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 49 – LOS ARREPENTIMIENTOS



Julio 01, 2020, 06:22:30 am
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49 – LOS ARREPENTIMIENTOS
« en: Julio 01, 2020, 06:22:30 am »
CAPÍTULO  49 – LOS ARREPENTIMIENTOS

Este es el capítulo 49 de un total de 82 -que se irán publicando- en los cuales se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL Y ESPIRITUAL.



“No basta con arrepentirse del mal que se ha causado,
sino también del bien que se ha dejado de hacer.”
(Joseph Sanial)

“Cometer un error y no corregirlo es otro error.”
(Confucio)

“Las lágrimas más amargas que se derramarán sobre nuestra tumba
 serán las de las palabras no dichas y las de las obras inacabadas.”
(Harriet Beecher)

“Vale más actuar exponiéndose a arrepentirse de ello,
que arrepentirse de no haber hecho nada.”
(Giovanni Bocaccio)

“Nunca es tarde para el arrepentimiento y la reparación.”
(Charles Dickens)

“El que se arrepiente de haber pecado es casi inocente.”
(Séneca)

“Para qué sirve el arrepentimiento, si eso no borra nada de lo que ha pasado. El arrepentimiento mejor, es sencillamente cambiar.”
(José Saramago)

“Dios se anuncia en nuestro corazón por la voz del arrepentimiento.”
(Anónimo)

“Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen
 las enfermedades del alma.”
 (Cervantes)



Salvo que hayas cometido un delito siendo consciente de ello, o una ilegalidad, o hayas hecho algo con la intención expresa de hacer daño o mal, no tienes cosas de las que arrepentirte. Y esto requiere una buena explicación para que sea aceptado. Te adelanto que vas a tener que esforzarte mucho para cambiar la visión habitual de este asunto.


Tenemos tendencia a arrepentirnos de cosas del pasado sin darnos cuenta de que no son cosas nuestras. Son cosas del que éramos entonces, no de quien somos actualmente.
No podemos juzgar con la mentalidad de aquí y ahora -desde el conocimiento evolutivo actual y a la vista de los resultados de lo que hizo nuestro anterior yo- a quien estaba allí y entonces, y actuó del mejor modo que conocía, o con la mejor voluntad, o hizo lo que tuvo que hacer, o lo que pudo hacer, para seguir adelante.
“Esto que dices es una forma de descargarse la conciencia”, dirá alguien.
Pues quizás sea cierto.
Pero es que no es necesario seguir aferrándose al sufrimiento, al arrepentimiento -que no es más que un auto-castigo disimulado-, sino que es imprescindible hacer limpieza de “errores” –y se hace mejor comprendiendo las circunstancias de entonces-, deshacerse de pesares, soltar las cadenas dolorosas que atan al pasado, y permitirse seguir adelante con el espíritu libre para hacer las cosas del modo en que AHORA SÍ SABEMOS.

El arrepentimiento, como simple acto de reconocimiento de algo que fue y no estuvo del todo acertado, o que no fue, asumiendo la responsabilidad por ello, está bien. Pero hasta ahí.
Engancharse a ello para tener un motivo de auto-agravio, o darse golpes en el pecho, machacarse la autoestima, o ser un río de lágrimas, pero seguir estancado, no ayuda.
Lo que ayuda es sacar la lección que toda situación conlleva: aprender, para proceder de otro modo más correcto la próxima vez que suceda algo parecido, y seguir adelante. Con la cabeza bien alta y la sonrisa de satisfacción que provoca el darse cuenta de que ahora se sabe algo más que antes. Aceptando ser simplemente humano, porque no somos nada más que eso. Con derecho a equivocarnos, darnos cuenta, sacudirnos el polvo, y seguir.


REFLEXIONES

Todas las personas del mundo tenemos algún motivo por el que arrepentirse, todos tenemos algo de lo que no nos sentimos satisfechos y cambiaríamos si fuese posible. Todos nos hemos equivocado alguna vez o muchas veces.

No podemos volver atrás y esto hay que aceptarlo. Y aceptarlo nos debería descargar en gran parte de ese pesar que arrastramos. Nos instalamos en el arrepentimiento, y no avanzamos nada con eso, lo que hacemos es perjudicarnos, arrasar nuestra autoestima, vivir enojados y tristes.

El arrepentimiento no es solamente una emoción o un asunto sentimental. Tiene el ingrediente mental que aporta la razón, que comprende el mal hecho –consciente o inconscientemente-, recapacita sobre ello y se da cuenta. Hay un auto-juicio moral que pesa, que culpa, que castiga de ese modo.
Hubo un error, concluyen la mente y el corazón. Y eso provoca un malestar inconsolable. No sirven las propias excusas o razones, y ni siquiera el perdón de la otra parte implicada nos descarga de ese penar.

La voz interna de la conciencia. Eso es lo que resuena en nuestra mente, en nuestro lamento. Es un quejido sin voz, un estremecimiento rabioso que reclama el llanto como forma de expresión. Es la conciencia quien ejerce de acusación y de verdugo.   

Hay que entender que, tras un hecho que merece un arrepentimiento, hay una necesidad de saldarlo con un perdón. El perdón más importante es el propio. Si hemos dañado a otro, ese otro puede llegar a comprender y perdonar, pero el proceso no estará resuelto hasta que  obtengamos nuestro propio perdón. En muchos casos eso que hemos hecho nos duele más a nosotros que al perjudicado.

Cuando sea posible es conveniente reparar el daño, reponer lo que se pueda reponer, compensar si se puede compensar, solucionar si se puede solucionar, pedir perdón desde el corazón añadiendo que se ha aprendido y no se volverá a repetir.
Cuando no se pueda, es útil un acto de contrición, una toma de contacto con la culpa cometida para darse cuenta de su envergadura. Después de eso, pase lo que pase, hay que dar por zanjado el asunto y no insistir más porque no se va a poder hacer nada más –que sea positivo- que lo que ya se ha hecho.
Es mejor no caer en el error común demoledor de martirizarse con el pensamiento de “¿qué hubiera pasado si…?”. Comparar con otros posibles resultados de otra posible actuación agrava el sufrimiento emocional. Si uno es capaz de quedarse solamente en la parte constructiva positiva de esos pensamientos, que es la de ver lo que no se vio y con la intención de saber cómo actuar en una próxima ocasión similar, está bien. Si es un regodeo macabro en lo que se hizo mal… mejor no insistir ya más con eso.


RESUMIENDO

Es un error estancarse en esa fustigación con que uno se maltrata reprochándose lo que se juzga que se hizo mal.
Es una pérdida de tiempo dar vueltas y más vueltas al mismo asunto cuando ya no tiene marcha atrás.
El perjudicado eres tú, sin duda, y seguramente alguien que ande cerca de ti y tenga que aguantar tu mal humor o tu cara adusta de arrepentido. ¿Lo hiciste mal…? Ya sabes que no eres la perfección absoluta. Ni los demás tampoco.
Ya sabes que a vivir sólo se aprende experimentando.
Y ahora puedes decidir no seguir aplicándote tanta injusticia y usar más la generosidad contigo, la comprensión, y no quedarte atascado y triste por cada descubrimiento desagradable de tu pasado.
Ámate como eres.
Lo necesitas y te lo mereces.
Procura hacerlo bien a partir de ahora, incluyendo sonreír en este mismo momento, y si aún no has aprendido que no hay que martirizarse en el arrepentimiento sino que hay que hacer las cosas del modo que no causen esa necesidad, haciéndolo con la mejor voluntad y la mejor atención, no tendrás motivos de arrepentimiento más adelante.


Francisco de Sales



 

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