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 EL CAMINO DE LAS LÁGRIMAS (EL DUELO) - 1ª parte



Mayo 07, 2012, 11:46:04 am
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EL CAMINO DE LAS LÁGRIMAS (EL DUELO) - 1ª parte
« en: Mayo 07, 2012, 11:46:04 am »
EL CAMINO DE LAS LÁGRIMAS  (EL DUELO)
(Jorge Bucay)


Dedicado a todos aquellos que sufrieron fuertes perdidas y grandes cambios en su vida. El duelo es algo muy personal, igual que la forma en la que uno decide atravesarlo. Agradezco a todos aquellos que supieron acompañarme en mi proceso, como yo necesitaba. Que esta recopilación nos sea útil para poder afrontar los momentos más difíciles, sabiendo cómo hacer para ayudar realmente a las personas que amamos.

Que el presente sea aun mejor que el pasado no quiere decir que yo no tenga que elaborar el duelo.



El mapa no es el territorio: Hay que aprender a recorrer este camino, que es el camino de las pérdidas, hay que aprender a sanar estas heridas que se producen cuando algo cambia, cuando el otro parte, cuando la situación se acaba, cuando ya no tengo aquello que tenía o creía que tenía o cuando me doy cuenta de que nunca tendré lo que esperaba tener algún día (y ni siquiera es importante si verdaderamente lo tuve o no). El mapa es apenas nuestro mapa. Es la idea que nosotros tenemos de cómo es la realidad, aunque muchas veces esté teñida por nuestros prejuicios. Aunque no se corresponda exactamente con los hechos, es en ESE mapa donde vivimos. No vivimos en la realidad, sino en nuestra imagen de ella.


Perdemos no sólo a través de la muerte, sino también siendo abandonados, cambiando, siguiendo adelante. Nuestras pérdidas incluyen también las renuncias conscientes o inconscientes de nuestros sueños románticos, la cancelación de nuestras esperanzas irrealizables, nuestras ilusiones de libertad, de poder y de seguridad, así como la pérdida de nuestra juventud, aquella irreverente individualidad que se creía para siempre ajena a las arrugas, invulnerable e inmortal.


De hecho, somos quienes somos gracias a todo lo perdido y a cómo nos hemos conducido frente a esas pérdidas. Nadie puede evolucionar sin dolor.


El Dios en quien yo creo no nos manda el problema, sino la fuerza para sobrellevarlo.


Ayudar en un duelo, cualquiera sea su causa, implica conectar a quien lo padece con el permiso de expresar sus emociones, cualesquiera que sean. La posibilidad de encontrar una forma de expresión de las vivencias internas ayudará a quienes están transitando por este camino a aliviar su dolor.


La pérdida nos habla de conceder mucho más de lo que estoy dispuesto a dar. Este dolor del duelo es entonces la renuncia forzada a algo que hubiera preferido seguir teniendo.


El primer aprendizaje del ser adulto es: Me guste o no, voy a ser abandonado por cada persona, por cada cosa, por cada situación, por cada etapa, por cada idea, tarde o temprano pero inevitablemente.


Lo que hace que mis vínculos, sobre todo los más amorosos, sean espacios disfrutables, es poder abrir la mano, es aprender a no vincularnos desde el lugar odioso de atrapar, controlar o retener sino de la situación del verdadero encuentro con el otro, como ya debo haber aprendido en el camino del encuentro, sólo puede ser disfrutado en libertad.

Mi idea del compromiso es la del anclaje a lo que esté pasando en cada momento y no a lo que vendrá después. Y creo que quedarse pegado a las cosas es vivir cultivando el pasado, cultivando lo que ya no es. La herramienta para no sufrir no debería ser el no compromiso sino el desapego. Si mañana esto que tanto placer te da se termina, sé capaz de dejarlo ir, pero mientras está, todo debe ser compromiso.


A veces la vida está relacionada con soltar lo que alguna vez nos salvó. No hay pérdida que no implique una ganancia, un crecimiento personal.


Identificamos nuestro ser felices con nuestro confort, con el éxito, con la gloria, con el poder, con el aplauso, con el dinero, con el gozo y el placer instantáneo. No parecemos dispuestos a renunciar a nada de lo deseado, aunque sabemos que gran parte de nuestro sufrimiento proviene de lo que hacemos diariamente para tener estas cosas, nadie consigue hacernos creer que si renunciamos a esto dejaríamos de sufrir.


El obtener y el perder es parte de la dinámica normal de la vida considerada feliz.

Elaborar un duelo es aprender a soltar lo anterior.


En el camino de las lágrimas uno pierde personas, hay situaciones que se transforman, vínculos que cambian, etapas de la propia vida que quedan atrás, momentos que se terminan, y cada uno de ellos es una pérdida para elaborar.


Para crecer voy a tener que admitir el vacío. El espacio donde por decisión, azar o naturaleza ya no está lo que antes podía encontrar. Voy a tener que vaciar la taza abriendo la posibilidad de llenarla de nuevo.


A pesar de todo creo que hay más que dolor en el duelo.

Existe por ejemplo el coraje de llegar adonde nunca llegaste.

Y en el acto de dejar atrás hay algo de salir al encuentro.

Y cada adiós oculta silencioso un bienvenido.

La existencia es tan solo una mezcla extraña de finales y principios.

Y las despedidas mucho más un tema de la vida que de la muerte.

Y lo creo porque otros que vivieron lo contaron,

Porque otros que sufrieron primero

Crecieron después de ese dolor.

Es por eso que sé que no estoy sola,

Que avanzo día y noche acompañada.

Que hay otros que dejando su marca en el camino

Encontraron más tarde… caminando,

El sentido verdadero de haberlo recorrido.

No todo es dolor.

(Marta Bujó)




¿QUÉ ES EL DUELO?

Es el doloroso proceso normal de elaboración de una pérdida, tendiente a la adaptación y armonización de nuestra situación interna y externa frente a una nueva realidad. Elaborar el duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida de lo que no está, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta su ausencia.

Un duelo se ha completado cuando somos capaces de recordar lo perdido sintiendo poco o ningún dolor. Cuando hemos aprendido a vivir sin él, sin ella, sin eso que no está. Cuando hemos dejado de vivir en el pasado y podemos invertir de nuevo toda nuestra energía en nuestra vida presente y en los vivos a nuestro alrededor.


RECOMENDACIONES

Permitirse estar de duelo: Permítete sentir el dolor plenamente porque el permiso es el primer paso de este camino y ningún camino se termina si antes no se empieza a recorrerlo.

Abrir tu corazón al dolor: Registra y expresa las emociones que surjan, no las reprimas. No te guardes todo por miedo a cansar o molestar. Busca a aquellas personas con las cuales podés expresarte tal como estás. Nada es más impertinente y perverso que interrumpir tu emoción con tus estúpidos condicionamientos de tu supuesta fortaleza protectora del prójimo.

Recorrer el camino requiere tiempo: Dicen que el tiempo lo cura todo. Pero cuidado, él solo, quizás no alcance. Lo que realmente puede ayudar es lo que cada uno hace con el tiempo. No te hagas expectativas mágicas, viví solamente un día cada día.

Sé amable contigo: Sé paciente. No te apures. Jamás te persigas creyendo que ya deberías sentirte mejor. Tus tiempos son tuyos. Recuerda que el peor enemigo en el duelo es no quererse.

No tengas miedo de volverte loco: Necesitas sentir el dolor y todas las emociones que lo acompañan; tristeza, rabia, miedo, culpa… Habrá personas que te dirán: “Tienes que ser fuerte”. No les hagas caso.

Aplaza algunas decisiones importantes: Decisiones como vender la casa, dejar el trabajo o mudarte a otro lugar son trascendentes, y se deben tomar en momentos de suma claridad; dado que un cierto grado de confusión es inevitable en el recorrido de este camino, sería preferible dejarlas para más adelante.

No descuides tu salud: Aliméntate bien y no abuses del tabaco, del alcohol ni de los medicamentos.

Agradece las pequeñas cosas: Para cada persona lo que hay que agradecer es diferente; seguridad contención, presencia y hasta silencio.

Anímate a pedir ayuda: No interrumpas tu conexión con los otros, aunque ellos no estén hoy recorriendo el camino. Necesitas su presencia, su apoyo, su pensamiento, su atención. Necesitas que te escuchen, no que te den su opinión de lo que deberías hacer, sentir o decidir. No te quedes esperando su ayuda y mucho menos pretendiendo que adivinen.

Procura ser paciente con los demás: Ignora los intentos de algunas personas de decirte cómo tienes que sentirte y por cuánto tiempo, no todos comprenden lo que estás viviendo. Quizá sea mejor que durante un tiempo prestes más atención a la intención de quienes te rodean que a lo que dicen en palabras. A veces los que uno pensaba que serían los mejores compañeros de ruta no pueden compartir tu momento.

Mucho descanso, algo de disfrute y una pizca de diversión: Date permiso para sentirte bien, reír con los amigos, hacer bromas. Es tu derecho, además será de gran ayuda que busques, sin forzar tu propio ritmo, momentos para disfrutar.

Confía en tus recursos para salir adelante: Respeta tu propio tiempo de curación y créeme cuando digo esto: Estás en condiciones de afrontar lo que sigue, porque si estás en el camino, lo peor ya ha pasado. Confía en vos por encima de todas las dificultades, y si lo haces te garantizo que no te defraudarás. El pensamiento positivo te transforma siempre en tu propio entrenador.

Acepta lo irreversible de la pérdida: Aunque sea lo más difícil que has hecho en toda tu vida, ahora tienes que aceptar esta dura realidad: Estás en el camino de las lágrimas y no hay retorno.

Elaborar un duelo no es olvidar: Y esto es cierto para todas las pérdidas. La elaboración permite darle un sentido a todo lo que has vivido hasta aquí con lo ausente. Es entender con el corazón en la mano que el amor no se acaba con la muerte.

Aprende a vivir de “nuevo”: Hacer el duelo significa también aprender a vivir sin algo, sin alguien, de otra forma. Es aprender a tomar nuevas decisiones por vos mismo, aprender a desempeñar tareas que antes hacía otro, aprender nuevas formas de relación con la familia y los amigos, aprender a vivir con algo menos.

Céntrate en la vida y en los vivos: Llega un momento en que sabes que es necesario soltar el pasado. La vida te espera llena de posibilidades. No hay nada de malo en querer disfrutar, ser feliz, establecer nuevas relaciones… En el caso de la pérdida de una pareja, no hay motivo para avergonzarse si aparece de nuevo el deseo sexual. En realidad, el corazón herido cicatriza abriéndose a los demás. El duelo es establecer que lo muerto queda afuera pero mi vida continúa.

Define tu postura frente a la muerte: Lo que importa no es coincidir en una posición respecto a la muerte sino establecer que es una de las cosas que cada uno tiene que tener definidas. Hay cuatro o cinco temas que uno tiene que tener “acomodados”; la identidad sexual, la posición filosófica, la relación con los padres, el proyecto de vida y la postura frente a la muerte.

Vuelve a tu fe: Es el momento de aprender a no pedir que las cosas se resuelvan de la manera que quisiéramos que resultaran, sino pedir en su lugar que Dios nos ayude a aceptar los cambios y nos ayude a ver las opciones.

Busca las puertas abiertas: Estamos a veces tan cegados por nuestra cólera, dolor o desgano que no vemos las “nuevas puertas” que se abren.

Cuando tengas una buena parte del camino ya recorrido, háblales a otros sobre tu experiencia: No minimices la pérdida, ni menosprecies tu camino. Contar lo que aprendiste en tu experiencia es la mejor ayuda para sanar a otros haciéndoles más fácil su propio recorrido, e increíblemente facilita tu propio rumbo.


ETAPAS DEL DUELO NORMAL

Etapa de incredulidad: Hay un momento donde la noticia produce un shock; la sorpresa y el impacto nos llevan a un proceso de confusión donde no entendemos lo que nos están diciendo. Es la etapa de la negación. Cuando se consigue traspasar, no tenemos más remedio que conectarnos con el agudo dolor de darnos cuenta.

Etapa de regresión: Uno llora como un chico, patalea, grita desgarradoramente, demostraciones para nada racionales del dolor y absolutamente desmedidas. Nos instalamos en estado continuo de explosión emocional.

Etapa de Furia: Comienza cuando uno toma consciencia de lo que pasó. Furia es bronca, mucha mucha mucha bronca. A veces muy manifiesta como bronca y otras veces disimulada, pero siempre hay un momento en el que nos enojamos. Me enojo con cualquiera a quien pueda culpar de mi sensación de ser abandonado. La furia tiene como función anclarnos a la realidad, traernos de la situación catastrófica de la regresión y prepararnos para lo que sigue; termina con el desborde de la etapa anterior pero también intenta protegernos, por un tiempo más, del dolor de la tristeza que nos espera.

Etapa de culpa: Aparece tarde o temprano en el proceso natural de la elaboración del duelo. Culparnos es una manera de decretar que yo lo habría podido evitar, una injusta acusación por todo aquello que no pudimos hacer.

Etapa de desolación: Es la de la verdadera tristeza, es la etapa temida. Tanto que gran parte de lo anterior pasó para evitar esto, para retrasar nuestra llegada hasta aquí. Aquí es donde está la impotencia, el darnos cuenta de que no hay nada que podamos hacer, que el otro está irremediablemente muerto y que eso es irreversible. Piense yo lo que piense y crea yo lo que crea. Lo que la tristeza y el dolor hacen por mí es alejarme, para poder llorar lo que debo llorar y preservarme de más estímulos hasta que esté preparado para recibirlos. Me conectan con el adentro para poder volver al afuera a recorrer los dos últimos tramos del camino de las lágrimas.

Etapa de la fecundidad: Es el principio de ser la salida, un intento de resolver en mi cabeza lo que no puedo resolver en los hechos. Es la cuota de identificación irremediable con el que no está. Empieza cuando me doy cuenta de en cuántas cosas éramos parecidos y termina cuando sin darme cuenta empiezo a hacer cosas para parecerme. Sin identificación, no puede haber fecundidad. La fecundidad es cuando empiezo a hacer algunas cosas dedicadas a esa persona, o por lo menos con conciencia de que han sido inspiradas por el vínculo que tuvimos con ella. Voy a transformar esa energía ligada al dolor en una acción. Es el principio de lo nuevo, lograr que mi camino me lleve a algo que de alguna manera se vuelva útil para mi vida o para la de otros.

Etapa de la aceptación: Quiere decir dos cosas; discriminarse e interiorizar. Venimos de la identificación (él era como yo) y de la discriminación (pero no era yo). Y sin embargo yo no sería quien soy si ni siquiera lo hubiera conocido. Algo de esa persona quedó en mí, esto es la interiorización. La conciencia de lo que el otro dejó en mí y la conciencia de que por eso siguen vivas en mí las cosas que aprendí, exploré y viví. Y esto no sucede sólo con el fallecimiento de alguien. Siempre que lloro por una pérdida, aún en el caso de un divorcio (o sobre todo en este caso) lloro por perder lo que, me guste o no, ha sido determinante en que yo me haya transformado en lo que soy. La discriminación y la interiorización me permitirán aceptar la posibilidad de seguir adelante, a pesar de que como en todas las heridas también quedará una cicatriz. Se supera pero no se olvida.


Los pacientes que están de duelo dicen “Nada es igual que antes”. Y tienen razón.

Los objetivos del duelo son: Elaborar, resituarse y reubicar.


Lo que nosotros estamos produciendo al ocultar la muerte a nuestros chicos no tiene nombre, no podemos llegar a medir las consecuencias de sugerir que la inmortalidad es una posibilidad.


Designar un espacio, un momento y un lugar para conectarse con el dolor funciona de verdad. Un rito que ordena y protege. Un rito que aporta un lugar serio y un tiempo sincero donde expresar, para no tener que expresarlo en cualquier lugar y en cualquier momento.


¿Siempre la ausencia de duelo es patológica? Muchas veces en una separación no hay duelo ostensible, y en algunos casos no es una patología, porque el verdadero duelo se hizo antes de la decisión final. Lo mismo pasa en las agonías prolongadas, cuando lo que más se siente muchas veces es el cierre, porque el proceso de duelo se va viviendo mientras el enfermo muere.


Así como en cualquier lugar que se interrumpa el proceso de cicatrización la herida no se sana, en cualquier lugar que se interrumpa el duelo la cicatriz no se produce y el duelo no sana.

Cuidado con escaparse una y otra vez del dolor y la desolación. Cuidado con no querer vivir esto, porque si para escapar de esta etapa arrancamos la cascarita volviendo atrás, el duelo puede hacerse crónico. No hay que rascarse, hay que animarse a vivir el dolor de la etapa de la tristeza desolada, y dejar que el río fluya confiando en que somos lo suficientemente fuertes para soportar el enorme dolor de la pena.


La salida ahora es aceptar que el que se murió era en muchos sentidos maravillosos y en otros no tanto. Hay que admitir de que cada persona, cada cosa, cada situación, cada lugar, tiene cosas que me gustan y otras que no me gustan. Idealizar tiene que ver con negar todo lo malo que tenía lo perdido y sobrevalorar lo bueno. En las personas, de alguna manera se relaciona con no ver lo humano, con endiosar al que se fue.


Hay un duelo por delante en la vida de todo aquel que sufre una pérdida, que atraviesa un cambio, que deja una realidad para entrar en otra. En la pérdida de un ser querido, como en ninguna otra situación el dolor atraviesa el tiempo: duele el pasado, duele el presente y especialmente duele el futuro.

 

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