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 UN REGALO CADA DÍA



Septiembre 09, 2011, 03:52:26 pm
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Desconectado Francisco de Sales

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UN REGALO CADA DÍA
« en: Septiembre 09, 2011, 03:52:26 pm »
Cada día, cuando te despiertas, la vida tiene preparado para ti un gran regalo: un nuevo día.

Aparentemente es el mismo regalo cada día, por eso cometemos la torpeza de no abrirlo con asombro y de no estar todas sus horas atentos a impresionarnos con sus sorpresas.
Esto nos pasa también cuando nos acostumbramos a oír que algún ser querido nos repite que nos quiere: que vamos rebajando su efecto, equivocadamente, de la emoción a la rutina.
O con la vida, que cada día se esmera en ponernos señales, en modificar su colorido, en cambiar las flores, en redecorar el cielo, en aromatizar el aire. Nuestra mente se queda sin estímulos, se repanchinga en la rutina, y es necesario que alguien nos apunte al sol o al mar, y diga “mira”, para que miremos. O diga “escucha”, para que escuchemos. O “huele”, para que olamos.
Algo o alguien tiene que tomarse la tarea de recordarnos que la vida está delante, abierta las veinticuatro horas, llamándonos como a hijos descarriados y aceptándonos como a hijos pródigos cuando volvemos nuestra atención hacia ella, aunque sólo sea un breve instante.

Nos volvemos ciegos a la vida, insensibles a su belleza, con las emociones atrofiadas, penosamente distraídos, inútiles para esta delicia que es vivir cada día, y respirar, y ver el amanecer de una sonrisa, o cómo otros ojos nos dedican sus miradas, y cómo nuestro corazón y nuestros pulmones se obstinan en latir y en respirar a pesar de nuestra desatención, y cómo el mundo no se rinde y sigue dando vueltas, y la vida no se desespera y nos sigue llamando con sus gritos que no atraviesan nuestros oídos torpes.

La paz está esperándonos y nos empeñamos en despreciarla.
La felicidad quisiera ser nuestra aliada y no le abrimos los brazos ni el corazón.
Nos empeñamos en malvivir cuando tenemos la opción de vivir bien.
Entonces, la vida, esta magia y esta delicia, se convierte en un desperdicio. Y cada uno es el culpable.
Y no ser conscientes de cada día, lleva implícita la mayor pena que se puede aplicar a un delito: el haber perdido ese día, que es irrecuperable.

 

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