CAPÍTULO 23 - NO EXPRESAR CLARAMENTE LOS SENTIMIENTOS
- LO QUE NO ES APROPIADO -
Este es el capítulo 23 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.
Muchas mujeres creen que los hombres tienen la capacidad de adivinar los gestos indescifrables de los leves movimientos de cabeza, las sílabas sueltas e inconexas, las miradas fijas o las miradas ausentes, los suspiros, los silencios… y no es cierto. Son torpes. Son básicos. Y no se quieren arriesgar a equivocarse en la interpretación porque después tendrían que “aguantar” le regañina porque no fueron capaces de entender lo que la mujer quiso decir cuando, en realidad, no dijo.
“Hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no”. Esta frase resume perfectamente una opinión arraigada que mantienen muchos hombres. Y los hombres entienden –y les gustaría que así fuera- que cuando ellas dicen “sí” quieren decir sí, y cuando dicen “no” quieren decir no. Y no quieren entrar en un juego de malabarismos sopesando si está vez “sí” quiere decir “no”. O sí. O ni sí ni no.
Y, en algunas ocasiones, aunque intuyan con mucha claridad lo que la mujer dice sin palabras, prefieren hacer como que no se enteran. Por si acaso.
Por la buena marcha de la relación, es preferible claridad absoluta, de modo que sea perfectamente entendible el mensaje que tengan que manifestar.
Los hombres, en general, tampoco están muy interesados en escuchar las pegas de las mujeres consigo mismas o con ellos, con la casa o con los niños, con la economía y otras cosas. Les resulta mucho más cómodo que sea ella la que resuelva. Bastante tiene ellos con sus asuntos –en su opinión- como para hacerse cargo de más. Tal vez sea inconsciente-genético-educacional, pero muchas veces creen que con aportar un salario y poco más –lo más básico e inevitable- ya han cumplido su parte, y el resto de asuntos domésticos son responsabilidad de la mujer.
Los hombres que sí están implicados en que su relación sea próspera en sentimientos y amor, los que quieren que siga creciendo y están interesados en el bienestar de la pareja que está a su lado, piden, encarecidamente, mayor claridad cuando se enfrentan a los asuntos inherentes a la relación, y los que se deriven de ella. Los hombres se manejan mal con asuntos sentimentales e intuitivos.
Al pan, pan, y al vino, vino.
A cada sentimiento hay que llamarle por su nombre, cada solicitud hay que hacerla con transparencia, cada necesidad hay que expresarla para que pueda ser satisfecha si es posible, cada miedo hay que compartirlo para que el otro le conozca mejor a uno, cada sueño que se pueda llegar a hacer realidad tiene que ser compartido por si el otro puede colaborar, hay que decir con claridad lo que se espera, lo que se precisa, lo que pueda engrandecer sentimentalmente a ambos. Todo necesita ser expresado y con claridad.
No hay que tener miedo a expresar. Cuando se dialoga, se dialoga. No se culpabiliza, no es un enfrentamiento, no hay ninguna maldad escondida. Es conveniente, por el bien de ambos y por el bien de la pareja, que todas las cosas se hablen. Las que agradan y las que son incómodas de escuchar. Si ambos son capaces de comprender que en el diálogo no hay puñales escondidos sino que la intención que prima es la de resolver, conocerse, y ayudarse, todo adquiere otro significado, se bajan las guardias, y uno se abre de entendimiento y de corazón.
La relación es responsabilidad de ambos. Esto jamás hay que desestimarlo. Y hay que colaborar plenamente para que sea satisfactoria, enriquecedora, ascendente, amable, fértil, tierna, emocionante, llena de matices y rebosante de amor.
Y si no es así, es una relación que no ha alcanzado su plenitud.
“Pedid y se os dará”.
“Hablad y se os entenderá”
Francisco de Sales