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  26 – SER NIÑO



Junio 08, 2020, 06:15:15 am
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Desconectado Francisco de Sales

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26 – SER NIÑO
« en: Junio 08, 2020, 06:15:15 am »
CAPÍTULO  26 – SER NIÑO

Este es el capítulo 26 de un total de 82 -que se irán publicando- en los cuales se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL.



“En el fondo de todo adulto yace un niño eterno, en continua formación, nunca terminado, que solicita cuidado, atención y educación constantes.
 Ésta es la parte de la personalidad humana que aspira a desarrollarse
 y a alcanzar la plenitud.”
 (Jung)

“El hombre es un niño que ha dedicado toda la vida a limitarse,
 a verse limitado y a aceptarse limitado”.
(Henri Michaux)

“Os digo de verdad:
si no volvéis a ser niños no entraréis en el reino de los Cielos”
(Mateo, 18-3 – Sagrada Biblia)

“Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto:
 a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo
 y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea”.
(Paulo Coelho)

“Debemos escuchar al niño que fuimos un día y que existe dentro de nosotros. Ese niño entiende de instantes mágicos”.
(Paulo Coelho)

“Al hombre le interesa lo real, como tal, aunque no sea deseable.
 Al niño le importa lo deseable, como tal, aunque no sea real”.
(Armando Montiel)

“El que escribe en el alma de un niño escribe para siempre”.
(Anónimo)



Tómate un descanso y dedícale el tiempo que sea necesario a responder a esta pregunta antes de seguir leyendo: ¿qué echas en falta de tu infancia?
Tic… tac… tic… tac…
No hay prisa. Dedícale todo el tiempo que requiera.


¿Has respondido ya?
Si no lo has hecho, vuelve atrás: no te hagas trampas.


Si eres como el 99% de las personas, habrás respondido “jugar”, en primer lugar, y “reír más”, en segundo.
Seguro que has sentido una especie de tristeza al darte cuenta de esto.
Es lógico.
Poco a poco fuimos desaprendiendo eso de ser niños. Luego hicimos un trueque mal planteado y cambiamos ser adulto por ser niño sin quedarnos con lo bueno del niño. Quizás el algún momento alguien nos engañó y nos dijo que ambas cosas eran incompatibles, o una trágica responsabilidad nos dijo que había que dejarse de juegos y de irresponsabilidades, que había que sentar cabeza, que ya pasó el tiempo de los juegos… ¡cómo nos engañan o cómo nos engañamos!
Cuando nos ponemos nostálgicos nos da por añorar la infancia y las cosas de entonces. Los que ya no tenemos madre, añoramos aquella época en que sí la teníamos; añoramos a los amigos de la infancia, los juegos, las carcajadas, la ingenuidad, los días que eran más largos, la calle, la escuela, la falta de preocupaciones y responsabilidades… pero recordamos con nostalgia, sobre todo, la sensación de estar en el mundo de otro modo: de estar en un mundo de juegos y risas, de no ser conscientes de la vida –en el sentido actual, el de la gran carga y las obligaciones indeseadas- y de creer en que la infancia sería infinita.
Nos hemos hecho adultos y hemos perdido la inocencia. Y esto debiera ser motivo de una pena desconsolada, de un llanto muy intenso, de dejarse sentirlo penosamente tal como realmente nos duele…
Luego, cuando uno se haya recuperado, tras enjugarse el llanto, debiera ser el momento de una toma de decisiones para tratar de recuperarla, para seguir siendo así a veces, niño tierno, íntegro y feliz, niño eterno.
Esto es para pensarlo.


VISTO DE OTRO MODO

Todos llevamos dentro, más o menos escondido o tal vez negado, un niño juguetón, libre, alegre, simpático, un poco travieso… es aquel que correteaba feliz por nuestra infancia, y que tal vez se quedó con nosotros, pero oculto, renegado, exiliado.
Por eso de que nos hemos hecho solamente “mayores”, y nos hemos creído que ambos son incompatibles, y por eso de que la sociedad no recibe bien un niño en un adulto, y que la seriedad y las responsabilidades nos han acaparado, el niño queda relegado al silencio y el olvido.
Volver a descubrir a tan querido pequeño personajillo, y sacarle a la luz muy a menudo, es una tarea noble a la que deberíamos dedicar una parte importante de nuestro tiempo y nuestro presente.
La alegría pura no viene del adulto; la alegría espontánea, explosiva, sincera, y la carcajada sin censura, la broma noble, la sonrisa verdadera, el juego, el brillo resplandeciente de los ojos… todo eso es provocado por el niño.
El contacto habitual con ese niño es imprescindible, porque sólo él nos puede procurar algunos de los ingredientes de los que se carecen en la gravedad árida de la edad adulta.
Muchas veces nos tomamos demasiado en serio la vida y a nosotros mismos.
La vida –también- es reír, ser felices, gozar… ¿qué otro sentido puede tener que sea más noble y más agradable?


SER NIÑO
 
El niño es el experimentador, la intuición, la confianza y la esperanza, el optimismo, la creencia en el porvenir sin miedos, la des-pre-ocupación, el que presta atención exclusiva al momento, el que se deja absorber por la vida y se llena de ella atrevidamente, el que es absolutamente consciente de la tarea en la que se enfrasca.
El adulto, por el contrario, es quien cree que ya ha experimentado y no es necesario experimentar, el que antepone la lógica a la intuición, el que tiene un optimismo moderado y un poco pesimista, el que duda del porvenir por si acaso, el que siempre anda por el pasado o por el futuro mientras se pierde el presente, el que se inquieta innecesariamente, el que desconfía de la vida y piensa en las trampas que cree le tiene reservadas, el que hace una cosa mientras piensa en otra.
Es claramente ganador el niño, y más aún el Niño Libre.


REFLEXIONES

Si hay una buena razón para llorar, esta es la ausencia del niño que fuimos.
Más bien del niño que seguimos siendo en alguna parte de nuestro interior.
Hay más de una buena razón para buscarle.
La alegría y el optimismo que va a aportar a nuestra vida, es impagable.
La esperanza y confianza que nos traerá nos permitirá tener una visión más generosa de la vida, y nos hará redescubrir un mundo que sentimos como perdido.
Seguir siendo niño es tan importante como ser ahora adulto. O más.
Recuperar el niño es una aventura con grandes premios y una satisfacción por encima de muchas otras satisfacciones.
Seguramente habrás pensado muchas veces en que te gustaría reencontrarte con algún amigo de la infancia, o volver en algunos momentos a tu infancia, o ser como eras entonces.
Está al alcance de tu voluntad.
Propóntelo y pon toda tu capacidad al servicio de lograrlo.
Lo puedes conseguir.


TRABAJA EN ESTO

¿Quién te dijo que tenías que dejar de ser niño?
¿Cuánto tiempo hace que no le dejas salir y mostrarse?
¿Cuánto tiempo que no te relacionas con él en su cuarto de jugar?
¿Y cuánto tiempo que no le das un abrazo?
¿Le echas en falta?
¿A qué estás dispuesto por recuperarle?
¿Y por poder manifestarte como un niño?
¿Cuánto darías por tener sus ojos?
¿Y por su inocencia?


DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL

“Dejad que los niños se acerquen a mí”
Ya sé que esto que vas a leer a continuación puede sonar como una tontería, pero… ¿y si el sentido de la frase indica que es nuestro Niño Interior el que tiene que acercarse a Dios?
El adulto está lleno de prejuicios y se cree en posesión de mil verdades; es analítico, escéptico, mental… ¿un mental puede acercarse a Dios que es todo corazón?

“Os digo de verdad: si no volvéis a ser niños no entraréis en el reino de los Cielos.”
(Mateo, 18.3)

La clave es “ser como niños”.
Muy importante.
¿Y qué es el Reino de los Cielos?
¿Una promesa a largo plazo y del todo indefinida?
¿Otro algo en lo que hay que creer sin ver?
¿O el Reino de los Cielos está en la Tierra, o está dentro de uno mismo, o es Uno Mismo?
Si quiero Descubrirme dentro de mí, ¿cómo lo haré?, ¿como un adulto, con la mente escudriñadora y cuestionándolo todo, o con los ojos abiertos, receptivos y hambrientos de Descubrir del niño?
“Ser como niños”…los niños confían en sus padres y en todos aquellos que les cogen en brazos o le muestran amor.
Los niños se sorprenden continuamente, ¿hemos de ser como niños por la capacidad que tienen de sorprenderse?, ¿por la imaginación sin límites que tienen?
Será mejor que seamos muy niños para tener opciones a ese Reino de los Cielos que, sea lo que sea y esté donde esté, suena bien. Incluso aunque ya estemos en este momento en ese Reino, está bien ser niño.


ATENCIÓN

¿Qué es ser niño?
Ser niño, y ser niño libre preferentemente, es retomar la parte lúdica, feliz y no obsesionada con las preocupaciones, que corresponde a una parte de tu personalidad equivalente a la que viviste durante la infancia.
Las diferentes etapas de la vida no son estancas. No eres niño un día y al día siguiente eres joven, ni pasas de la noche a la mañana a ser adulto, ni de ser adulto a ser anciano.
Esas divisiones que hacemos no solamente corresponden a edades diferentes, sino a arquetipos que tienes que vivir a lo largo de la vida. Hay momentos en que tienes que ser adulto, aunque tengas cuatro años, y otros momentos en que debieras ser un niño grande o un niño eterno, pero niño al fin y al cabo.
Saber encontrar el equilibrio, de cuándo ser uno u otro, es lo adecuado.
Pero lo importante es ser niño siempre, a todas horas, aunque haya momentos en que tengas que llevar el niño discretamente oculto, aunque el adulto le tenga que tranquilizar y acallar un poco en alguna situación, pero que esté siempre ahí, que se manifieste a menudo.
Ya lo sabes: las bromas y las sonrisas de los niños gustan a todo el mundo.
Ser niño es también no abandonar la inocencia, para poder sorprenderse con las cosas que van pasando; es no olvidar la sonrisa, es amar de todo corazón con todo el corazón, es jugar con la vida y en la vida; ser niño es abrazar a quien quieres, ser feliz sin necesitar un motivo, y desdramatizar la vida.

(Te puede interesar leer el capítulo “Los estados del yo”)


OBSERVA

¿Qué hacen los niños?, ¿Cómo son?
- Aprenden sin pensar en que existen los errores.
- Juegan por el mero placer de jugar.
- Son libres para manifestar sus deseos.
- No ven la necesidad de respetar todas las normas. Saben que algunas son inútiles.
- Son sanamente egoístas, en el sentido correcto.
- Se manifiestan inocentemente.
- Expresan todos sus sentimientos.
- Dicen lo que piensan y lo que sienten.
- Todo les provoca risas o sonrisas.
- Se toman la vida sin prisa.

Pregúntate… ¿Podría comportarme más a menudo como niño?


TRABAJA EN ESTO

Este es un jueguecito simpático que puedes hacer (como si fueras un niño.)
Si has descubierto que a veces eres demasiado serio y duro contigo, y si ya has comprendido que es importante recuperar la relación con tu niño, escribe todo lo que se te ocurra a partir de estas frases:

NO LE VOY A CASTIGAR A MI NIÑO POR…

NO LE VOY A PROHIBIR A MI NIÑO…

A PARTIR DE AHORA, MI NIÑO Y YO VAMOS A…

VENTAJAS DE SER MÁS NIÑO…

QUIERO SER MÁS NIÑO PORQUE…

¿Y QUÉ PASARÍA SI FUERA MÁS NIÑO?


SOLUCIONES O SUGERENCIAS

Observa a los niños. Vete a un parque, míralos por la calle, en sus juegos, en su forma de ser; fíjate en tus hijos o sobrinos como si fuera la primera vez que los vieras; observa, y aprende , cómo son, cómo sienten, cómo actúan, cómo piensan… tienes ahí unos grandes maestros dispuestos a enseñarte, o a recordarte, lo que es ser niño.
Date cuenta de lo que te gusta de ellos, y proponte hacerlo tú a partir de ahora.
No te doy pistas. Descúbrelo por ti mismo.


RESUMIENDO

Esa parte tan tierna de ser niño, o de volver a ser niño habitualmente, a menudo tan desatendida y olvidada, es algo que conviene recuperar a la mayor brevedad posible, y que conviene promocionar para que se manifieste muy a menudo. Aporta unas sensaciones que ninguna otra cosa puede aportar, y si uno deja que se manifieste libremente, ese niño va a hacer felices a muchas de las personas de su alrededor. Por eso, y por la propia higiene y salud mental, conviene que salirse de ese continuo adulto, tan agraviado y malhumorado, y ser dichosamente niño cuando es el momento apropiado para serlo.
No se puede negar al niño diciendo que ya acabó su tiempo.
El niño sigue, afortunadamente, vivo y esperándonos con los brazos abiertos.
El contacto con él será, sin duda, una fuente de satisfacciones, y una innovación placentera en nuestra forma de ser y mostrarnos. Absolutamente recomendado.


Francisco de Sales



 

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