CARTA A MIS MIEDOS.
Indeseados miedos:
Me voy a dirigir a todos en general, aunque sois muchos y de diferentes tamaños, porque todos mantenéis algo en común, que es vuestra espléndida capacidad de hacer daño en forma de parálisis a la hora de emprender cosas o en forma de inseguridades que atacan cruel y directamente a la Autoestima; eso sin contar con los efectos físicos que provocáis.
Por vuestra presencia ha cambiado el curso de mi vida en más de una ocasión en que he llegado a una encrucijada, donde tenía que tomar una decisión valiente e importante, y habéis influido de mala manera. Me habéis aconsejado mal. Alguien me dijo que la vida comienza donde termina el miedo y así es. Malditos seáis.
Ese mismo alguien también me dijo “haz siempre lo que tienes miedo de hacer”. También tenía razón en esto. Ahí está el reto. El tamaño de los monstruos que nos asustan depende del miedo que se les tenga.
Os escribo sabiendo que no existís, que sois solamente una creación mental. Una jugarreta de mi mente insegura, de mi menta asustadiza. Que soy yo quien os da la vida y el poder y soy yo quien puede hacer que desaparezcáis. Pero no lo hago. Cobarde. El riesgo y el peligro cuando son reales tienen derecho a asustar, pero lo que es incomprensible es que os haya otorgado el poder de coartarme, de enredarme en una telaraña de timidez terrorífica, de decidir por mí.
Sé que el miedo termina cuando uno se da cuenta de que está creando ese miedo con su propia mente. No existe, aunque aparente existir. Y eso es algo que me duele, porque siento que soy yo mismo quien me estoy boicoteando.
Reconozco que me habéis vencido en muchos terrenos, que gran parte de mi vida ha sido influenciada por vosotros: miedo al fracaso, al rechazo, a los cambios, a las pérdidas, al futuro, al sufrimiento, al abandono, a la muerte, etc.
Recientemente he comprendido que pierda lo que pierda siempre quedo yo, siempre me tengo a mí. Y que perder no es nada más que otra de las opciones posibles. Que lo importante soy yo y no mis circunstancias, yo y no lo que pase. Creo que os voy venciendo desde la objetividad, que me permite verificar que mis reacciones ante vosotros son desproporcionadas, que siempre os veo como un enemigo invencible y que sólo tengo miedo a mis miedos.
Hay un antiguo proverbio que dice “el miedo llamó a mi puerta y cuando abrí ya no había nadie”. Así actuáis, asustando; pero cuando me he atrevido a enfrentarme a vosotros dejabais de existir. Desaparecéis.
“Si tienes miedo, hazlo con miedo, pero hazlo”. El día que leí esta frase me envalentoné y empecé a atreverme a miraros cara a cara, en igualdad de condiciones, sin el complejo atemorizado con el que siempre os traté.
Soy Humano y tengo miedo. Lo acepto. Y cuando lo acepto deja de importarme. Sé que no es malo tener miedo, lo malo es permitir que el miedo domine mi vida. Os he cambiado el nombre, ahora os llamo “lo que aún no conozco”, os llamo “advertencia”, os llamo “inconveniente”, y así me resulta mucho más sencillo el enfrentamiento.
“El miedo solo sirve para perderlo todo”. Ya no quiero perder más. El peligro es real, el miedo es imaginario. Vuestro poder se mantiene solo mientras permanecéis en la sombra. Cara a cara no sois nada. Hasta ahora habéis logrado separarme de lo que deseaba o de lo que podría alcanzar a ser, pero ya no voy a consentirlo más. Ya no mandaréis más en mi vida. Os destrono.
Os cambio por mi libertad, que ahora tiene más espacio por donde moverse.
