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 41 - LA SOLEDAD



Junio 23, 2020, 05:39:54 am
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41 - LA SOLEDAD
« en: Junio 23, 2020, 05:39:54 am »
CAPÍTULO  41 - LA SOLEDAD

Este es el capítulo 41 de un total de 82 -que se irán publicando- en los cuales se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL Y ESPIRITUAL.


“No me importaría la soledad si pudiera estar solo... sin mí.
 Porque más que la soledad, lo que no quiero aceptar es estar solo… conmigo”.

“Después de la alegría, viene la soledad.
Después de la plenitud, viene la soledad.
Después del amor, viene la soledad”.
(Mario Benedetti)

“El secreto de una buena vejez no es otra que
 un pacto honrado con la soledad”.
(Gabriel García Márquez)

“La soledad no es motivo de tristeza, es motivo de reflexión”.

“El hombre que quiere contemplar frente a frente la gloria de Dios
en la tierra, debe contemplar esta gloria en la soledad”.
(Edgar Allan Poe)


Me gusta distinguir entre soledad y solitud.
Aunque el diccionario venga a decir que son lo mismo, yo las siento de un modo distinto.
Y creo que es conveniente sentirlas de un modo distinto.

Soledad, a mi entender, es un estado triste de carencia de compañía, debida a las circunstancias o por libre voluntad, pero tiene un matiz que es doliente, es la privación de algo que nos parece necesario, es como un vacío, como una pena, una queja, una culpa, un lamento; es inhóspita y está deshabitada de cosas buenas; contiene dramatismo y todos sus sinónimos porque está desesperanzada.

Solitud, en cambio, es estar o sentirse solo, pero sin carencias, y en paz. Es un estado que se busca para la reflexión o la relajación, para el encuentro íntimo y profundo con Uno Mismo, para disfrutar una buena música, un buen libro, una meditación, un rato de compañía exclusivamente con el Ser; es un buenísimo modo de demostrarse el amor propio; es un refugio que sólo uno mismo conoce, donde se siente seguro y, sobre todo, lo repito, en paz, porque es donde se cimienta la personalidad, abandonando las muletas que son los demás.

A la hora de retirarse a reflexionar, que es una tarea recomendable y necesaria, hacerlo desde la soledad aporta un aire que va a llenar todos los pensamientos de negatividad mientras que hacerlo en la solitud provee de la ecuanimidad necesaria para tener objetividad.

Se puede decir que soledad es estar solo sin desearlo y solitud es estar solo porque se desea estarlo buscando una intimidad personal consigo mismo. Uno es impuesto, el otro es voluntario.


LA RELACIONES

La relación de una pareja sentimental es la suma de dos soledades, y es mejor si es también la suma de dos solitudes que no deben dejar de serlo en algunos momentos, porque la relación sólo tiene éxito en la medida que uno se acerca a ella compartiéndose consciente de su valía y libertad, y no refugiándose o rendido porque no tiene otra cosa más que su miedo a estar solo.
Cuando alguien se empeña en embarcarse en una relación prácticamente con cualquier persona, idealizándola por interés, o renunciando a ser Uno Mismo sólo por el hecho de no estar en soledad, está propiciando que se convierta en un fracaso que, a su vez, convergerá en una falta de autoestima por haber fracasado en la relación, o acabará en situaciones de tensión o desilusiones.
Es lo que tienen todas las relaciones de dependencia, que uno se presenta a ellas en condiciones de precariedad y de inferioridad, renunciando a muchos de sus derechos y necesidades reales y dejándose dominar por el otro sólo por no ser abandonado, conformándose con una limosna de amor o con migajas.
La otra parte de una pareja sana lo que quiere es que la otra persona sea sana emocionalmente, íntegra, que tenga personalidad y capacidad de vivirse plenamente incluso cuando está sola.
Todos tenemos necesidad de amor o de afecto, pero no es algo que se deba comprar, y aún menos a cualquier precio.

La crueldad emocional por una de las partes de la pareja hacia la otra se puede empezar a producir cuando se sabe imprescindible, cuando sabe que tiene el control sobre la otra parte porque se ha creado una relación de dependencia absoluta ya que no quiere quedarse sola porque no sabe estarlo y tiene miedo, y eso, en las relaciones mal fundamentadas, le convierte a uno de ellos en tirano. Podrá derivar en un despotismo cruel, en una relación casi sadomasoquista sentimentalmente, o en una relación desequilibrada que no será de amor sino de sumisión.
El éxito en la relación está en poder decir adiós si se desea, y en poder decir estoy aquí libremente porque es lo que deseo y porque te amo.
Si uno no puede hacer esto, no está en una buena relación.


LAS PARTES NEGATIVAS DE LA SOLEDAD

Hay varias.
Al no tener cubierta esa necesidad de relación con el mundo, estamos en desventaja. Falta optimismo, vitalidad, fe… todo parece teñido de un triste funesto y la desesperanza nos gobierna a nuestro pesar.
Sentimos sufrimiento, pena, dolor, llanto, ausencias, sensación de abandono… nos sentimos desvalidos y en inferioridad de condiciones con respecto a otros a los que sí les vemos relacionarse y tener una agenda llena de personas con las que estar.
Otra soledad, la de los ancianos que viven solos y no tienen medios económicos ni familia, es doliente y razonable. Tiene más difícil remedio la de quien no tiene muchas opciones para poder abandonarla y cambiarla por otra cosa.
Esta soledad, por eso de ser indeseada, favorece la aparición de la rabia y el resentimiento y parece que anula la ilusión y la esperanza, mina las ganas de vivir y eso hace que la vida parezca una carga de la que no puede librarse.
Favorece el nerviosismo y una tristeza que si se prolonga en el tiempo puede acabar en depresión. En la soledad se encuentran más problemas que soluciones.

Otras soledades también tienen su dureza, pero el ser humano está perfectamente capacitado para vivir en soledad, y para superar el trago amargo que es o aparenta ser. Cosa que, por supuesto, no ve ni comprende quien esté viviendo con dramatismo su situación de soledad.


LA SOLITUD

La solitud es una condición indispensable en el Camino y consiste en saber y sentir que uno tiene que realizarse como persona social, pero al mismo tiempo y con mayor intensidad, tiene que crear el ambiente de silencio y paz que necesita el Ser para manifestarse. Y eso, al principio, sólo se consigue en la solitud.
También es el momento en que uno se separa de los otros para estar consigo mismo, porque no debe haber una renuncia a la relación íntima, interna y externa, con Uno Mismo.

En realidad nunca conseguimos quedarnos solos, ni siquiera cuando estamos a solas. Estamos unidos, inseparablemente, a nuestro pasado, a nuestros recuerdos, miedos, preocupaciones y condicionamientos.
La solitud auténtica comienza a partir de separarse del pasado, renunciando y no empeñándose en seguir dependiendo de él, o cuando aún sabiendo quiénes somos eso no nos condiciona para sentirnos la nada y el todo, o a partir de no sentir miedo a lo que pueda aparecer cuando hacemos un retiro del mundo externo para ingresar en nuestro propio mundo interior.

Aunque parezca sólo un contrasentido, la verdad es que continuamente estamos compartiendo la soledad. Uno nace solo y se muere solo, y es importante asumir esto. El estado natural del ser humano es la solitud. No somos el total de la humanidad, no somos los otros, aunque compartamos cosas con los otros; no somos ni siquiera la idea que tenemos de nosotros porque nos quedamos más en el Yo Idea o el Yo Ideal; no somos lo que vemos ni lo que está fuera de nuestros párpados, ni el cuerpo que nos acoge, ni nuestros pensamientos. Sólo somos nosotros, auténticos, en nuestra solitud.
Sí que compartimos parte del tiempo, la presencia, la conversación, pero no nuestra solitud ni nuestra vida.

El estado de solitud es condición indispensable en algunos tramos del Camino, porque ese estado es necesario para que se manifieste el Ser: necesita el silencio y una auténtica introspección en la que uno se queda solo consigo mismo.
En la solitud uno puede mostrarse auténticamente como es, y lograrla es un éxito, porque generalmente estará la auto-censura vigilante para aprovechar la ocasión de pillarnos relajados y censurar o reprochar a su capricho. A pesar de ello, es necesaria para encontrarse y reconocerse. Desde el ruido y la desatención no se produce el encuentro, desde la distracción y el caos, tampoco.
Este estado permite sentirse parte del Universo, pero desde el hecho de ser y saberse uno solo, sabiendo que el Universo es la suma de todas las solitudes.

Una ventaja de la solitud es que permite a uno tomar conciencia de su propia identidad, de su propia individuación. Si uno está siempre rodeado de gente y muy activo socialmente se puede confundir y creer que forma parte de ese barullo en vez de darse cuenta de que realmente forma parte de sí mismo.


OTRAS VENTAJAS DE LA SOLITUD

Muchas personas buscan una vida que no quieren compartir con otras, salvo en lo socialmente imprescindible, como los religiosos de clausura, algunas personas que han enviudado. Hay personas que tienen muy claro el motivo.
Unos dicen que renuncian a la sociedad porque la sociedad ha renunciado a ellos, y prefieren estar solos, como por ejemplo, algunos mendigos y algunos sin techo.
Otros lo hacen porque ven que les compensan más las ventajas que los inconvenientes.
Para otros, como los algunos yoguis, los ascetas y los ermitaños, es su Camino.



ATENCIÓN

Si ya tenemos claro que nacemos solos y morimos solos, y que durante toda nuestra vida vamos a tener que estar con nosotros, que nos vamos a encontrar en cualquier espejo al que nos asomemos y en cualquier lugar al que vayamos, en los momentos de placer y en los días en que no nos apetezca estar con nosotros, en la salud y en la enfermedad, y si somos muy conscientes de esto, conviene valorar muy seriamente la posibilidad de que esta relación con nosotros sea del mayor agrado.
A veces tenemos miedo a estar solos y a solas, y esa situación se nos aparece como algo impuesto y desagradable.
No nos aceptamos en algunas facetas, lo que es un absurdo error, y nos da miedo quedarnos a solas con nosotros porque no nos gustamos, no nos valoramos como una buena compañía, o porque tememos que algo en nuestros interior aproveche ese momento para reprocharnos algo. Y nos parece que siempre tiene algo que reprocharnos.
NO HAY QUE CONFUNDIR EL MIEDO A LA SOLEDAD CON EL MIEDO A QUEDARNOS A SOLAS CON NOSOTROS MISMOS.
Son dos cosas absolutamente distintas. En ambos casos, el remedio es el mismo: Amor Propio, o sea, amor a uno mismo.



ATENCIÓN
El peor enemigo del que no es capaz de entender la solitud es él mismo: su incapacidad para hacerse compañía, y su dificultad para llenar los vacíos que deja la ausencia de otros seres humanos.


SUGERENCIAS

En los momentos de encuentro contigo, ten cuidado de no centrarte únicamente en tus partes negativas. Que no te sirva sólo para regodearte en tus miserias -que quizás las haya en este momento, pero acabarás desterrándolas-, en el sufrimiento –y ya sabes de la inutilidad del sufrimiento-, la pena -no hay que sentir pena por uno mismo jamás-, el dolor -es algo que se puede evitar-, el llanto -o que sea un llanto de lágrimas amargas y atrasadas que necesiten ser vaciadas-; que no te sientas desvalido, y si te sientes así, que seas capaz de abrazarte y acogerte de todos modos; que no sientas el abandono -aunque haya desatención real por parte de otras personas, porque el único abandono que te ha de preocupar de verdad es el tuyo propio-.

Busca el diálogo interno constructivo, el reposo del alma en el silencio y en tu compañía, tu propia armonía, la inacabable paz.
Hay mucha vida en la solitud.


DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL

El Camino de la vida es una Camino de solitud.
Aunque estemos con otros, en realidad estamos con ellos compartiendo nuestra solitud: somos solitudes compartidas.
Uno nace solo y muere solo. Quiero decir que nace él, solamente, y muere él, solamente.
En medio hay muchas relaciones de duración variable, desde el efímero cruzarse con alguien por la calle hasta la relación con nuestros padres, con nuestra pareja, compañeros de colegio, colegas de un trabajo, el panadero de nuestro barrio… todas empiezan un día y acaban otro día.
Con ellos estamos cierto espacio de tiempo, limitado, pero luego regresamos a nuestra solitud, porque es nuestro estado natural; compartimos con ellos nuestra presencia, la conversación, ligeras intimidades, algunos sueños… pero quien realmente somos, se queda dentro de nosotros.
No lo podemos compartir.
Nos pertenece solamente a nosotros.
Es la solitud.
Dios nos hizo así, para que tras cada escaramuza al exterior tuviéramos un estado natural al que regresar y encontrarnos con nosotros mismos.


El Camino no se puede compartir, si bien se pueden comunicar las experiencias que van sucediendo, pero será uno solo quien tenga que realizarlo.


CONSEJO

Casi todos conocemos alguna persona que está o se siente muy sola.
Es un deber humanitario acompañarla.
Y no hace falta decir más.


SOLEDAD

Te temo, soledad, enemiga y compañera.
No me acostumbro a ti,
 ni te quiero con el tiempo.
No somos el uno para el otro.
Me acosas y me deprimes.

Yo, sin ti, feliz.

Te odio.
Te odio porque me fuiste impuesta,
porque no me refugié en ti
ni te di mi consentimiento.

Cuando llego a casa te encuentro.
Te soporto aparentemente:
a tu espalda trato de encontrar compañera mejor.

No te veo, claro está, pero te siento.
Si me acuesto
me empujas hasta el borde de la cama.
Si me siento en el sofá
 me aplastas contra la esquina
 y tú ocupas el resto.
Si me levanto,
a cada paso que doy tengo que desplazarte a empujones,
con dolor.
Llenas mi pensamiento
y me anulas como persona.

A veces me concedes una tregua,
descanso unos segundos sin pensar en ti,
disfruto cualquier recuerdo feliz…
y entonces apareces de nuevo.

Sé que es una trampa para que no me acostumbre a ti
y me duelas y te sufra.

Pero, si estamos condenados a seguir juntos por siempre,
si tú,
 y yo,
 y la noche,
 y las lágrimas,
 y las ausencias,
y el rencor,
y las penas,
tenemos que seguir juntos,
hagamos un trato:
dejadme trabajar y dormir algunos ratos.

El resto del tiempo soy vuestro.


RESUMIENDO

Sin miedo: ni a la solitud ni a la soledad. Siempre son estados puntuales. Nadie debe vivir continuamente en ellos. La vida sigue y sigue con ellas o a pesar de ellas. Presta atención cuando estés en alguno de los dos estados y que te sirva de alimento espiritual, y de crecimiento personal.


Francisco de Sales


 

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