“Sólo se producen los estados que permite la mente”.
(Antonio Blay)
Los sentimientos nos dan información de nuestro estado interior.
Nos hablan en un idioma distinto del que utiliza la mente, ya que la mente trata de poner en palabras lo que a veces es imposible de definir.
En mi opinión, los sentimientos que se pueden expresar con palabras dejan de ser sentimientos para convertirse en definiciones.
Pueden ser adjetivados como inquietantes, alegres, pesarosos, funestos, vivos, vitalizadores, deprimentes, escalofriantes, amorosos, conmovedores, enternecedores, vibrantes, apasionantes, emotivos… cada persona tiene su forma de relacionarse con ellos, y cada persona les autoriza a manifestarse como son, o los disimula, o los anula.
La mente nos dice lo que cree que nos pasa; los sentimientos –si no están contaminados- nos dicen la verdad de lo que nos pasa, de primera mano, sin interpretación condicionada.
Nos hablan de cómo nos afecta en el alma lo que nos pasa.
De cómo se siente nuestro Ser.
Nos conviene tener una buena relación con ellos, partiendo de la base de que su intención es buena en todo caso. Sólo pretenden informar.
ATENCIÓN A SUS BAMBOLEOS.
No les podemos pedir que sean asépticos, lineales, o reflexivos, porque no lo son. Son explosiones naturales, manifestaciones espontáneas que no intentan ser sociables o sensatos, sino que pretender mostrar, sin engaños, cómo nos sentimos de verdad, sin máscaras.
APRECIAR SUS ALTIBAJOS.
No les podemos pedir que finjan, que se callen, que nieguen su realidad, y cambien la verdad por el disimulo.
SACAN A LA LUZ FACETAS DESCONOCIDAS.
Porque estamos tan acostumbrados al personaje que hemos creado, al modelo que representamos, al ideal que aspiramos a ser, que se nos olvida investigar, conocer y aceptar al que realmente somos.
CONTACTAN CON NUESTRA HUMANIDAD.
Con la esencia, con lo puro, con lo que Uno Es.
NOS HACEN SENTIRNOS VIVOS.
Una persona sin sentimientos es una persona muerta. Sin ellos, nos convertimos en seres monótonos, y mono-tonos (de un solo tono), en seres apáticos, impasibles, cercenados del ánima. Nos aportan una noción de vitalidad.
DAN INTENSIDAD Y CALIDAD A LA VIDA.
Los sentimientos, a pesar de todos los altibajos que nos proveen, son preferibles a la linealidad de una vida sin sobresaltos.
DAN VIDA A LA VIDA.
A fin de cuentas… ¿qué sería la vida sin los sentimientos?
Hay que aceptarlo: todos los sentimientos, tanto los “buenos” como los “malos”, dejan una huella.
Por eso conviene aceptarlos, vivenciarlos, dejarse llevar por ellos, expresarlos.
Son los grandes maestros de incógnito.
