CUANDO ESTÁS MAL ES CUANDO MÁS TE NECESITAS
En mi opinión, las personas tenemos tendencia a abandonarnos cuando nos encontramos en una mala situación o un mal momento. Tal vez sea porque arrastramos el cansancio y la decepción de otras ocasiones similares en las que no nos hemos sentido a gusto con la situación y, en un inventario inconsciente, nos recordamos que no nos gustamos, o no nos gustan las situaciones que nos tocan vivir, y entonces se manifiesta con rotundidad una apatía que nos propone olvidarnos a nosotros mismos, desatendernos, dejarnos hundidos en un principio de depresión y sin ánimos de seguir luchando… precisamente en el momento que más nos necesitamos.
Cuando uno está en esos momentos desagradables, indeseados, en los que se han sumado una o varias fuentes de malestar, en los que el presente y el futuro están enlutados, en los que los ánimos han desaparecido a manos del desánimo, lo que realmente apetece es tirar la toalla, o acostarse con la intención de que por la mañana todo se haya resuelto y sea distinto, o, en los casos más graves, acostarse y no despertarse más.
Cuando uno está demasiado ofuscado, o pseudodepresivo, o en el mismo borde de la desesperación, no está capacitado para afrontar con valentía la situación que le tiene afectado, así que las buenas palabras de ánimo o buenos deseos entran por un oído y salen por el otro sin dejar huella.
En esos momentos, el pesimismo está instalado con una intención que parece de perpetuidad –y eso no es cierto- y todo se ve de un negro doloroso, de una tristeza infinita, con un futuro torturador.
Y es en esos momentos, precisamente, cuando más se necesita uno. Cuando la incondicionalidad y el empuje y la mejor de las voluntades tienen que estar presentes. Cuando el Amor Propio ha de estar en plena acción y, en cambio, uno se mira con tristeza o desesperación, con desagrado y sin ganas, y resulta que es entonces, más que nunca, que los brazos han de ser más acogedores que de costumbre, la sonrisa más comprensiva y amable, la voluntad ha de estar en plena fortaleza, la esperanza al cien por cien de confiada, y el ímpetu en su máximo esplendor.
Conviene tener recursos preparados para sobrevivir a esos momentos y, si es posible –que sí lo es- salir reforzado y más radiante.
Te sugiero que en momentos de serenidad y objetividad, anotes las cosas que te hacen feliz, los logros que has conseguido, tus cualidades, los asuntos que te aporta bienestar, la gente que te quiere y a los que quieres, las cosas que para ti simbolizan bienestar o confianza, las fotos donde te estás riendo, los teléfonos de las personas que te pueden sacar de ese bajón, tus mejores recuerdos, las razones por las que seguir…
Recurriendo a ello cuando te sientas mal –aunque te tendrás que obligar a hacerlo- podrás recuperar los motivos que te empujarán hacia adelante.
Cuando estás mal es cuando más te necesitas.
Haz un pacto contigo, el que quieras para no permitirte estancarte.
A cada uno le funciona un truco distinto. En mi caso es una frase: “PROMETO NO ABANDONARME NUNCA MÁS”. Para mí tiene un sentido que hace que me salga inmediatamente de donde esté, esté como esté, porque ya he experimentado lo que es estancarse en esa conmiseración deplorable que se convierte en una lástima en la que me puedo regodear durante mucho tiempo… y sé que eso no es lo que quiero.
Lo que te puede salvar de esos momentos eres tú mismo, sin duda, pero además ten preparados elementos que te ayuden y te lo hagan más fácil.
Piensa también en tu dignidad, en que si estás mal haces sentirse mal a los que te quieren, en que si no vas a sacar algo positivo es una lamentable pérdida de vida, y en que siempre te arrepientes de tu pésima actuación en esos momentos… que son cuando más te necesitas.
Te dejo con tus reflexiones…