DATE PERMISO PARA SENTIR EL DOLOR.
En mi opinión, darse permiso para sentir todo el dolor emocional –pero solo en su justa medida, tal como es y sin agrandarlo- es sano. Es necesario. Es regenerador y enriquecedor.
Pero no hablo del sufrimiento malsano en el cual uno acaba convirtiendo ese dolor en un motivo para regodearse en una auto-flagelación alargándolo innecesariamente como modo de auto-castigarse, sino del dolor sano, el dolor natural que lo único que hace es cosificar una emoción ingrata que se manifiesta dentro de uno.
Hablo del dolor como expresión sentimental y física de algo que sucede en el interior aunque se manifieste en lo exterior, del impulso nativo y natural que se expresa de ese modo, de esa reacción humana que no es necesario reprimir porque necesita expresarse.
Steven Hayes decía con razón: “A menudo hay tanta vida en un momento de dolor como en un momento de felicidad”. Hay cosas que solo se aprenden en el dolor o desde el dolor. Hay veces que el mundo o la vida o el destino se alían y hacen cosas para ponernos en una situación límite que nos obliga a sentir ese dolor para que ya no podamos seguir negando lo que nos pasa. El autoengaño funciona sólo a veces, no siempre. El dolor entonces, como las crisis, ha de ser bien recibido y mantenerlo y mantenerse en él hasta que hayamos extraído el mensaje, la lección que aporta, lo que teníamos que ver o aprender.
Cada vez más gente cree que el dolor emocional es necesario para crear resiliencia, inteligencia emocional, además de fortaleza mental y sentimental. Hay cosas que parece que no se pueden aprender de otro modo. Quien siente ese tipo de dolor comprende bien o mejor a otro que esté sintiendo un dolor similar.
Tal como dicen que dijo Bob Marley, “no sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es la única opción”. Atravesar por el dolor y salir no sólo ileso sino fortalecido es el modo positivo y enriquecedor de afrontarlo. “El dolor que sientes hoy será la fuerza que sentirás mañana”.
Los estudios han demostrado que una emoción no dura más de 90 segundos. El dolor que permanece a partir de entonces deja de ser dolor porque se ha transmutado en un sufrimiento auto-infligido por estar pensando exagerada y negativamente en lo que ha pasado. Y, lógicamente, eso dificulta los procesos posteriores de comprensión, aprendizaje y resolución. El dolor desaparecerá cuando el aprendizaje se instale en ti, entonces te darás cuenta de que ya no lo necesitas. Al dolor hay que observarlo, averiguar de dónde viene, por qué se manifiesta, preguntarle, interrogarle, acosarle si hace falta; está tratando de enseñarte algo y va a insistir hasta que lo veas y aprendas; no hace como el sufrimiento, que es inútil y contraproducente.
Con ese dolor haz lo que quieras: conviértelo en sufrimiento y sólo sufre o extrae su enseñanza… y continuarás creciendo. Date permiso para sentirlo… pero déjalo marchar pronto y con todo tu amor.
Te dejo con tus reflexiones…