¿SINCERIDAD O SINCERICIDIO?
Cuando ser sincero es un error
¿Cuántas veces hemos escuchado a personas decir con orgullo: "yo soy muy sincero", "yo siempre soy directo, digo las cosas como son, no me ando con rodeos"? ¿Y no les queda a ustedes la sensación de que "sincero y directo" es sólo un eufemismo de descortés, grosero y desconsiderado? Pues así es.
Hoy en día los medios de comunicación, libros de autoayuda y consejos de expertos en psicología y relaciones humanas, continuamente hacen énfasis en la importancia de la sinceridad, en decir la verdad, en ser transparentes y honestos. Establecen la sinceridad como la mejor política. Pero la realidad es que muchas veces no es así. La sinceridad está sobrevalorada. Para mucha gente ser "sincero" se ha convertido en un arma para lastimar a otras personas. Otras veces es un pretexto que consideran válido, para decir algo que los haga sentir mejor pero que daña a otros. La pregunta es: ¿Cómo saber cuándo es sinceridad y cuándo es sincericidio?
Comentarios sobre la apariencia física de alguien. No se necesita ser muy inteligente para saber que decir algo como: "Sí, estás gorda, pareces tinaco, deberías comer menos" es por demás hiriente. ¿Es necesario ser sincero en este caso? Claro que no.
Críticas en general. Somos muy dados a criticar todo y a todos: las formas de pensar, de actuar, las creencias religiosas, la pareja de alguien, su familia, sus hijos, etc. Todas estas son grandes oportunidades para ofender y lastimar para los afectos a la "sinceridad compulsiva". Simplemente no digas cosas que no te gustaría que te dijeran. La mayoría de la veces la cortesía es más importante que la sinceridad. No importa si es "la verdad". Lo cierto es que la verdad es relativa. Es una percepción personal y cultural formada por tu propio esquema de valores. Así que si quieres ser mejor persona, vive y deja vivir a los demás como ellos quieran.
Información sobre tu pasado romántico a tu pareja actual. Es muy común que al iniciar una relación la otra persona quiere saber todo sobre nosotros y nosotros queremos abrirnos y ser honestos. ERROR. Por mucho que nuestra pareja pregunte, en realidad son cosas que en el fondo prefiere no saber y en la mayoría de los casos esa información será usada en nuestra contra. Así que guárdate para ti los detalles de tu pasado.
Confesar una infidelidad. Este es un tema espinoso. La mayoría de la gente cree que sincerarse es lo mejor para la relación, pero la realidad es otra. Aquí es necesario hacer un examen de conciencia: ¿Por qué quieres sincerarte? ¿Por qué sientes culpa y estás arrepentido? Pues sí ese es el caso, confesarlo es una mala idea. Justificarlo pensando "es que merece saber la verdad" es en el fondo una actitud egoísta. ¿Por qué merece saberlo? ¿Por qué merece cargar con ese sufrimiento y dolor? Lo que generalmente sucede en estos casos es que la persona infiel siente una culpa y malestar tan grande que busca "sincerarse " como una manera de aligerar esa carga. Y eso no es por el bien de la otra persona. Es por el bien propio. Si realmente te importa tu pareja, te sientes culpable por haberla traicionado, entonces carga tú sólo con la culpa, y jamás vuelvas a hacerlo.
En general, un buen parámetro para saber cuándo es bueno sincerarse y cuándo no, es considerar el daño que puede provocar en la persona receptora de nuestras palabras. Además por supuesto, que siempre hay opciones. Se puede decir lo mismo, pero de una manera cortés y considerada.
Cada que te encuentres en el dilema de ser sincero o sincericida, recuerda la frase: "Si no tienes nada bueno que decir, no digas nada"
¿SINCERIDAD O “SINCERICIDIO” ?
Algunas personas presumen de “ir de frente por la vida” diciendo siempre la verdad, sin importar la personalidad de los que les escuchan. Hay personas muy seguras de sí mismas, con una autoestima equilibrada, a las cuales no les afectará prácticamente nada de lo que les digan; no van a desestabilizarse nunca. Pero, por el contrario, hay tímidos, inseguros, con baja autoestima, a los que les pueden hacer mucho daño.
María es una persona insegura, que siempre pierde sus derechos por no enfrentarse a los demás; es muy influenciable, sobre todo por su madre. Está realmente disgustada, porque acaba de romper con su novio y busca el apoyo en ella. Le llama para comentárselo, esperando su consuelo, pero la madre, con muy poco tacto, le dice: “si tu novio te ha dejado, algo habrá visto en ti que no le ha gustado”. Este hecho sucedió hace varios años y, aunque estoy segura de que la madre hizo este comentario sin mala intención y sin saber el alcance que podía representar para su hija, esas palabras hundieron más a María, la cual continúa hoy con problemas de autoestima e inseguridad. En estos momentos, quiere cambiar y deshacerse de esa losa que le impide ser feliz. Lo conseguirá, por supuesto, pero para ello necesitará una buena dosis de apoyo psicológico externo y de esfuerzo, constancia, paciencia y confianza por su parte.
Es importante ser sinceros con nosotros mismos y no engañarnos, ya que esto sería algo irracional e iría en contra de nuestros propios intereses, pero cuando interactuamos con los demás deberíamos cuestionar y dosificar el grado de sinceridad que usamos en función de la persona a la que nos dirigimos. La sinceridad es una virtud siempre que no perjudiquemos con ella a nadie, pero deja de ser virtud si decimos lo que pensamos sin tener en cuenta cómo va a afectarle al interlocutor.
Carlos estaba desorientado. Acababa de cumplir 18 años y creía que era homosexual; había salido con una chica, pero no terminaba de llenarle. Él se divertía mucho más con sus amigos, que saliendo con ella a solas. Le preocupaba, sobre todo, cómo contárselo a sus padres, que ni se lo imaginaban. A Carlos le dije en mi consulta que “una cosa es la sinceridad y otra el sincericidio”. Le propuse que esperara un tiempo para que comprobara realmente su orientación sexual, pues todavía era muy joven y no había necesidad de hablar aún con sus padres. Además, la orientación sexual es algo que pertenece a la vida íntima de las personas y no es obligatorio confesarla si no se quiere, o si se cree que haciéndolo se perjudicará el bienestar de las personas a las que quieres. Por otro lado, cuando los padres vean que su hijo no sale con chicas y que constantemente sale sólo con chicos, se irán dando cuenta, poco a poco, de sus preferencias sexuales y lo asimilarán más fácilmente.
No hace mucho recibí la llamada de un padre muy angustiado porque su hijo de 16 años le había comunicado que era homosexual; me comentaba que la madre y él estaban desesperados y no sabían qué hacer ante tal situación. Traté de tranquilizarle y, en primer lugar, le dije que independientemente de la sexualidad de su hijo, siempre iba a ser el mismo hijo que había sido hasta entonces; que necesitaba todo el apoyo y el cariño familiar que pudieran darle y que lo que realmente les debería importar era que su hijo fuera una buena persona y un buen profesional, porque la calidad humana está por encima de todo.
Por tanto, diremos que la sinceridad requiere tacto y prudencia, porque ser sinceros exige responsabilidad y hay que saber discernir para tratar de ayudar siempre que sea posible. También en el trabajo hay que comunicar al empleado los resultados de su rendimiento, pero se sabe que la crítica sincera a menudo ocasiona un deterioro del desempeño y reduce la motivación laboral.
Se realizó un estudio en una gran empresa internacional, que demostró que el elogio por buen rendimiento casi no influía en la conducta futura, cuando se daba junto a críticas negativas. Claro que es importante en las empresas comunicarse con los empleados para hablar sobre su trabajo, pero las críticas han de hacerse con mucho tacto y comprensión.
Hemos de tener en cuenta que prácticamente todos consideramos el trabajo como una de las cosas más importantes en la vida y no sólo debido a la seguridad económica que nos brinda, sino también desde el punto de vista psicológico, porque en él se basa gran parte de nuestra autoestima, orgullo personal y sentido de la dignidad.
La crítica sincera no deja de ser un juicio hacia los otros, cuestionándose en ella el cumplimiento de sus obligaciones. Cuando las críticas son duras, la mayoría de los individuos no intentan superarse, sino que simplemente se dan por vencidos.
Una solución más beneficiosa, tanto para el empleado como para la empresa, a la hora de comunicarles sus progresos laborales sería sustituir la comunicación formal actual, dos o tres veces por año, por otra en la que se mantuvieran contactos con los empleados con mayor frecuencia y de manera informal, por ejemplo, mediante retroalimentación semanal, e incluso diaria, según el tamaño de la empresa.
En resumen, hemos de tener siempre en cuenta lo siguiente:
1- Que cuando alguien dice que él “va de frente”, presumiendo de sinceridad, su comportamiento puede perjudicar gravemente a otras personas.
2- Que los juicios que hacemos sobre los otros, generalmente van contra ellos, porque en realidad se denuncian comportamientos, aptitudes, defectos físicos, etc. Hemos de aceptar a los demás con sus virtudes y sus carencias. Aceptando a las personas que nos rodean como son les ayudamos a crecer y a sentirse queridas.
3- La sinceridad, si ha de ser una virtud, tiene que tener en cuenta al otro y saber lo que se le puede decir y lo que no se le puede decir y cuál es el mejor momento para hacerlo, es decir, debe valorar siempre antes cómo va a recibir la otra persona nuestro mensaje. A través de una sinceridad mal entendida perdemos amistades, tenemos problemas con la pareja, etc., cuando ellos no estén preparados para escuchar nuestra verdad.
4- Nuestras críticas, más que una expresión de sinceridad, frecuentemente son juicios que hacemos sobre los otros. Y, por tanto, no siempre llevan objetivamente el supuesto “valor de verdad” que nosotros le atribuimos.
(Autor desconocido)