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 CAPÍTULO 132 - LLAMAR ACEPTACIÓN VOLUNTARIA A LO QUE ES SUMISIÓN INCONDICIONAL



Enero 10, 2021, 06:31:23 am
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Conectado Francisco de Sales

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CAPÍTULO 132 - LLAMAR “ACEPTACIÓN VOLUNTARIA” A LO QUE ES “SUMISIÓN INCONDICIONAL”
-CUANDO LA PAREJA ESTÁ DESCOMPENSADA-

Este es el capítulo 132 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER


Para que todas las ideas que aparecen en estos capítulos puedan tener utilidad se requiere que, al leerlo, haya una apertura mental que sea capaz de no dar nada por supuesto y permita revisarse a uno mismo en la relación, por si aparece reflejado en alguno de los capítulos. Se requieren también, indispensablemente, una honradez intachable, una lucidez que no tolere el engaño, una aceptación sin trabas de la realidad incuestionable, no mentirse, ser objetivo, amarse y tener claro que el propósito de cualquier cosa que se emprenda relacionado con lo que se dice en estos capítulos es el bienestar personal y el bien de la relación, y es conveniente también tener una capacidad de comprensión muy predispuesta al perdón y la reconciliación en el caso de que uno se descubra en una situación que no sea de su agrado. 

Si algunas personas no se auto-engañan puede que se den cuenta de que están en una sumisión involuntaria, en una situación que, para dulcificarla, clasifica de aceptación voluntaria. Si a las cosas se las llama por su nombre real, uno se puede sorprender al darse cuenta de que muchas de las cosas que hace no las hace porque sean de su agrado sino para complacer al otro; que ha renunciado a algunas cosas que no deseaba renunciar, pero que lo ha hecho por el bien de la convivencia; que hay carencias que oculta o niega restándole importancia y dándose explicaciones que no siempre resistirían la prueba del polígrafo. Las cosas que se hacen por libre voluntad, sin ningún tipo de coacción directa o subliminal, y siendo consciente de ellas, no están mal. Están muy bien.

Cuando se hacen a regañadientes y disfrazándolas de otra cosa, justificándolas sin convicción, padeciendo una rozadura en el alma cada vez que se hacen, sintiéndose humillado o despersonalizado, viéndose serio o triste en la relación, entonces es momento de plantearse seriamente y sin rodeos este asunto y ver qué se hace con él.

A la persona que se encuentre en una relación de sumisión, más le vale que la reconduzca y ponga las cosas en el sitio justo que les corresponde, o que valore muy seriamente la posibilidad de terminar con esa relación, porque la dignidad personal ha de estar por encima de la sumisión. Todos somos honorables, o sea, dignos de ser respetados por los otros. Este respeto es un derecho que debe convertirse en irrenunciable.

Lo repito nuevamente: el peor agravio que se puede hacer una persona es engañarse. Es un pecado que no se debe cometer. Y es peor aún pretender justificar ese auto-engaño.

No se deben llamar a las cosas con otro nombre, ni disfrazar la realidad con el traje de la mentira, ni tratar de suavizar lo desagradable dándole una capa de pintura rosa.

Nadie en su sano juicio debe aceptar una sumisión incondicional al otro miembro de la pareja –y más concretamente, a ninguna otra persona-  porque eso implica una renuncia a lo que ha de ser irrenunciable: Uno Mismo.

Nadie debe escudarse en que la subordinación es un acto de amor, como tampoco lo es el servilismo, ni creer que por amor hay que hacer o aceptar cualquier cosa, o que ser sumiso es un modo de demostrar el amor incondicional, o que hay que aguantarlo todo para no enfrentarse o no disgustar al otro…

La sumisión en la relación, el no poder ser uno mismo, no pintar nada en ella, es de una gravedad que supera el valor que se le concede, porque no hay que olvidar que antes de formar una relación, cada uno era él mismo y siempre ha sido él mismo –o ella misma-; que el sentido de la vida está relacionado con uno mismo, que la responsabilidad de hacer de su vida algo digno es de uno mismo, y que no se debiera permitir que ningún otro anule eso.

La sumisión incondicional implica una renuncia a los derechos propios, a la libertad y la dignidad personal, y a estas alturas ya tiene que estar claro que no hay justificación que lo ampare.

Quien sea sumiso en una relación –y quiera seguir siéndolo- que lo haga, pero sin disfrazarlo de otra cosa.

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

- La relación de pareja ha de ser un trato entre iguales en el que ambos deben seguir siendo ellos mismos, expresándose libremente tal como son.
- Está bien agradar al otro miembro de la relación aportándole lo que se sabe que le va a satisfacer, pero SIEMPRE ha de ser por voluntad propia y no por imposición ineludible.
- Mucho cuidado con las relaciones donde existe sumisión por una de las partes, porque suelen ser relaciones de dependencia que pueden acabar siendo tóxicas.
- No siempre hay que decir sí a todo y aceptar todo lo que impone la otra parte. Si sucede así, habrá que revisar con objetividad en qué se ha convertido la relación.


Francisco de Sales


 

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