HAY EN MÍ UN CENTRO
Comenzaremos por enfocar el tema de la autorrealización a través de la toma de conciencia del YO.
Hay en nosotros un centro idéntico a sí mismo, inmóvil, permanente, del cual surge todo cuanto yo llego a ser en mi vida, todo cuanto soy, todo cuanto puedo llegar a ser, de donde surge toda inspiración y toda intuición de lo que yo creo que se puede llegar a ser. Todo surge de este centro interior. Del exterior me vienen los materiales; del interior surge la fuerza, la inteligencia, la felicidad. Es esto fundamental para todo aquel que intuye que, si realmente existe este centro del cual surge todo cuando pueda yo llegar a vivir, esto ya está de algún modo en mí y puedo llegar a vivirlo directamente. Todo lo que ahora estoy esperando de las situaciones, de las circunstancias, de las personas, carece de fundamento. Todo lo que puede llegarme sólo me podrá actualizar lo que yo ya soy, lo que ya está en mí. No tengo necesidad de depender de nada ni de nadie, para vivir lo que soy. Nuestro patrimonio natural, nuestro derecho de nacimiento, nuestra obligación como seres conscientes si buscamos algo, consiste en buscarlo donde está y no donde no está. Por lo tanto, el hacer este trabajo no es un aspecto más de las múltiples actividades de nuestra vida, sino que de él depende una nueva y revolucionaria forma de enfocar la propia vida.
Hay que ver claro, en primer lugar, que este YO es la fuente de donde surge todo cuanto en mí se materializa. Todo cuando soy puede verse, o bien como energía biológica, moral, afectiva, intelectual, del tipo que sea, o como conciencia subjetiva de bienestar, de amor, de felicidad; o como conciencia inteligente, conocimiento, sabiduría, intuiciones, verdades. Todo ello depende de un principio central de donde surge todo lo que es esencia. Sin embargo, del exterior procede la forma, lo que nos proporciona los elementos para la actualización y materialización concreta de esta energía, de esta inteligencia, de esta felicidad.
Todos podríamos vivir en un estado de plenitud total, cumpliendo todas las exigencias de la vida cotidiana, si, al mismo tiempo, permaneciéramos en este centro donde el YO es. ¿Qué dificultades hay? ¿Qué obstáculos existen para llegar a esta realización de la que venimos hablando?
OBSTÁCULOS
1. La identificación. El primer obstáculo radica en la no visión, el no conocimiento de este problema. Toda la vida estamos girando, buscando cosas que sólo están en nuestro interior, creyendo que los objetos, el dinero, el prestigio, las personas, o cualquier cosa o circunstancia externa nos han de dar algo de lo que deseamos. Nada nos puede dar nada. El crecimiento se produce siempre desde dentro. Cuando nosotros podamos centrarnos y apoyarnos en este foco, no dependeremos entonces de nada ni de nadie. Exteriormente dependeremos de todo, porque la vida, en su faceta exterior, en el aspecto manifestado, es un tejido constante de interacción. Mi cuerpo depende de todos los cuerpos, mi afectividad de todas las afectividades, mi mente concreta depende de todas las mentes concretas. La vida humana es una red en la cual, precisamente, es muy difícil, por no decir imposible, distinguir dónde empiezo YO y dónde acaba lo otro.
La primera dificultad, pues, consiste en no darse cuenta que todo viene de dentro, que todo lo que estamos buscando se encuentra en nuestro interior. Porque si yo no estoy convencido de esto, seguiré buscándolo fuera, y esta falsa perspectiva será la causa de una serie de dificultades.
2. Las estructuras mentales. De estas estructuras mentales, la estructura madre es la yo-idea, de la que hablaremos más adelante.
3. Los hábitos. Los hábitos tienen la propiedad de hacernos actuar de una forma mecánica, y allí donde hay mecanismos, no hay conciencia lúcida, y si no hay conciencia lúcida, no hay realización del YO.
4. Los contenidos dinámicos de nuestro inconsciente. Son nuestros Vasanas y Samskaras. Así son conocidos en la India. Hacen referencia a los deseos, temores, ilusiones, frustraciones, ambiciones, orgullo, miedo, etc. Todo esto se encuentra dentro de nosotros y está actuando constantemente en nuestra vida diaria a través de nuestra mente. Interfieren y dificultan a la mente para que pueda tomar conciencia inmediata y clara de las cosas.
El trabajo de realización del YO exige que cada uno remonte esta corriente que nos empuja normalmente hacia lo cómodo, superficial, automático, inconsciente. Nuestra conciencia es el campo donde se reúne, por un lado, una demanda interior de plenitud, de realidad, de claridad, de felicidad, y, por otro lado, donde se recibe esa tendencia hacia lo más fácil, cómodo y sencillo, hacia lo que requiere menos energía, menos esfuerzo.
Lo curioso es que nosotros tengamos que plantearnos la realización de nuestro YO como un problema, como un trabajo, y es curioso porque si yo soy YO, ¿qué más necesito para SER? En Oriente se nos dice que nosotros no tenemos que llegar a ninguna realización, que nosotros estamos ya realizados. Yo ya soy esa realidad espléndida a la que aspiro, lo soy desde siempre, no puedo “alquilarla”. O se ES, o no se ha sido nunca. Nos dicen, asimismo, que nuestro único problema es que creemos que somos de una forma determinada: yo creo que soy fulano de tal, que soy padre de familia, que soy empleado de tal empresa; que soy más que éste y menos que aquel otro, o tanto como el de más allá. Nuestra mente se ha ido creando unas categorías mentales con las que se identifica. Oriente nos dice: dejad de creer que sois tal cosa, dejad esa idea de que no tenéis la plenitud. La plenitud, la felicidad, es nuestra naturaleza, aquí y ahora, siempre. Dejemos simplemente de estar hipnotizados, despertemos a nuestra verdadera naturaleza; dejemos de opinar, de estar pendientes de nuestras ideas. Aprendamos a abrir los ojos de la conciencia para sentirnos como Ser aparte y más allá de toda diferenciación, aparte de toda categoría mental, de toda comparación.
¿QUÉ SOY YO?
Cuando yo dejo de pensar que soy esto o lo otro, cuando dejo de calificarme, cuando prescindo de todos los atributos, ¿qué queda? Al principio me parece que no queda nada, pero realmente queda lo que Es. Lo que es primordialmente, lo que es más allá de toda apariencia, de toda manifestación temporal, de todo nombre y de toda forma. Esta es la técnica magistral. Si alguien es capaz de intuir esto y de poderlo realizar, no necesita nada más. Pero el hecho de que muchas personas no se hayan centrado en hacerlo nos da nuestra del grado de hipnosis, de identificación en que vivimos. Estamos acostumbrados a creer que somos sólo lo que creemos que somos.
Si se toman este trabajo en serio, desde ahora, en él sólo hay una consigna que vale la pena ser vivida, pues, gracias a ella, la vida recupera su sentido. Es, por tanto, la base de todo lo que tiene valor e importancia: llegar a descubrir la verdad de uno mismo. Qué soy YO; no por teorías, filosofías, opiniones ajenas, sino por evidencia directa, inmediata. Que yo llegue a descubrir, a realizar por mí mismo, en mí mismo lo que Soy. Yo soy el sujeto, el actor, el pensador, el protagonista de toda mi existencia. Por lo tanto, si lo que busco es realizar este YO, este sujeto, este protagonista, ésta ha de ser mi pregunta, mi consigna en todo momento: ¿Quién soy YO?, ¿qué quiere decir YO? Esta pregunta ha de estar vigente en cada instante. Así como estamos normalmente pendientes del objeto, el objeto que pienso, el objeto por el que trabajo, el sitio donde voy, la persona con quien estoy…, aprendamos a estar pendientes del sujeto. ¿Quién es el que está hablando?, ¿qué quiere decir “yo estoy hablando”? Esta debe ser la consigna fundamental en todo cuanto hagamos en la vida normal. El ejercitamiento especial en el que vamos a trabajar aquí ha de servir de medio para descubrir esa identidad que uno Es.
La ventaja de este trabajo sobre el YO está en que cuanto más descubra mi identidad, cuanto más me aproxime a mi verdadera naturaleza, mejor me podré desenvolver en mi vida cotidiana. Es un trabajo que no me aleja de mi vida diaria, no me aísla de los demás, ni tampoco mis facultades, sino que me sitúa más y más en el centro de todas ellas. Me capacita para hablar, actuar y pensar mejor, para hacerlo todo mejor. Cuanto más YO sea en lo que estoy haciendo, mejor lo haré. Esta es la gran ventaja del enfoque inicial que tomamos. Partir de nuestra realidad presente, ahondar en ella mientras seguimos nuestra vida diaria, aprovecharla para sentirnos más vivos, para descubrirnos sobre la marcha.
Yo no soy nada de lo que estoy haciendo, porque soy YO quien lo hago; soy YO quien está detrás de la acción, no soy la acción, la acción sale de mí. YO soy el actor, no la acción; la acción es una expresión de mi YO, YO me mantengo idéntico detrás de todo, soy el centro del cual surge todo, mi vida, toda mi existencia; es un caudal que va tomando formas diversas, pero que no es nada más que la expresión de una fuente inagotable. Yo he de tratar de descubrir qué es esa fuente; no me he de dejar llevar sólo por ella, siguiendo la corriente por pura inercia. He de tener la fuerza de remontar hasta su origen, buscando la fuente en mí.
Yo no soy nada de lo que pueda pensar, porque todo pensamiento es un producto de mi YO, es una expresión de él. YO soy el pensador, el que se mantiene idéntico a sí mismo cuando piensa y cuando no piensa, cuando piensa “blanco” y cuando piensa “negro”. El que piensa no se altera, no cambia. Por lo tanto, yo no podré encontrarme a mí mismo pensando, porque pensando sólo estaré girando alrededor del YO.
YO no soy ningún sentimiento. Los sentimientos, incluso los más profundos, los más sinceros, los más auténticos, los más íntimos, surgen del YO, son expresión, más o menos valiosa, del YO. El YO es el que siente, no es lo sentido. Así vemos cómo este YO está más allá de todo nuestro campo de experiencia normal; esto quiere decir, que todo lo que experimento de algún modo está en el YO, puesto que surge de él; significa que toda mi capacidad de conocer, mi inteligencia aplicada, mi capacidad de amar, de gozar, de disfrutar, que yo he sentido en cualquier momento, está y surge del YO. NO hemos de confundir nunca el Yo con sus efectos. Esta es, precisamente, una de las características de la realización del YO: que cuando se realiza, no hace referencia a nada más, tiene un carácter irreductible, definitivo, único. Una fuerza es real cuando es idéntica a sí misma, cuando no depende de otra y cuando lo que no es real tiene su fuente en ella; cuando contiene en sínodo, por lo menos todo lo que vemos en las apariencias.
Por helecho de que yo en mi vida he sentido unas experiencias determinadas de alegría, de bienestar de felicidad, de inteligencia, de energía, pienso que el YO, por lo menos, tiene esto, está constituido por esto, aunque probablemente tenga mucho más por seguir siendo fuente.
Antonio Blay