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 EL AMOR



Noviembre 28, 2010, 08:22:27 am
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Desconectado Francisco de Sales

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EL AMOR
« en: Noviembre 28, 2010, 08:22:27 am »





En todo momento estoy insistiendo en la necesidad del ser humano de Buscarse, primero, Descubrirse, después, y Ser Uno Mismo, por fin.
Es porque si no uno se conoce, no se puedo querer, y si no se quiere, probablemente el amor que sienta por los demás sea una proyección de su necesidad de que le acepten, y estará actuando para que le quieran.
Tiene miedo al rechazo: si nadie le quiere, no existe.
Pero, ¿A quién quieren?, ¿Quién soy yo?

En la revisión de la actitud hacia el amor, uno se encuentra ante un asunto tan amplio como indefinido, tan moldeable como receptivo a cualquier definición, y tan esquivo como imposible de resumir.
Todo lo que se quiera decir sobre el amor vale, ya que cada persona tiene un sentido del amor distinto en su planteamiento. En la fuente original del amor, sin embargo, al no depender de las diversas relaciones que, por lo general, constituyen la condición de un amor, éste nos eleva más allá: nos hace sentirnos parte de algo indivisible, sólo vivo en el sentimiento; nos hace ser libres y más receptivos de él que generadores.

Tony de Mello dijo que “el amor es egocentrismo refinado. Al amar a alguien no es que se ame a alguien, sino las ventajas de compañerismo, afecto, placer, ayuda y apoyo que esa relación trae”.
No se equivoca.
Es evidente que las amistades, y nuestro amado, nos aportan cosas satisfactorias, y por eso nos es grato y deseable estar con ellos.
Si uno vive con una pareja es porque ha decidido, consciente o inconscientemente, que va a estar mejor que solo.
En realidad, el que practica la vía del amor debe caminar por la vía del desapego, para no entorpecer la evolución de la otra persona.
El amor es libertad. El amor no es una inversión en la cual la fórmula es: yo te amo, por lo tanto tú me debes otro amor cuanto menos igual al mío más los intereses correspondientes.
El amor es: yo te amo independientemente de que tu me ames o no, incondicionalmente; por nada concreto que hayas hecho por mí, sino simplemente porque eres tú.

El amor es algo que no nos pertenece, es un regalo divino que traemos implantado en nuestro Ser, del cual Dios nos hace administradores, haciéndonos ver, eso sí, que es interminable y que podemos y debemos utilizarlo sin tacañería.
Dios nos nombra distribuidores de amor, repartidores incansables, y generosos proveedores. Dios dice “esto es infinito, y además tu enriquecimiento amoroso será proporcional: mientras más des, más crecerá y se multiplicará, y, por tanto, más tendrás”.

Si algún día tuviéramos la claridad de sentirlo, y la valentía de decirlo, todos podríamos firmar este pensamiento: “HE DESCUBIERTO QUE HASTA AHORA YO NO HE AMADO DE VERDAD A NADIE EN LA VIDA”.
Porque sólo en contados casos el amor brota de un modo natural, sin proponérselo, como parte intrínseca de la naturaleza humana que es. Lo normal es que no pensemos en el amor como algo universal y cotidiano, y nos pasemos la vida sin amar de verdad, sin ser conscientes de ese maravilloso don del que somos portadores y beneficiarios.

Deberíamos hacer que nuestro amor fuera un amor del que somos plenamente conscientes.
Ese es el verdadero amor.
Cualquier otro, es una mala imitación o un mal sustituto.
Acabamos conformándonos con cualquier migaja, nos vale con la palabra, con que la pronuncien para nosotros aunque no lo demuestren, o nos quedamos satisfechos con la equivocación del otro que cree amar, cuando lo suyo no es amor.
Tal como he escrito anteriormente, sólo algunas personas lo sienten dentro de sí de un modo primigenio y lo manifiestan con sinceridad; el resto de los seres humanos, que somos mayoría, tenemos que aprender a desenvolvernos con él, empezando por quitarnos el miedo al amor y sus consecuencias, y aprendiendo después a recibirlo sin aprensión, como algo habitual; sintiéndolo como nativo y esencial.
El amor bien ejecutado es todo generosidad, todo sonrisa, interna o externa, todo paz. Nada produce la misma sensación que dar o recibir amor de un modo sincero. Nada.
El objetivo originario en cada ser humano es conseguir la felicidad de los demás, y la propia, a través del acto espontáneo de manejarse con el amor de continuo y con franqueza, sin dependencias ni aferramientos, atendiendo y relacionándose con el corazón del otro, o abriendo el propio para que se recargue de esa energía divina.


VISTO DE OTRO MODO
Lo menos que se le puede pedir al amor es sinceridad y claridad.

Sinceridad: Ver al otro simplemente como un ser humano, con todas sus cualidades tal como son y todos sus defectos sin maquillar; no idealizándolo, ni infravalorando sus aspectos menos agradables con la idea quimérica de que uno será capaz de cambiar al otro, o que el otro cambiará. Eso es, cuanto menos, una insensatez y una base poco sólida, solo utópica, para crear sobre ello unas relaciones tan importantes como con la auténtica amistad o el amor de pareja.
Es conveniente que seamos capaces de relacionarnos con el otro tal como es, y no con la imagen que nos hayamos creado o creído del otro.

Claridad: En el caso del amor de pareja, no permitir que la mente quede embotada y ofuscada por el enamoramiento, ese estado previo al amor en el que la idealización y el deseo sexual, disfrazan la realidad.
En el caso del amor general, no amar como inversión buscando a cambio que nos llenen nuestro corazón: dar, primero, y recibir, después, por justicia divina.

Un amigo me confesó que su gran error era que en la amistad daba y en la pareja exigía. El amor, sin especificaciones ni adjetivos, es dar, por las buenas, porque sí, y también recibir, sin condiciones ni impedimentos.
Cuando hablo de amor no me ciño a la exclusiva relación entre dos personas que comparten o van a compartir toda una vida, sino a cualquier relación entre personas.
Porque el amor no es el resultado de una relación entre dos: es un estado del Ser.


 

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