POR QUÉ CUANDO ME ENOJO NO ME PUEDO CONTROLAR.
Por Gemma Adsuara Arrufat.
Muchas veces no somos conscientes de nuestras emociones y cómo estas nos controlan hasta que es demasiado tarde. Incluso muchas veces se puede decir que nos arrepentimos de comportamientos los cuales han sido impulsados por una emoción.
Puede que a veces que sea la felicidad la que nos impulsa a hacer algo no peligroso, pero si es la ira y el enojo el que nos controla puede llegar a convertirse en un gran problema.
A lo largo de este artículo de Psicología-Online, queremos mostrarte como la emoción de ira y enfado pueden controlarte hasta niveles que te hagan actuar agresivamente y, a su vez, también pretendemos mostrarte las pautas necesarias para que puedas controlar los ataques de ira.
¿POR QUÉ NO PUEDO CONTROLAR MI IRA?
Primero, para poder contestar a esta pregunta hay que identificar correctamente la emoción de la ira y, para ello, hemos de conocer su definición. Según relata Nieto (2008) la ira es descrita como una emoción primaria que se presenta cuando un organismo es bloqueado en la consecuencia de una meta o en la obtención o satisfacción de una necesidad.
A su vez, también tenemos que diferenciar entre los conceptos experiencia de la ira y expresión de la ira, donde el primero de ellos hace referencia a aquellos procesos subjetivos y a las emociones relacionadas, las cuales son caracterizadas por una actitud de hostilidad por parte de la persona que las presentan. Mientras que la expresión de la ira, va referido a la conducta agresiva provocada por el episodio de ira en sí.
Esta expresión de la ira, va relacionada con los estilos de afrontamiento que tiene cada persona frente al suceso que la desencadena. Si tienes problemas a la hora de controlar tu ira, muy probablemente tengas un estilo de afrontamiento externo, donde tienes la necesidad de expresar tu enfado a través de conductas agresivas ya sean verbales como físicas.
POR QUÉ CUANDO ME ENFADO PIERDO EL CONTROL
Como podrás leer en algún otro de nuestros artículos sobre la personalidad, cada uno de nosotros es único e individual. Por ello tratar de dar una explicación exacta y colectiva a los motivos de porque nos expresamos de una manera u otra, es prácticamente imposible.
Pese a ello, sí que se sabe a consecuencia de diversos estudios como el de Shaffer (2002) que la personalidad, la forma de expresar las emociones y nuestro comportamiento, viene determinada tanto por factores internos (dicho de otra forma, factores genéticos) y factores externos o ambientales.
Para comprender mejor esta afirmación os pongo un ejemplo. Si desde pequeño tu predisposición genética hace que seas más propenso a enfadarte, tenderás a mostrar actitudes de ira y enojo incluso en situaciones las cuales podrías resolver sin enfadarte. Y si además, en tu casa has visto que, frente a un problema que causa un enfado este provoca en alguno de tus progenitores un comportamiento agresivo, este factor ambiental te hará ser más tendente a comportarte del mismo modo cuando te enfades.
Este control de las emociones y los sentimientos viene realizado por un núcleo llamado amígdala del sistema límbico. La amígdala, a parte de producir las reacciones emocionales, también se encarga gracias a su conexión con el lóbulo frontal de inhibir conductas.
La amígdala es una estructura cerebral la cual permite a las personas elegir aquellas estrategias correctas frente a los estímulos que nos rodean y por ende a las emociones que estos estímulos suscitan en nosotros. Es por ello, que, si una situación es amenazadora para nosotros, la amígdala nos impulsa a tener conductas de lucha u huida. Sin embargo, y aquí es cuando se crean las conductas agresivas, si una persona tiene dañada la amígdala, esto puede dar a lugar a reacciones extremadamente agresivas o incluso a una perdida total de la sensación de miedo, haciendo que la persona ponga en riesgo su integridad física.
A su vez, si su conexión con el lóbulo frontal se encuentra dañada, la persona va a tener muchas dificultades a la hora de inhibir conductas, lo cual de nuevo puede acabar produciendo falta de control y una agresividad extrema. Por ejemplo, si una situación provoca en alguien con el lóbulo frontal la emoción de ira y este, a consecuencia del enojo quiere pegar un puñetazo, no habrá nada en su cerebro que le inhiba la conducta que quiere realizar y al final, acabará dando el golpe.
POR QUÉ CUANDO ME ENOJO QUIERO ROMPER COSAS
Una forma muy habitual de expresar la emoción de ira es mediante conductas agresivas, las cuales se tratan de comportamientos dirigidos hacia un blanco, ya sea persona u objeto el cual resulta con algún daño.
Algunas de las personas que tienden a expresar su enfado de este modo, indican su creciente necesidad de romper las cosas que le rodean cuando se sienten enojados y enfadados.
Una posible explicación a este comportamiento es una necesidad en el individuo de soltar la tensión que su organismo acumula durante el estado de ira y por lo que, en vez de actuar agresivamente hacia una persona física, decide hacerlo contra un objeto, el cual sabe que, aunque se rompa, no va a dar a lugar a secuelas físicas en un ser humano.
Sin embargo, existen otras estrategias más adaptativas para gestionar la intensidad emocional, así como técnicas para desestresarse.
CÓMO CONTROLAR LA IRA Y LA AGRESIVIDAD
El control de la ira va muy condicionado al estilo de afrontamiento de cada persona. Estos pueden ser el externo (ya explicado antes), el interno, en el cual la persona trata de suprimir los sentimientos de enojo y furia, pero sin conseguir reducir su nivel de enfado, y, por último, aquel estilo en el cual la persona busca poner en marcha estrategias para reducir la intensidad del enojo y poner solución a la situación que ha dado a lugar a la ira. Este es el considerado el más adecuado, pues de esta manera, la persona elimina cualquier resquicio de emoción de ira.
Existe una gran cantidad de técnicas psicológicas empleadas para el control de la ira, sin embargo, aquí os voy a describir el propuesto por Deffenbacher (1994) el cual se basa en una serie de pasos a seguir:
1. Aumentar la conciencia del déficit. Siempre el primer paso es tomar consciencia. La persona ha de desarrollar una adecuada sensibilidad a su respuesta de ira, para de este modo poder empezar a controlarla lo antes posible.
2. Interrumpir el desarrollo de la respuesta de ira. Proporcionar estrategias, como las autoinstrucciones o la demora de la respuesta emocional, para cortar el desarrollo de la emoción de la ira.
3. Relajación. Cuando sientas que la ira te invade respira tomando grandes bocanadas de aire y soltándolas lentamente. Con cada respiración focalízate en un musculo y trata de sentir como se destensa a consecuencia de la respiración.
4. Modifica los pensamientos que te puedan hacer reaccionar con agresividad a consecuencia de la emoción de la ira. Muchas veces esta actitud agresiva viene desencadenada por algunas distorsiones o pensamientos erróneos, como por ejemplo pensamientos catastróficos, sobregeneralizaciones, interpretaciones de las ideas y pensamientos de los demás, los cuales nos pueden hacer enfurecernos excesivamente. Por ello el aprender a identificarlos y modificarlos nos puede ayudar a la hora de controlar un comportamiento agresivo.
5. La técnica de solución de problemas te ayudará a aprender a controlar la ira, pues habitualmente, cuando se nos plantea un problema, si somos conscientes de la existencia de una solución, esto no nos va a crear enojo ni ansiedad. Por ello, si somos conscientes de nuestra capacidad para controlar las situaciones y darles una solución, también seremos capaces de controlar nuestra ira.
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