CAPÍTULO 173 - QUEDARSE CON CUALQUIERA
-ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA-
Este es el capítulo 173 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER
Puedo entender que, dependiendo de las circunstancias personales de cada uno, del sitio donde ha nacido y de la comunidad en la que tiene que vivir, de su estrato social, la edad, el físico, las condiciones familiares o su Autoestima, una persona llegue a tomar la decisión de aceptar a cierto hombre o mujer como pareja, aunque esté muy lejos de lo que esperaba, aunque no reúna muchas cualidades valiosas y tenga cosas que no le agraden.
Los emparejamientos por amor comenzaron a realizarse en el siglo XIX. Hasta entonces el amor no entraba en la ecuación matrimonial. No era imprescindible. Los motivos de la unión siempre eran los mismos: conveniencia o intereses.
Ahora es posible –aunque no para todos- escoger con quién se quiere emparejar, y entonces se selecciona la persona que se supone va a aportar felicidad –o lo que cada uno espere de la relación- para el resto de la vida, que es lo que se presupone durará la unión.
“No espero gran cosa de ninguno”, llegan a utilizar como argumento para conformarse con uno cualquiera. “Al final se acaba demostrando que todas son iguales”, se dicen otros para resignarse.
Tomar una decisión así es un asunto muy delicado. Se está hablando de felicidad o infelicidad, de estar bien o no, de tener un resto de vida en el que imperen el optimismo y la ilusión o de tener que soportarlo con toda una carga de inconvenientes.
Si alguien tiene que “conformarse” con “cualquiera” porque sus circunstancias no le permiten otra elección –y si es que realmente no se está auto-engañando con esa creencia-, entenderé su postura, pero le adelanto que pasará momentos muy duros, por el tipo de vida que le puede dar la otra persona, o por tener que escuchar y soportar sus propios lamentos, el dolor corrosivo de la resignación, sus silencios afilados cada vez que le ronde el arrepentimiento, y una sensación de fracaso cada vez que haga un inventario de su vida.
Si se tiene la opción de elegir, hay que hacerlo desde una exigencia que debería ser alta pero que se pueda negociar y dejarla en algo un poco más que moderado. Ya ha quedado claro que la relación perfecta, impecable, maravillosa, óptima en todos los aspectos, es muy difícil de conseguir. Y mis felicitaciones para quien lo consiga.
Aceptar a una persona para una relación implica el riesgo de poder llegar a descubrir más adelante algo que ha mantenido oculto –o que uno no ha querido ver-, darse cuenta de la importancia real de algo que antes no se quiso valorar en su justa medida, ver cómo la pasión del amor se va enfriando y deriva en algo que no era lo que se esperaba, enfrentarse a la realidad de que no todos los momentos vividos son dignos de las más románticas escenas de una película de amor, tener que resolver a diario los pequeños roces de la convivencia y los que se derivan de ella: los asuntos domésticos, los económicos, las discrepancias, algún desengaño…
Es muy interesante saber claramente qué es lo que realmente se aprecia de una persona y lo que es imposible de soportar, y conviene que el seleccionado sea abundante en lo primero y de lo segundo tenga una cantidad de la que se encuentre poquísimo o nada, porque si no es así la vida en común puede ser un calvario.
Si uno requiere, por ejemplo, que el otro sea un buen colaborador en las tareas domésticas y averigua que el seleccionado no lo es, que tenga una reflexión acerca de esto antes de comprometerse mucho y que lo valore de acuerdo a su propia escala de valores. Que tenga mucho cuidado de no intentar auto-convencerse –que es auto-engañarse- con la idea fantasiosa de que ya cambiará, porque es muy posible que no cambie –y es mejor no intentar cambiarle si él no desea cambiar-, y si el paso del tiempo demuestra que no ha cambiado –porque nunca ha sido su intención cambiar-, el desengaño puede ser tan grande que uno descubra, por fin, que el mundo que ha creado no llega más allá de su imaginación utópica, y si su ilusión se ha visto decepcionada del todo es muy duro andar por la vida con uno desilusión abatida.
Es mejor ser selectivo y exigente, no claudicar ante la irrealidad, no conformarse con cualquiera, y apostar por alguien que sí puede aportar, por lo menos, la mayoría de cosas que se desean y preferiblemente ninguna de las indeseables.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- Si una persona decide mantenerse en una relación que no le aporta lo que necesita o desea, que lo haga sin quejas o que elija la opción de no seguir.
- Es mejor ser muy selectivo con la persona con la que se va a convivir porque la vida es muy larga y habrá mucho tiempo por delante para grandes e innecesarios desengaños.
- Conformarse con cualquiera marca la diferencia entre aspirar a la felicidad o condenarse a la mediocridad o la frustración.
-Elegir pareja tal vez sea la decisión más importante que algunas personas tomarán en toda su vida. Conviene ser muy conscientes de ello.
Francisco de Sales