LLUEVE LLUVIA
Llueve.
Como tantas veces.
Como siempre.
Como tantos siempre.
Ya no quedan palabras para hablar de la lluvia
que no se hayan repetido cientos de veces.
Llora el cielo… y bla bla bla…
Me gustaría tener el valor de salir a la calle,
desnudo preferentemente,
y bailar como en el tópico,
la cara al cielo, los brazos extendidos,
y la boca abierta para probar el agua pura.
Me gustaría regresar a casa después
sin preocuparme porque se moja el suelo,
y secarme mirando a través de la ventana,
diciéndole a la lluvia que me he atrevido,
y que he vencido a un ejército de prejuicios
y a una miríada de vergüenzas,
y poner una música de Coros de Ángeles,
las voces llamándome desde el cielo;
notar un leve escalofrío o el terremoto más intenso,
sentir amor por mí,
y por tamaña osadía,
y mirar nuevamente a la lluvia:
a sus ojos.
Me enfrenté a ti, le diría.
Te enfrentaste a tus frenos, me contestaría.
Agradecería su sinceridad
y su capacidad de ver las cosas tan claras,
y cerraría los ojos
para irme al Cielo
a dar un plácido paseo
con el Coro de Ángeles.
(Francisco de Sales)
