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 ESTOY AQUÍ



Agosto 27, 2012, 05:59:46 pm
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Desconectado Francisco de Sales

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ESTOY AQUÍ
« en: Agosto 27, 2012, 05:59:46 pm »
Se ha teorizado ya tanto sobre el aquí y ahora, que ya casi no se puede decir más.

Es difícil transmitirle lo que ello implica a quien no lo ha experimentado. Es como tratar de explicarle los colores a un ciego.

El aquí –sí, ya lo sé: es el sitio donde estoy en este instante-, y el ahora –sí, ya lo sé: te refieres a este momento-.

Así es. Pero hay algo más.

Hay quien dice que en el “ahora” ya está implícito el “aquí”, pero como creo que eso no cambia gran cosa, y ya que estamos acostumbrados a pronunciar las dos palabras juntas, seguiremos en esa forma.

Es el modo de estar en el aquí lo importante.

Es la conciencia y la consciencia de estar en este sitio, en este lugar, y no en otro.

No estoy en un desierto africano, no estoy en el Polo Norte, no estoy en el Cielo: estoy aquí.

Y si digo “estoy” me refiero a mí, a mi cuerpo, a mi mente, a mi atención, a mi completud, a mi enteridad, a mi conjunto indisoluble de cuerpo-mente-alma.

Si solamente está en totalidad mi cuerpo, no tiene capacidad de darse cuenta de ello, porque no puede pensar o racionalizar.
Si es la mente, sí puede darse cuenta de que el cuerpo y ella están aquí.
El alma, puede sentir que está aquí.


No hay otra cosa que ahora.

No existen pasado, ni futuro.

Ahora.

Esos “ahoras” que se acaban a una velocidad pasmosa para dejar paso a otros ahoras… que ya no son los de antes.

Antes de terminar de decir ahora ya se ha terminado, y otro ahora, que también tengo que comprender, o vivir, o sentir con intensidad, está ocupando el que fue fugazmente su lugar.

Vivimos pendientes de muchas cosas, y casi no nos prestamos atención a nosotros mismos.

Estamos tan acostumbrados a vernos a todas horas, a saber que siempre estamos aquí, y desde hace tanto tiempo, que hemos dejado de sorprendernos de nuestra compañía, y nos hemos convertido en una relación rutinaria de la que han desaparecido la atención, el cuidado y la capacidad de descubrimiento y sorpresa.

No nos paramos a decir: soy yo.
Este soy yo.
El que toco, el que veo en el espejo, el que está pensando en este momento.

No nos paramos a mirar las arrugas nuevas, el vientre que se ha engordado, una flaccidez cuya aparición temíamos, la tristeza que se ha instalado en la mirada, el peso del cuerpo, el pesimismo o la desgana que acaparan nuestro espíritu, el abandono de las cosas que antes eran el motor de nuestra vida, el establecimiento sibilino de la apatía…

Pasamos la vida, o se nos pasa la vida –por eso de que es imparable-, pero no nos damos cuenta más que en esos momentos en que una reflexión es casi obligatoria: ante un fallecimiento, el día del cumpleaños -¡otro año más!, decimos, pero es otro año menos-, en Nochevieja –de este año no pasa que…-, un día que es especialmente bueno, en el que nos sentimos bien, en que decimos “esto lo tenía que repetir más a menudo”.

Pero son esporádicos esos momentos de consciencia. Esos momentos de “darnos cuenta”.


Mi propuesta es pararse muy a menudo –incluso sugiero poner una alarma, en el móvil o en el despertador, que suene cada diez minutos-, dejar lo que se esté haciendo, quedarse quieto o no, y pensar “estoy aquí”.

Soy yo.

Estoy aquí.

Me doy cuenta de mí.

Vivo.


 

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