Buscandome

Bienvenido(a), Visitante. Por favor, ingresa o regístrate.

Ingresar con nombre de usuario, contraseña y duración de la sesión

 


Traductor Google

 DIOS NO ESTÁ EN LAS COSAS COMO ALGO EXTERNO: LAS COSAS ESTÁN EN DIOS.



Junio 05, 2025, 05:41:16 am
Leído 23 veces

Desconectado Irene Zambrano

  • Hero Member
  • *****

  • 1289
    Mensajes

  • Karma: 0

DIOS NO ESTÁ EN LAS COSAS COMO ALGO EXTERNO: LAS COSAS ESTÁN EN DIOS.
Una reflexión filosófico-espiritual sobre la presencia divina en el mundo

En la historia de la espiritualidad y la filosofía, pocas ideas han provocado tanta transformación interior como esta: Dios no está en las cosas como algo externo; las cosas están en Dios. Esta afirmación no solo reconfigura la manera en que concebimos la divinidad, sino que también transforma radicalmente nuestra relación con la realidad, con nosotros mismos y con el universo.
Lejos de imaginar a Dios como una figura distante, como un ser supremo apartado del mundo que observa desde las alturas, esta visión —de raíces místicas y filosóficas profundas— nos invita a comprender a Dios como la realidad última que lo sostiene todo, lo penetra todo y en la cual todo vive, se mueve y existe.

EL DUALISMO QUE SEPARA A DIOS DEL MUNDO

Durante siglos, muchas corrientes religiosas han alimentado una visión dualista del universo: por un lado está Dios, trascendente, separado, perfecto; por otro lado está el mundo, imperfecto, caído, lejano. En este marco, la materia se ve con sospecha y la espiritualidad se convierte en un intento por escapar de lo terrenal para unirse a lo divino que está “fuera”.
Pero esta división ha generado un problema: si Dios está afuera, ¿dónde queda su presencia en lo cotidiano? ¿Dónde encontramos lo sagrado: solo en templos, rituales o dogmas? ¿O acaso puede estar en el aire, en los árboles, en los ojos de un ser humano, en un acto de amor, incluso en el silencio?
La frase “las cosas están en Dios” responde a ese dilema con una intuición más radical y profundamente integradora: no hay fuera de Dios. Todo lo que existe, existe en Él.

DIOS COMO FUNDAMENTO DEL SER

Esta perspectiva tiene una sólida base filosófica, especialmente en pensadores como Spinoza, Plotino, Meister Eckhart, o incluso en ciertos pasajes de San Agustín y San Pablo. En el libro de los Hechos (17,28), Pablo dice ante los filósofos del Areópago: “En Él vivimos, nos movemos y existimos”. No dice: “Dios está allá y nosotros aquí”, sino que nuestra existencia misma está sumergida en Dios.
Esto implica que Dios no es una cosa más entre las cosas, no es un objeto al lado de otros, ni siquiera un ser más poderoso o más perfecto. Dios es el ser mismo, el fundamento invisible pero real de todo cuanto existe. Como el océano para los peces, como el aire para los pájaros, como el silencio para las palabras: todo lo que existe está sostenido en Dios, aunque muchas veces no lo percibamos.

LA MÍSTICA DE LA INMANENCIA

Esta idea no es solo filosófica; es profundamente mística. Las grandes tradiciones espirituales —desde el cristianismo contemplativo hasta el hinduismo vedántico, desde el sufismo islámico hasta el budismo zen— coinciden en una experiencia común: la divinidad no está lejos, está aquí, en lo íntimo, en lo cotidiano, en lo profundo de todo ser.
Los místicos no buscan a Dios fuera del mundo, sino en el mundo. No lo buscan en las nubes, sino en el corazón. En sus experiencias, se disuelve la distancia entre lo humano y lo divino, entre lo visible y lo invisible. Dios no está “afuera” de la vida: es el aliento mismo de la vida.
San Juan de la Cruz decía que “el alma es el trono de Dios”. Teresa de Ávila hablaba de un “castillo interior” donde habita el Amado. Y Eckhart lo expresaba con radicalidad: “Dios está más cerca de mí que yo de mí mismo”.

UNA VISIÓN DEL MUNDO SAGRADA

Si comprendemos que las cosas están en Dios, el mundo deja de ser un escenario neutro o caótico, y se revela como un lugar sagrado. La materia ya no es despreciable, sino portadora de sentido. La naturaleza no es solo un recurso a explotar, sino un templo viviente.
Esta conciencia transforma la ética. Si todo está en Dios, entonces todo merece respeto. Cada ser es una manifestación, una chispa, una expresión de esa realidad mayor. Hacer daño al otro, dañar la tierra, despreciar lo que existe, es también una forma de negar a Dios en lo concreto.
Esta visión también nos llama a la humildad: nos recuerda que no estamos fuera del Todo, sino dentro de Él. No somos dueños de la vida, sino parte de ella. No hay separación entre lo sagrado y lo profano: todo, en su fondo más profundo, es una epifanía de lo divino.

CONSECUENCIAS EXISTENCIALES Y ESPIRITUALES

Cuando uno vive desde esta perspectiva, cambia su manera de estar en el mundo:
•   Ya no busca a Dios como alguien perdido, sino que lo descubre en lo presente.
•   Ya no reza solo para pedir, sino para escuchar el susurro del Ser en el fondo de todas las cosas.
•   Ya no huye del mundo para encontrar a Dios, sino que entra en el mundo con más profundidad, con más atención, con más reverencia.

Vivir así no es una creencia, es una forma de conciencia. Es pasar de la religión como obligación a la espiritualidad como presencia. ES ABRIR LOS OJOS Y DESCUBRIR QUE EL CIELO NO ESTÁ DESPUÉS, SINO AHORA, AQUÍ MISMO, CUANDO UNO APRENDE A MIRAR CON EL CORAZÓN DESPIERTO.

CONCLUSIÓN: DESPERTAR A LO QUE SIEMPRE HA ESTADO

“Dios no está en las cosas como algo externo; las cosas están en Dios”. Esta afirmación no pretende encerrar a Dios en una idea, sino abrirnos a una experiencia viva: la de que estamos siempre habitando el Misterio. No necesitamos buscarlo en otra parte. Solo tenemos que despertar.
Despertar al hecho de que cada encuentro, cada instante, cada respiración es un roce con lo divino. Que vivir con amor, atención, gratitud y compasión es vivir dentro de Dios. Y que todo, absolutamente todo, está bañado por una Presencia que no siempre se ve, pero que lo sostiene todo.
No estamos separados de Dios. Estamos en Él, como las olas están en el mar. La espiritualidad comienza cuando dejamos de buscar a Dios en el cielo y empezamos a reconocerlo en todo lo que es. Ahí empieza la verdadera comunión. Ahí empieza la vida plena.


 

TinyPortal 1.6.5 © 2005-2020