VIVIR ES UN PROCESO CONSTANTE DE DECIDIR LO QUE VAMOS A HACER.
Estamos tan acostumbrados a esto de despertarnos por la mañana y comenzar un nuevo día cada día… que no somos conscientes del todo de lo que vamos haciendo en cada momento.
Convertimos la vida en algo demasiado rutinario, le restamos el esplendor y la maravilla, y sólo en contadas ocasiones –que conscientemente convertimos en especiales- le damos la importancia que tiene esto de vivir.
Hacemos las cosas casi sin reflexionar. Pero “Hacer” debería implicar un previo decidir ante cada una de las cosas que se nos presentan. No nos damos cuenta de lo que hacemos, ni cómo, porque ya tenemos preparadas ciertas reacciones para las situaciones rutinarias y sólo reflexionamos más en serio cuando hay que decidir algo de mucha importancia.
Todos los días tomamos –según estudios científicos- entre 20.000 y 35.000 decisiones, el 95% de ellas de un modo inconsciente o automatizado.
No es necesario reflexionar y decidir sobre adelantar cada pie cuando comenzamos a caminar, ni sobre si tenemos que coger aire para respirar, ni cómo pisar el freno o girar el volante, pero sí conviene prestar mucha atención al resto de cosas que hacemos simplemente porque creemos que tenemos que hacerlas y no nos paramos a comprobar si realmente son necesarias, si realmente tenemos que hacerlas, si realmente queremos hacerlas.
NOS HACE FALTA PARAR Y PREGUNTARNOS DE VEZ EN CUANDO, ANTE CIERTAS SITUACIONES, EL PORQUÉ O EL PARA QUÉ DE LO QUE VAMOS A HACER.
Basta ya de permitir que sea un piloto automático quien guíe nuestra vida.
Hay que decidir continuamente, pero conviene hacerlo con consciencia.
Hay que hacerlo aun a riesgo de equivocarnos, que es algo natural y humano.
Y hay que hacerlo, porque no tomar decisiones es haber tomado ya la decisión de no decidir.
Hay que decidir, sin miedo: decidir.
Francisco de Sales
