LA ENVIDIA: UN PROBLEMA DE AUTOESTIMA
La envidia es un sentimiento muy humano, no vamos a engañarnos, pero también resulta de lo más tóxico. Tanto, que su poder destructivo puede lastrar la vida de quien la padece. En ese eterno juego de comparaciones en el que vive el envidioso, obviamente lleva las de perder, puesto que la envidia se proyecta hacia personas que gozan de un mayor éxito en algún plano -o en varios- de su existencia: amor, trabajo, relaciones sociales, etc.
En realidad, detrás de este sentimiento se oculta un claro problema de autoestima. Una falta de amor propio, puesto que siempre coloca al envidioso en una situación de inferioridad respecto al envidiado. Y nos resulta más cómodo proyectar esa frustración propia en el talento o virtudes ajenas.
La envidia consume muchos recursos psicológicos en el envidioso, pero también puede ser un verdadero problema para el envidiado. La desconfianza se apodera de éste, que ya no sabe en quién puede confiar y en quién no. Incluso puede llegar a cuestionar las bases de su propio éxito.
Hay que matizar que la envidia no es un sentimiento monolítico: presenta tantos matices como tipos hay reconocidos. Y cada uno con su nivel de gravedad. Por ejemplo, está la envidia que se siente hacia la pareja. Lo ‘normal’ es que siempre deseemos lo mejor a la persona con la que compartimos nuestra vida. Pero no siempre es así. Las relaciones de pareja pueden tener ese punto de toxicidad: de llegar al extremo de desear que al otro le vaya mal, sólo para sentirnos mejor en nuestra podredumbre. Se trata, en el fondo, de quienes conciben las relaciones como una cuestión de poder. No son casos demasiado frecuentes, pero se dan.
La envidia hacia un amigo es más habitual. También resulta un sentimiento verdaderamente insano, como ocurre en el caso de la pareja, ya que en teoría existen unos lazos de emotividad y afinidad que no deberían dejar hueco para este juego de comparaciones.
En todo grupo de amigos hay alguien al que la vida le sonríe especialmente, y que suele ser objeto de la envidia de algún otro.
Más frecuente es que se envidie a algún compañero, bien sea de clase o de trabajo. En tanto que no implica el mismo grado de cercanía y complicidad (al menos en la mayoría de los casos) que en los supuestos anteriores, se suele dar más rienda suelta a los pensamientos tóxicos hacia la persona en cuestión. La competitividad llevada al terreno de trabajo puede ser un buen acicate en la carrera profesional de uno mismo. Pero si se transforma en envidia…
Por último, está la envidia hacia algún personaje de éxito. Puede resultar destructiva para la persona que desea aquello de lo que sí disfruta el famoso. Y puede serlo mucho, en tanto el objeto de nuestros deseos (fama, dinero, reconocimiento público…) será casi siempre inalcanzable.
Porque hay personas que sufren con el éxito de los demás, con la eterna comparación en la que el envidioso suele caer, llevando claro está las de perder, puesto que la envidia se proyecta hacia las de perder.
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