CAPÍTULO 78 - YO CONTRA MÍ
Este es el capítulo 78 de un total de 82 -que se irán publicando- en los que se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL.
“Yo contra mí mismo ha sido siempre mi mayor lucha”.
“Hubo un día que aprendí que mi único enemigo era yo mismo.
Ese día fue cuando empecé a ganar todas las batallas”.
“Soy mi peor enemigo y lo sé”.
Cualquier Proceso de Desarrollo Personal está plagado de dificultades y contratiempos, de bajones profundos y de leves euforias.
Generalmente aparecen más problemas y obstáculos de los deseados para avanzar en este Camino elegido, pero hemos de estar atentos especialmente a uno que suele pasar desapercibido, que no siempre hacer ruido ni es muy notable, pero va poniéndonos trabas, excusas, zancadillas, desánimos y otros impedimentos para que no nos desarrollemos con fluidez y continuidad.
Este enemigo –a veces innegable por sus explosiones y mala cara, otras veces pasando inadvertido- es… uno mismo.
Cuando uno se plantea su Proceso, con buena intención pero sin las ideas muy claras, pone fuera de sí las barreras y dificultades y se lo toma como una guerra en la que siempre tendrá a un enemigo enfrente y a la vista. Y no es así.
Es habitual que uno mismo sea quien boicotee el Proceso que uno mismo ha puesto en marcha. No lo hace de un modo consciente, pero dentro de sí alberga enemigos desleales con la forma de una autoestima muy baja, de una guerra personal que viene de atrás por todos los “errores” que uno ha cometido, de una lamentable falta de Amor Propio, o de una dignidad débil y desorientada que no es capaz de imponerse.
Hay una parte que sí es decidida y se encarga de dar ánimos, de fortalecer el buen propósito que se ha puesto en marcha, y hay otra parte que se encarga de las zancadillas.
Sería interesante, antes de comenzar el Proceso, tener una conversación seria, profunda, amable y cariñosa, con uno mismo, con sus capacidades y su voluntad, con sus rabias y reproches, con su espiritualidad y sus deseos de Mejoramiento -también con la mente y el corazón- con el objeto de llegar a una alianza cuyo propósito sea llevar a buen término el Proyecto.
Conviene explicarle a la mente que en algunos tramos de ese Camino tiene que mandar el corazón y a éste decirle que la mente no siempre se equivoca y a veces su opinión y su actuación es necesaria.
Explicarle a la rabia, a los miedos, a los reproches y a los pequeños enemigos que nos habitan, que sus reivindicaciones serán tenidas en cuenta y que se eliminarán los motivos de su alteración y podrán quedarse en paz.
Pedirle a la voluntad y la constancia que se esfuercen más que de costumbre porque se les va a necesitar al ciento por ciento de sus capacidades.
Y a la intuición decirle que se manifieste cuando lo vea necesario, y a la Sabiduría Interna que es su momento de expresarse, y a la Espiritualidad que nos acompañe despierta y no nos deje en ningún momento, y a los Santos -o a quien nuestra fe nos proponga- pedirles expresamente su vigilancia, su orientación, su Luz.
Se trata de que no haya obstáculos personales y que todos los yoes y todas las circunstancias remen en la misma dirección.
Que sea un pacto indestructible y que todas las partes se impliquen en esta tarea que, sin duda, va a marcar el resto de la vida.
Que todos tengan el convencimiento de que van a ser los directos beneficiados del Proceso y que sus esfuerzos y concesiones se verán recompensadas.
LOS INCONVENIENTES
La intromisión del ego en este asunto es un gran inconveniente. La sinceridad que se va a necesitar no va a ser de su agrado: no está acostumbrado. Tener que reconocer los “fallos” y “errores” propios es algo inaceptable para el ego.
Nos tenemos que sobreponer a su pataleta y a su deseo de auto-engaño y de ocultar lo desagradable, y tenemos que reconocer y aceptar lo que aparezca, que es lo que somos en este momento, porque negar la realidad no la va a cambiar.
Es necesario aceptar nuestra imperfección porque, precisamente, ella es el motivo de estar en el Proceso. Si queremos modificar la imperfección tenemos que empezar por aceptar previamente que hay una imperfección.
Ese reconocimiento se puede hacer desde la sinceridad, desde el darse cuenta honrada y conscientemente, o puede hacerse desde la protesta del ego herido en su orgullo. En el primer caso, está bien, es sano, es el modo correcto; en ese caso no es necesario que algo de nosotros sea tratado aparte y con una calificación negativa porque somos tanto lo que nos enorgullece como lo que nos avergüenza.
El Ser Humano es la suma de todos sus aspectos en todas sus facetas. Somos así de origen. El hecho de estar en un Proceso de Desarrollo Personal ya significa que estamos con una voluntad de Mejoramiento, pero conviene que sea un proceso natural, el proceso de perfeccionamiento inherente en cada especie.
Hacer el Proceso desde el ego es seguir dándole protagonismo al ego. Hacerlo desde el ego es caer en la trampa que nos propone el ego. Es él quien dice “no me puedo permitir tener fallos”, “no puedo ser imperfecto”, por tanto es él quien aspira a ser brillante y si hace el trabajo por su cuenta no seremos nosotros los beneficiados sino él mismo. Es interesante domesticar al ego y lograr que toda su fuerza se ponga de nuestro lado y que sea un aliado en vez de un enemigo.
Por eso conviene estar presidiendo todo el proceso conscientemente, para darse cuenta del origen. Es muy posible que nuestra voluntad no egóica aspire a la aceptación de una naturaleza personal que se puede ir puliendo, pero sin rechazo a lo que hay, haciéndolo desde el Amor Propio en un progreso que implique el reconocimiento inicial de lo que uno es –que puede ser una tarea muy dura para algunos-, un reconocimiento sincero de la actualidad; que uno se acepte con humildad y con agradecimiento por ese poco o mucho que es en este momento, y ante cualquier cosa que se descubra se aplique, inmediatamente y sin condiciones, el perdón.
Perdonarse y darse las gracias.
Uno es lo que es y ha llegado hasta aquí como ha podido.
Y eso, sea poco o mucho, hay que reconocerlo.
Por supuesto que el ego se va a oponer a que se haga así, desde la humildad y admitiendo lo que él llamará “errores”, “culpas” o “defectos”. Eso para él no ha de existir y si existe hay que esconderlo. Sólo puede asomar su parte reluciente. Para deshacer el ego lo que se puede hacer es fomentar lo que parece su opuesto natural: la humildad. En la humildad se contiene la nobleza, la sencillez, la flexibilidad, la grandeza, la dignidad… y no puede haber ingredientes más ilustres.
Después de buscar y buscarnos, aunque lo estemos llamando con otro nombre, el día que comprendamos qué hay verdaderamente detrás del Proceso en el que nos hemos metido veremos que el motivo principal es la búsqueda de la Paz. Paz personal, mental, espiritual, o cualquiera otra, que se resumirán en estar en Paz consigo mismo. Eso nos llevará también a estar en paz con el resto de la humanidad.
Buscamos la paz, buscamos la humildad, buscamos la sencillez. Quien inicie este Camino pensando en el brillo, en la sabiduría, en el reconocimiento o su encumbramiento, está equivocado.
Está escuchando a su ego y no a Sí Mismo.
YO CONTRA MÍ
Esto no ha de convertirse en una lucha.
Y menos aún en una lucha interior.
Cualquier lucha exige que haya un vencedor y el hecho de que haya un vencedor conlleva que haya también un vencido.
Así no se han de hacer las cosas.
Son muy beneficiosas las conciliaciones, son fructíferos esos acuerdos en los que uno cede en algo a cambio de que otro ceda en algo.
Es mejor que ambos queden más o menos bien que cuando uno queda muy bien y el otro muy mal. No hay que olvidar que somos tanto el que queda muy bien como el queda muy mal.
No es correcto este modo de actuar.
Hay que ser inteligente y llegar a entendimientos con las partes que intervienen en este Proceso, con todos los yoes, con los ángeles y demonios –simbólicos- que nos habitan.
Es necesaria la reconciliación tras cada conflicto para volver a reunir y aplicar de nuevo todas las fuerzas en el mismo sentido.
Y esta es una tarea que te conviene hacerla del modo correcto.
Francisco de Sales