CUANDO EL PASADO TE BLOQUEA
En mi opinión, una de las cosas desagradables y hasta frustrantes que tiene el pasado es su tendencia a retenernos e inmovilizarnos, sobre todo cuando ese pasado guarda reproches hacia uno mismo.
No nos suelta.
Quiere mantenernos aferrados a él, para que purguemos la culpa por todos “los pecados cometidos”, o sea “los errores” que alguien que tiene nuestro mismo nombre y apellidos -pero pertenece al pasado y no es el mismo que somos hoy - cometió.
Tú no debes responsabilizarte por lo que aquella persona -que no conocía los resultados que hoy sí conoces - hizo en su momento.
No tienes derecho a juzgarte y menos aún a castigarte. Esa persona del pasado hizo lo que creía que tenía que hacer, o lo único que podía hacer en aquel momento, o lo que supuso que era su obligación, o lo que le permitieron las circunstancias.
Hoy eres otra persona distinta y con tus conocimientos actuales no tienes derecho a reclamar a esa persona que fuiste, porque su situación era otra y sus posibilidades eran distintas.
El pasado ya sólo le pertenece al pasado, no a ti. Tú eres el presente y puedes ser el futuro, pero no debes pretender estar instalado en todos los sitios a la vez.
Ya sabes que de lo que ha pasado se debe extraer al aprendizaje y luego hay que dejarlo ir. Retenerlo con la mente, con el recuerdo continuo, con la insistencia –cuando nos referimos a cosas que nos desagradan y de las que nos sentimos culpables- es contraproducente. No aporta nada de positivo si se ha concluido bien la experiencia y se le ha extraído la enseñanza.
Todo es negativo en querer seguir anclado –y sin avanzar- a ese pasado, porque sufre y se deteriora, menospreciándose, el concepto que tenemos de nosotros mismos, o sea nuestra autoestima.
Si recordamos algo del pasado que no es de nuestra satisfacción, sin duda nos centraremos exclusivamente en eso magnificándolo y permitiendo que desestime el resto de cosas. No sé por qué cuando nos centramos en un “error” olvidamos todo lo que no es error y parece como si TODO lo englobásemos dentro de la carpeta de “ERRORES”.
El pasado es inamovible históricamente. Están los hechos y las fechas para confirmarlo. Lo que sí podemos modificar es el concepto que tenemos asociado a cada hecho, y si ponemos voluntad podemos ser capaces de poner amor donde teníamos odio, poner comprensión donde teníamos intransigencia, iluminar lo que teníamos calificado y clasificado como oscuridad, e incluso poner una sonrisa de empatía y discernimiento donde habíamos puesto la represión, la condena, el enfado, la rabia, o el dolor.
El Amor Propio hace verdaderos milagros.
Amarse, comprenderse en la tambaleante humanidad, y aceptarse en los propios conflictos y en los desafueros y en las contradicciones, es lo más grandioso que uno puede hacer por sí mismo.
Es la sabiduría concentrada máxima, es el Amor Supremo.
Nos exigimos por encima de nuestras capacidades. Somos jueces excesivamente rigurosos y bastante injustos. Magnificamos lo que no nos gusta de nuestras actitudes. Llegamos a ser inmorales y odiosos en el trato que nos damos por decisiones que tuvimos que tomar y que produjeron un resultado que no se esperaba.
Lo pasado es un campo lleno de experiencias que nos han traído hasta hoy. Pero, como a los muertos, conviene dejarlo donde está.
Que no se convierta en un lastre que condicione nuestro presente e hipoteque nuestro futuro. Que no nos siga a todas partes. Que no se adueñe de nosotros. Que no quiera sobrevivir porque ya murió.
Hoy. Ahora. Esto es lo único que es real y es lo importante.
En este ahora es cuando uno se puede proponer recomenzar una vida sin lastres, sin ataduras, con la mano tendida y el corazón abierto. Sin reproches ni venganzas. Y con el Amor Propio que surge de la comprensión de que uno tiene que sobrevivir a sus propios naufragios, de que uno es Humano y se equivoca y eso es lo normal y no necesariamente merecedor de un castigo.
Haz las paces contigo ahora. Comprende y acepta todo tu pasado, perdónate -si así entiendes mejor a qué me refiero-, date descanso, pon orden en tu mente y tu corazón, limpia los rastros hirientes de tu pasado. Pon el contador a cero, inaugura una nueva línea de salida.
Vive.
Te dejo con tus reflexiones…