CAPÍTULO 111 - HAY QUE SER UN POCO EGOÍSTA
-LO QUE PUEDE PASAR POR NO SABER-
Este es el capítulo 111 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER
“Es una injusticia no pensar en el bien de uno y pensar exclusivamente en el bien del otro.”
Cuando uno cree -o sabe- que ya no está enamorado como lo estuvo antes, es difícil encontrar el equilibrio perfecto entre lo que grita la mente y lo que opina el corazón. Cada uno de ellos aporta sus explicaciones razonadas, o sus sentimientos puros, y cada uno de ellos trata de tirar hacia su lado.
La mente puede presentar un cuadro imparcial, analítico, de cómo está la situación sentimental vista desde fuera y despojada de sentimientos, los cuales, en su acertada opinión, pueden alterar la visión de la realidad. Y ve lo que queda y lo que ya no hay.
El corazón, en cambio, recurre a hablar del amor que hubo –eso: que hubo…- y de las tibias brasas del amor -que ya no es amor- que aún quedan, y de las oportunidades que hay que dar, una tras otra, y de no hacer daño al otro, y de esperar un poco más de tiempo por si cambian las cosas. El miedo y el idealismo le confunden.
Si uno considera de sí mismo que es lo que pudiera llegar a llamarse un “egoísta” que sólo piensa en sus intereses y los antepone a “la relación”, le van a saltar a la yugular argumentos del estilo de la falta de sentimientos cristianos, la deserción pecaminosa del compromiso que adquirió en el enlace, el miedo a tomar una decisión equivocada, su indecisión –que es otra vez el miedo a equivocarse-, la preocupación por los resultados y por todos los que pueden estar afectados por su decisión, el qué dirán los demás… así que la suma de todos esos argumentos, incluso uno solo de ellos, ya son razón –sin razón o una razón equivocada- más que suficiente para aplazar la toma de la decisión que pudiera ser correcta: la de poner fin a la relación.
“Le voy a dar otra oportunidad”, se puede pensar. En realidad, se está dando uno a sí mismo otra oportunidad para pensar bien lo que le pasa, lo que no le pasa, lo que siente, lo que no siente, y todos los demás conflictos que se le amontonan en la mente. Y tiempo para espantar sus fantasmas, para aclarar sus embrollos, para recargarse de energía.
En cambio, si tuviera un pensamiento más racional, y le hiciera caso a ese pensamiento, y tuviera una conciencia menos limosnera y más imparcialidad de juicio, podría tomar con más seguridad y rapidez la decisión.
Esto de no hacer lo que es conveniente para uno es complicado de entender para quien vive más tiempo en el corazón, o para quien le resulta imposible desapegarse de sus creencias.
Es obligación de cada persona, por imposición de la propia naturaleza personal, preservarse. Protegerse. Ponerse a salvo. Defenderse. Evitarse males y sufrimientos innecesarios. Cuidarse.
Es una tarea personal ineludible: anteponer los propios intereses a los de los otros. Aunque suene extraño y haya oídos que no quieran escucharlo y mentes sin actualizar que se opongan porque creen que se tienen que oponer. No es un acto de egoísmo preservarse, sino un acto de justicia y de Amor Propio. Y el cumplimiento de una ley divina.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- Perjudicarse no es adecuado.
- Uno tiene el deber de velar por su bienestar y sus intereses.
- Dar sin recibir algo a cambio es injusto. Está bien ser bueno, pero no está bien ser tonto.
- Los derechos del otro acaban donde comienzan los propios.
- Hay que hablar y buscar soluciones, pero si no hay soluciones hay que tomar las decisiones que sean convenientes para uno.
Francisco de Sales