¿LLORAR O NO LLORAR?
En mi opinión, está pendiente ese debate personal que nunca se afronta acerca de si llorar es positivo o negativo, si aporta o perjudica, si es necesario o es mejor evitarlo.
Llorar es la demostración de un estado emocional. Si uno vive sus emociones y sus sentimientos, tanto los placenteros como los desagradables, los ha de vivir hasta su extinción natural, sin reprimirlos… y sin prolongarlos artificial e innecesariamente.
Reprimir el llanto es reprimir las emociones y los sentimientos y éstos nos aportan lo que nos tienen que aportar solamente cuando los afrontamos con todas sus consecuencias. Y si eso nos lleva a pasar un mal rato… pues será necesario pasarlo, porque sólo de ese modo comprenderemos qué es lo que realmente nos duele o nos alegra, dónde están nuestros puntos sensibles, qué tenemos que comprender o reforzar. Nos dan una información que no vamos a poder conseguir de ningún otro modo. Reprimirlo es impedir que las emociones cumplan su cometido.
Las emociones forman parte de la sensibilidad del Ser Humano y ayudan a conformar la personalidad. Sin esa característica, como humanos seríamos incompletos porque es por medio de ellas que vamos formando una parte de nuestra base, vamos contactando con nuestra esencia, nos vamos realizando.
Soy absolutamente partidario de vivir con intensidad todas las emociones que se presenten en nuestra vida. Creo que reprimirlas, o negarlas es perderse un modo de aprendizaje acerca de uno mismo. En varias o bastantes ocasiones me he entrometido en situaciones que no tenían nada que ver conmigo, pero en las que veía que se estaba impidiendo la libertad de esa manifestación. Lo veo mucho en los entierros y con las personas que están sufriendo por algún motivo y lloran. “No llores”, se les dice con buena voluntad pero mal criterio. “Llora todo lo que quieras”, digo yo interviniendo. “Contacta con tu tristeza –eres humano-, con tu vacío, con tus emociones… deja que surtan el efecto necesario, que te hagan sentirte pequeño, roto, triste, humilde… déjalas que manifiesten y atiende y escúchate”.
Que ese llanto que proviene de un sufrimiento no sea solamente para sufrir, sino que sea para sanar. El llanto es terapéutico.
Llorar es sacar lo que nos duele, porque con las lágrimas se dicen cosas que las palabras no saben o no pueden decir. El corazón no puede más y lloras. Se presentan ante ti la desilusión, el fracaso, la angustia, la tristeza, el dolor… y lloras. ¿Qué otra cosa puedes hacer?, ¿enterrar el dolor o negarlo? No hay otra salida más sana que el llanto sin impedimentos hasta que se agote, hasta que se vaya con la última gota la última brizna de pena. Y entonces, en ese mismo instante, comienza tu resurrección.
¿En qué casos no es útil llorar? cuando le agregamos algo que es ajeno a su expresión natural, o sea que lloramos “porque soy muy desgraciado”, “la vida es una mierda”, “siempre me sale todo mal”, o cualquiera de esas frases que son acusativas aunque parezcan autocompasivas al mismo tiempo. Tampoco es un llanto sano cuando se trata simplemente de una pataleta o se falsifica con la insana intención de llamar la atención.
El llanto es sagrado. Es la expresión de tristeza de nuestra alma; es fruto del dolor más profundo, más cruel, y es la expresión de eso tan interno que no tiene voz ni palabras y sólo sabe hablar con un llanto prudente o desgarrado.
¿Llorar o no llorar? Llorar, por supuesto, siempre y cada vez que se presente un motivo necesario para hacerlo.
Te dejo con tus reflexiones…