, porque el propio problema también lo impedía. Ya ves que no solo es tristeza, también es la combinación perfecta de estratagemas para que acabes en una soledad fría, vacía, sin sentido y bailando un tango con la muerte.
En toda mi mejoría ya me perdí. No se si me queda mucho por mejorar, si me queda poco. Porque, a pesar de haber mejorado cantidades que para mí, evidentemente, eran imposibles, siento que no ha servido de mucho. No ha sido tan gratificante ni he descubierto nada maravilloso. Sí, vivir no esta mal, y hay cosas bonitas, hay placeres, hay risas... Pero me parece muy poco, yo recuerdo que esas cosas eran mucho más intensas y vivas cuando era un niño. Y sobre todo cuando veo los demás, puedo ver el brillo en sus ojos, caminos largos que recorren, planes e ilusiones al llegar el verano, la felicidad de la que soy testigo a lo lejos, desde mi mundo oscuro de cristal.
