VALEN MÁS LOS SENTIMIENTOS QUE LA VERDAD
En mi opinión, el poder que puede alcanzar nuestra mente llega a ser tan desorbitado que incluso puede imponerse a la realidad y tener más afectación que la propia realidad.
Está muy comprobado que en la infancia afecta más los sentimientos que se recuerdan, o que se almacenaron junto con cada hecho –porque así fue como lo que sentimos-, que el propio hecho histórico.
A veces no recordamos con exactitud qué paso, cómo sucedió, ni siquiera sabemos si hicimos la interpretación correcta de lo que sucedió, pero en cambio “aquello” –sea lo que sea ese aquello- nos dejó marcados y, lo que es peor, se nos quedó grabado en el inconsciente, de modo que nos afecta sin que seamos conscientes de qué es lo que nos está afectando y por qué nos afecta.
La memoria parece que no puede retenerlo todo, se difuminan las imágenes, se borra el decorado, se olvida el día o la hora, pero no se olvida –afortunada o desafortunadamente- aquella sensación de vacío que se quedó marcada, o el desamparo, el miedo, el amor, la rabia…
Y los sentimientos desagradables tienden a mantenerse firmes, o incluso a seguir creciendo –si es que seguimos alimentando aquel vacío, rabia, etc.-. La memoria parece que no puede deshacerse de ellos. O tal vez sea que no le permitamos que se deshaga de ellos.
Ya conocerás la frase: “Nos resultaría mucho más sencillo olvidar las cosas desagradables si no insistiésemos tanto en recordarlas”.
Te garantizo que si eres capaz de comprender esta frase -en el corazón mejor que en la mente- puede marcar un antes y un después en tu modo de relacionarte con tu pasado, o sea de relacionarte contigo.
Así que te sugiero que te quedes con ella cuanto tiempo sea necesario hasta que notes un “click” dentro de ti, como que ha encajado la pieza que faltaba, o hasta que sientas un escalofrío acompañado de una idea similar a “¡Cómo no me habré dado cuenta antes!”.
Las sensaciones, los sentimientos y las emociones, los pálpitos, los dolores, los escalofríos exaltados, lo que se siente por dentro aunque no se sepa definir, lo que provoca el llanto… eso acaba siendo nuestra realidad y nuestra base.
Cuando son amables, cariñosos, o deseados, son una maravilla. Pero cuando su presencia o su recuerdo nos desconciertan, nos desbaratan, nos condicionan negativamente, nos alejan del centramiento y de la paz… entonces requieren ser revisados. Preferiblemente acompañados por un profesional, porque siempre otra persona puede tener más objetividad que nosotros mismos en solitario, otros puntos de vista y más experiencia.
Nuestros propios condicionamientos nos van a fijar en las ideas y los modos de siempre, mientras que una persona distinta puede tener la imparcialidad de juicio que a nosotros nos puede faltar.
Cualquier sentimiento que en la infancia –o en otros momentos de la vida- nos haya quedado marcado, dejará fijada una huella firme, y será imborrable y actuará inconscientemente –pero afectando- mientras no se haga una revisión en la que lleguemos a la conclusión de que hay que modificarla, hay que cambiar el sentimiento, hay que dulcificarlo o corregirlo o eliminarlo.
Esto se consigue mediante la comprensión y la aceptación de aquello que sucedió, pero viéndolo con la perspectiva y la inteligencia de hoy.
Ese es el reto de cada humano.
¿Estás dispuesto a aceptarlo y resolver los sentimientos de tu pasado?
Te dejo con tus reflexiones…