¿QUÉ ES LO QUE REALMENTE QUIERO?
En varias ocasiones he escrito que la pregunta más difícil de contestar que he encontrado en mi Proceso de Crecimiento Personal -y son ya más de veinticinco años haciéndome muchas preguntas-, no es “¿Qué o Quién es Dios?”, ni, tampoco, “¿Cuál es el sentido de la vida?”, ni es” ¿Cómo se creó el mundo?”. Ni siquiera es “¿Hay vida tras la muerte?”
Para mí, la pregunta más difícil de responder de un modo contundentemente acertado es: ¿Qué es lo que REALMENTE quiero?
Y no es que sea difícil de responder mentalmente, sino porque, ante la pregunta, un mecanismo inconsciente se pone en marcha, y se activan al mismo tiempo lo que tengamos mal en nuestra Autoestima –que se encargará de convencernos de que no merece la pena seguir con la pregunta-, lo que tengamos de conformistas –que dirá que para qué remover las cosas-, lo que nos quede de culpables –que se estancará en que alguna vez hicimos algo mal-, lo que seamos de masoquistas –que dirá que nuestra situación actual es un castigo merecido-, el miedo que nos habita –es mejor dejar las cosas como están…-, o la pereza –porque eso va a implicar tomar decisiones y trabajar-.
Con tantos detractores en contra, y tantos disidentes a favor, lo habitual es buscar una distracción que nos evada de la responsabilidad de encontrar la respuesta, ya que si la supiéramos de verdad no podríamos negarla, tal como hacemos cuando nos amparamos en que no sabemos.
Añadir “REALMENTE” es imprescindible en la pregunta.
Si no lo haces así, si lo dejas simplemente en: “¿Qué es lo que quiero?”, se van a presentar inmediatamente todas esas solicitudes que el cuerpo físico y los deseos egoístas te hacen continuamente: “más dinero… un trabajo mejor… un vehículo más grande y más potente… que me toque la lotería… una casa como las que salen en las revistas… ser más alto-rubia-gordo-delgada-atractivo…”
Si añades “REALMENTE”, tu cuerpo físico queda desautorizado para responder, porque sus pretensiones son irrealizables en la mayoría de las ocasiones, o las circunstancias que se requieren para que se cumplan son difíciles de alcanzar. Lo que no quiere decir que no haya que luchar para conseguirlas.
Pero la intención de esta reflexión es otra.
La pretensión es que sea el Ser Humano –el conjunto de humanidad y espiritualidad- quien responda, y no solamente el animal que somos, porque no se trata sólo de averiguar qué es lo que se quiere en el aspecto económico y consumista, en el aspecto de las satisfacciones tangibles e inmediatas, sino en el aspecto más espiritual y más emocional. No solamente las apetencias del cuerpo, sino la calidad integral de vida, y la atención a lo incorpóreo.
De vez en cuando, pero con otras palabras distintas (¿Qué es lo que me pasa?, ¿Por qué no soy más feliz?, ¿Por qué no me conozco mejor?, etc.), nos hacemos la misma pregunta: “¿Qué es lo que quiero?”
Y, de pronto, se forma un vacío en la mente, o aparece una retahíla caótica de confusiones, o descartamos las ideas antes de que se lleguen a formar, o nos desacreditamos porque sabemos que no sabemos lo que queremos, o relegamos la pregunta para otro momento que nunca llegará, o deponemos el asunto y aplazamos el momento…
Raramente tenemos las ideas claras, la voluntad firme, y el propósito optimizado.
Dada la dificultad, y casi el temor, que la pregunta implica, propongo una idea, un truco, un rodeo que no es una trampa.
Es mucho más fácil, e igual de efectivo que saber lo que quieres, que sepas lo que NO quieres, lo que no estás dispuesto a admitir bajo ningún concepto, aquello que no quieres permitir, aquello en lo que eres irreductible.
Para saberlo, se requiere el despertar de toda la rabia que se produce cada vez que haces algo en contra de tu deseo, o cada vez que te hacen algo que te duele, o cada vez que te humillan, o cada vez que te enfadas contigo por ser de un modo o permitir lo que no quieres permitir, o se requiere, y esto es mucho mejor, la auto-observación, la atención casi constante, la vigilancia cuidadosa de las emociones y los sentimientos para darte cuenta, cuando se alteran, de cuál ha sido la razón.
Y es importante que tras cada descubrimiento tomes la decisión firme de hacer todo lo posible para que no se vuelva a repetir aquello que no quieres que se repita, recurriendo para ello a la dignidad, utilizando la asertividad, y con el apoyo de tu autoestima.
Que sea tu dignidad, indomable, valiente, quien impida que aquello que no quieres para ti vuelva a repetirse.
Que sea con tu asertividad con la que defiendas tus decisiones.
Que tu autoestima reclame su derecho a no ser agredida, y te ayude a eliminar de tu vida lo que no quieres.
Por eliminación, una vez que vayas viendo lo que no quieres, irás llegando a lo que sí quieres. (Si descubres que no quieres violencia en tu vida, habrás descubierto que quieres paz en tu vida)
Y una sugerencia, hazte la pregunta muchas veces, en diferentes momentos, con matices (¿Qué es lo que realmente quiero en mi vida social… en mi forma de ser… para hacer en mis ratos de ocio… etc.) porque admite y tiene muchas respuestas, y es que al hacerte la pregunta parece que la respuesta en una única cosa, que se tiene que concentrar “todo lo que quieres” en una sola palabra, y no es sólo una cosa, ya que puedes querer REALMENTE mil cosas.
Cuando estés buscando la respuesta ten en cuenta tu dignidad y tu honor, tus derechos, el respeto que te mereces, el premio merecido por lo que vales y por ser quien eres, la honestidad que forma parte de tus principios. Cuida tu alma y cuídate a ti.
Y ahora, y a partir de ahora, recuerda esas cosas que no quieres para ti o para tu vida, y ponte a la hermosa tarea de deshacerte de ellas, y presta atención a las que sí quieres y no aplaces la tarea de conseguirlas.
Te dejo con tus reflexiones…