CAPÍTULO 129 - OBSESIONARSE CON EL AMOR IDEAL
-EL PELIGRO DE LAS FALSAS EXPECTATIVAS-
Este es el capítulo 129 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER
El amor ideal es el amor posible pero… idealizado, o sea fantaseado y sublimado, y de ese modo se convierte en una utopía difícil de hacer realidad. Se ha elevado por encima de su estado natural, y la verdad del amor tal como es por sí mismo, sin adornos ni engrandecimientos artificiales, es la realidad. Es la única y auténtica realidad.
A veces, se le exige demasiado al otro miembro, en el que se han depositado tantas ansias, imaginaciones desbordadas y necesidades, que nunca va a llegar a cumplir las altas y soñadoras expectativas. No siempre se pueden satisfacer los ideales del otro.
El amor ideal es un enemigo de la relación porque con su ansia casi la condena a no poder convertirse en realidad.
El amor es un proyecto a largo plazo y no se puede mantener sujeto durante mucho tiempo sólo con pinzas. Hace falta más. Mucho más. Como, por ejemplo, poner los pies en tierra y vivir el amor como realmente es y no como se ha idealizado. Lo cual no quiere decir que haya que conformarse con cualquier cosa sino que no se le puede pedir a una cosa que sea lo que no es.
Hay personas que en la búsqueda de ese grial del amor irreal irán rompiendo una relación tras otra porque la realidad no está a la altura de lo que la imaginación desbordada fabrica. Una vez desencantados romperán su relación e iniciarán con otra persona un camino orientado directamente hacia el fracaso.
Lo conveniente sería hacer una parada para hacer una importante reflexión en torno a la búsqueda de lo que tal vez sólo pueda tener vida en su imaginación. Y lo más sensato es aspirar a un amor como son los amores por sí mismos, en una relación como son las relaciones, con sus altibajos, sus pequeños desencuentros y sus momentos de Gloria.
Y no buscar urgente y desesperadamente otra persona que llene el hueco que ha quedado. Es mejor que el corazón se enfríe antes de volverlo a ocupar. Es mejor que se vacíe de ecos, de aromas, del otro calor o del otro frío… es mejor que pase un tiempo para que cicatricen bien las heridas, para que el viento se lleve las voces y las pisadas, se apaguen definitivamente los rescoldos, y el olvido se haga cargo de todo y se lleve todo lo inútil consigo. El campo se deja en barbecho para que luego dé mejor cosecha.
Que el olvido no se lleve, bajo ningún concepto, lo que se haya aprendido, lo que conviene saber para pedirlo y poder seguir teniéndolo, y lo que conviene recordar porque no se desea volver a repetir. Hay que evitar eso de volver a tropezar en la misma piedra. Con una herida ya es suficiente.
Al corazón, tras una ruptura, conviene dejarle que se apacigüe, que retome sus pulsaciones naturales, y que reorganice su casa para acoger bien al nuevo inquilino.
Por todo ello, empecinarse en un amor ideal de alguien que sea un dechado de perfecciones es buscar lo imposible. Y pretender que el otro -que no es ni más ni menos que un humano que lleva la imperfección en su origen-, sea por naturaleza la impecabilidad absoluta, sea sublime o divino, lo supremo, que no cometa una torpeza o diga un inconveniente, que sepa comportarse siempre de un modo irreprochable y sepa adivinar deseos y pensamientos para convertirlos en realidad, siempre magnífico y admirable, es pedir lo imposible.
Sea quien sea el seleccionado desde esa premisa de impecabilidad, está condenado a no llegar a la altura idealizada y no será por culpa suya. La tensión que se le va a crear con tan elevada exigencia le va a llevar a vivir un personaje que esté por encima de su naturalidad, representando continuamente un papel que no ha solicitado y para el que no está preparado.
Será bueno hacerse a la idea de que los amores ideales no soportan la luz de la realidad, y que no se les puede sacar del mundo de la fantasía, porque están condenados a morir antes de haber nacido.
El otro es humano. Y eso obliga a ser realistas con los deseos y a dar un toque de cordura a los sueños.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- Los amores idealizados están condenados a morir antes de haber nacido.
- Está muy bien establecer unos “mínimos” para la relación, pero la obsesión por la perfección absoluta la convierte en algo imposible.
- En una relación –de cualquier tipo- es mejor disfrutar lo que hay que sufrir por lo que no hay.
- En una relación puede ser conveniente ser intolerante con LO QUE NO SE QUIERE admitir que haya pero un poco menos riguroso con la exigencia del cumplimento de todo LO QUE SÍ SE QUIERE.
Francisco de Sales