Todo camino que no empieza, termina o pasa en algún momento por el CORAZÓN, es un camino “equivocado”. ¿Qué son las guerras, sino falta de corazón? ¿Racismo? No. Falta de corazón. ¿Hambre? No. Falta de corazón. Porque ¿qué es la Paz sino el perfume del corazón? ¿Qué la Armonía sino el movimiento del corazón? ¿Qué la alegría sino la risa del corazón? ¿Qué la añoranza sino el recuerdo del corazón? ¿Qué la melancolía sino el llanto del corazón? ¿Qué la sabiduría sino el contenido del corazón? ¿Qué la libertad sino la canción del corazón? ¿Qué la honestidad sino la voz del corazón? ¿Qué la comprensión sino el alimento del corazón? ¿Qué la Luz sino la semilla del corazón? ¿Qué la felicidad sino la sonrisa del corazón? ¿Qué la tolerancia sino el oído del corazón? ¿Qué la amistad sino el agradecimiento del corazón? ¿Qué la humildad sino la mirada del corazón?...
Muchas veces habrás oído hablar de la humildad como algo imprescindible para alcanzar el CONOCIMIENTO. Y posiblemente te “habrás propuesto”, más de una vez, volverte humilde. Y cuando alguien decide volverse humilde... ¿Qué es lo que hace?... Suelen pensar (de forma general y para que me entiendas): “Desde ahora, cuando me insulten, no contestaré”, “Cuando me den una bofetada, pondré la otra mejilla”.
Tratan de acceder a la humildad por la humildad. No diré que eso sea un “fracaso”, pero tratar de llegar a la humildad por la humildad, no es lo más indicado. Puedes conseguir algo, pero no lo que buscas. Es mejor que nada..., pero tú buscas la HUMILDAD que conduce a la auto-realización interna. A la humildad se accede por comprensión. Si buscas la humildad en sí misma nunca la conseguirás, lo más que conseguirás es reprimirte, poner cara de buen@, agrandar tu vanidad y volverte idiota.
Sí, porque much@s creen que poner cara de buen@, poner la otra mejilla y sonreír cuando te insultan, es estar volviéndose humilde y en muchos casos lo que están haciendo es volverse “idiotas”, agrandar un poco más su ego personal.
Poner la otra mejilla y todo lo demás, no se hace para volverse un@ humilde, eso se hace CUANDO YA ERES HUMILDE.
Antes de poner la otra mejilla tienes que COMPRENDER de verdad qué significa eso. Quizás pienses en Jesús, El Maestro, poniendo la otra mejilla, pero no olvides que también entró en el templo con un látigo en la mano dando latigazos y tirando todo lo que se encontraba en su camino... Y puedes estar seguro que tanta humildad había en él cuando cogió el látigo como cuando puso la otra mejilla.
¿Lo entiendes?
Cuando se es capaz de hacer las dos cosas con la misma humildad entonces sí ERES HUMILDE, porque entonces comprendiste lo que es la humildad.
¿Puedes comprender que una persona humilde ponga la otra mejilla? ¿Sí?
¿Y puedes comprender que una persona igual de humilde expulse de un lugar a una persona a latigazos? ¿No? Entonces trabaja la comprensión y no la humildad. La comprensión te lleva a la humildad.
¿Recuerdas que la comprensión es el alimento del corazón?
¿Sí? Entonces alimenta bien tu corazón para que pueda abrir los ojos y ver, para que pueda “mirar”. Un corazón mal alimentado está ciego, no tiene fuerzas para abrir los ojos y... ¿no recuerdas que la humildad es la mirada del corazón?
Buscar la humildad por sí misma, “poniendo la otra mejilla”, es querer entrar en la casa de la humildad por la puerta grande..., y en la casa de la humildad hay que entrar por la puerta de servicio (y nunca mejor dicho), pero no por la puerta grande, porque en la casa de la humildad no existe puerta principal. Entonces, ¿cómo pretenden entrar en la humildad sin humildad? ¿Cómo quieren entrar por la puerta grande? En la casa de la humildad se entra con humildad... por la puerta de atrás.
La comprensión es, una vez más, una llave, en este caso de la puerta de la humildad. Cuando comprendes, se abren los ojos del corazón.
No se trata de no contestar cuando te insultan, se trata de ver qué reacción produce el insulto en tu interior. Y si contestas al insulto, ¿qué sientes? ¿quién contesta desde tu interior? Y si no contestas, ¿qué sientes? ¿quién calla en tu interior?
Lo de menos es que contestes o no, lo de menos es que pongas la otra mejilla o no, porque ése debe ser el resultado a un trabajo previo, a base de comprensión y de auto-observación, que debes realizar. Si empiezas poniendo la otra mejilla, sin comprender lo que haces, no eres humilde..., eres tonto. Tampoco se trata de hacer lo contrario. Recuerda y auto-observa, ¿quien actúa o deja de actuar en tu interior?, ¿es el Ego o la Conciencia? Antes de poner la otra mejilla debes comprender por qué lo haces..., para qué, “quién” lo hace en tu interior.
El poner la otra mejilla o devolver la bofetada no indica que seas más o menos humilde. (Estoy hablándote a ti, a la persona que ahora está leyendo esto y busca ser mejor persona. Lo que hace o deja de hacer un Maestro no es cosa tuya). El ego del orgullo también sabe muy bien poner la otra mejilla y decir desde tu interior: “Qué humilde soy”. Poner la otra mejilla como lo haría cualquier persona, no tiene nada que ver con el poner la otra mejilla de un Maestro.
Cuando conoces a un Maestro, lo conoces ya siendo Maestro, pero quizás antes tuvo que devolver muchas bofetadas (y después también). Por si acaso, si te encuentras con algún Maestro, te recomiendo que no le des una bofetada para probar su humildad..., porque podría tumbarte de un “humilde puñetazo”.
¿No me crees? Si lo necesitas, no dudes que te lo dará..., con toda la humildad del mundo, pero te lo dará. Sí, has leído bien, “humilde puñetazo”.
Un Maestro no te suele dar lo que tú quieres, sino lo que tú necesitas. Y si lo que necesitas para empezar a volverte humilde es un puñetazo, entonces...
Empezar a trabajar la humildad es empezar a reconocer cómo uno es en realidad. Ser humilde puede ser reconocer que no se es nada humilde. Reconocer que se es orgulloso es empezar a ser humilde.