APRENDER A AMAR Y A SER AMADO.
Pensamos que todos/as sabemos amar y recibir amor, pero no es así.
Y en muchas ocasiones no es así porque no hemos tenido esa experiencia, de dar y/o recibir amor, al menos en cierto modo.
Es posible que según habéis leído la frase anterior vuestro corazón se haya encogido de tristeza y dolor, pero os puedo asegurar que vivir de espaldas a esa realidad (como a cualquier otra) puede ser muchísimo más doloroso, por las consecuencias que puede llegar a tener.
Y es que si yo no soy consciente de que «no se amar y/o recibir amor», iré por la vida «dando tumbos», «desaprovechando» mis afectos, malinterpretando situaciones, sentimientos, vinculándome a personas que no sienten lo mismo que yo o no entienden el amor y/o la relación de la misma manera que yo, en definitiva, cometiendo «errores de supuesto principiante» con personas que realmente no me aman.
Más aún, puedo llegar a pensar que hay algo mal conmigo, que estoy haciendo «mal» las cosas o que no tengo suerte en el amor y que el universo se está cebando conmigo.
Nuestras ganas de amar y ser amados, en ocasiones, nos llevan a no poner límites, a no dosificar, a perdernos en lo que sentimos y a perder las referencias, pasando tal vez por alto a la persona que realmente tenemos delante, lo que siente por nosotros/as y lo que quiere de la relación que tiene con nosotros/as.
Las opciones son muy amplias.
Puede que en nuestras relaciones demos muy poco o demos muchísimo, puede que recibamos poco o recibamos mucho, navegando en un mar de incertidumbre en el que ni si quiera sabemos qué estamos dando ni qué estamos recibiendo realmente.
No vemos lo que tenemos delante.
Cuando estamos acostumbrados/as a darlo «todo» y no recibir nada, esa es la única situación lógica, normal y esperable para nosotros/as, hasta tal punto que cuando recibimos por la otra parte, no sólo nos parezca de otro planeta, sino que incluso se nos despierte cierta suspicacia: ¿qué quiere realmente esta persona?
La respuesta más evidente que es: «A ti», ni se nos pasa por la cabeza.
Del mismo modo, cuando estamos acostumbrados/as a recibirlo «todo» y a no dar apenas nada, esa situación es la lógica, normal y esperable para nosotros/as, hasta el punto de que cuando la otra parte nos pide algo se nos despierte entonces la suspicacia: ¿qué quiere realmente esta persona de mi?
Una vez más, la respuesta más evidente: «A ti», ni se nos pasa por la cabeza.
Como podéis imaginar, la «escala de grises» intermedia es muy muy amplia, no tiene por qué tratarse de ninguno de los dos extremos, pero ahí está.
Incluso hay personas que directamente piensan que las personas se dividen en «las que dan» y en «las que reciben», y se quedan tan panchos justificando así la situación.
Pensaréis que, tal vez, ya hay que «estar hecho/a polvo» para verse en una situación así, pero es más común de lo que pensáis.
Al fin y al cabo, ¿quién está libre de verse en una relación que realmente no es lo que quiere, por unos motivos u otros?
Creo que, en cierto modo, a todos/as nos ha podido pasar alguna vez, aunque no lo hayamos llegado a ver hasta que la relación se ha acabado.
Lo que yo tengo muy claro es que, en ocasiones y desde luego en ciertos aspectos para todos/as, no recibimos «la educación emocional» que en realidad todo ser humano necesita.
No nos enseñan a amar ni a dar amor, parece que todos/as tenemos que venir con esa lección «aprendida de casa».
Así que vamos aprendiendo sobre la marcha.
Y según los/as «compañeros/as» y los/as «maestros/as» que tengamos, así vamos avanzando por el camino del amor.
Puede ser muy doloroso darte cuenta, en un momento determinado de tu vida, de que realmente no estás «dando amor» a las personas a las que quieres y/o que no has «recibido amor» de las personas que se suponía que te querían.
Y, a veces, la forma en la que te das cuenta es gracias a una persona que te está amando con todo su corazón y no consigue entender por qué tú no lo ves, porque no confías, por qué no abres tu corazón.
Otras veces lo que ocurre es que pierdes a alguien a quien amas porque no estaba recibiendo tu amor, aunque de hecho esa persona te amaba también a ti, como tu a ella.
No creo que haya manuales al respecto, porque lo cierto es que los límites y las formas de amar son muy difusos y personales de cada uno/a.
Ninguna persona ama de la misma manera que lo hace otra persona, igual que ninguna persona dice exactamente lo mismo y con las mismas palabras que otra.
Entender la forma que tiene de amarme la persona que tengo delante es fundamental en todo esto.
No porque sea una forma «correcta» o «incorrecta», sino porque lo que me haga sentir a mí ese amor que esa persona me está dando, marcará la diferencia, la diferencia entre sentirme amado/a o no sentirme amado/a.
Más primordial aún (aunque no suficiente), si me lo permitís, es entender la forma de amar que tengo yo mismo/a.
Esa forma que tal vez piense que «tantas veces me ha metido en problemas de los que no sabía salir» y que puede que, incluso, me haya hecho sentir realmente «mal» conmigo mismo/a replanteándome quién soy, como soy y cambiar, por esos «problemas».
Sólo de este modo podré elegir compartir mi amor con alguien cuya forma de amar se «entienda» con mi forma de amar, llegando a cotas nunca imaginadas, nunca soñadas, nunca expresadas, nunca dichas, nunca sentidas, nunca experimentadas, nunca alcanzadas.
¿Qué os puedo decir?
A mí, personalmente, el amor no deja nunca de sorprenderme, igual que las personas.
Y día a día, experiencia a experiencia, persona a persona, circunstancia a circunstancia me doy cuenta de que nunca llegaré a saberlo todo sobre el amor, pero me alegro de que sea así, porque eso significa que siempre queda algo nuevo por vivir, por experimentar, en algo tan maravilloso y significativo en la vida como es el amor.
Ese camino, el del amor, no tiene un final, sólo un… ¡Continuará!
https://psicologiaruizmonter.com/2016/05/13/aprender-a-amar-y-a-ser-amado/