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 A UN CLIC DE NOSOTROS MISMOS - 3ª parte



Septiembre 02, 2012, 06:58:24 am
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A UN CLIC DE NOSOTROS MISMOS - 3ª parte
« en: Septiembre 02, 2012, 06:58:24 am »
Me gustaría incidir en que todos estos mensajes por parte de los padres son inconscientes, por lo que es importante entender que ellos lo hicieron lo mejor que pudieron. Somos nosotros quienes de niños tomamos decisiones en base a estos mensajes y es ahora, de adultos, cuando podemos tomar las riendas de nuestras vidas y decidir con qué nos quedamos de todo ello y con qué no.

Dentro del proceso de psicoterapia, es muy importante y útil saber qué mandatos ha recibido el paciente y qué decisiones tempranas tomó al respecto. Por ejemplo, uno de mis pacientes recibió por parte de su madre continuos mensajes de “No existas”. La madre se quedó embarazada muy joven y la llegada del bebé supuso un trastorno para todos. Por eso, desde que nació, mi paciente ha sufrido continuos episodios de abandono, maltrato e incluso escuchar frases como “¡No tenías que haber nacido!”. Hoy en día, ya de adulto, juega con las drogas y ha intentado suicidarse. Racionalmente él quiere vivir, pero tiene una creencia interna de que no puede hacerlo.

Éste puede parecer un caso muy extremo, sin embargo: ¿en cuántas de las situaciones descritas os habéis sentido identificados? Es en terapia, y ya con un buen vínculo terapeuta-paciente, que se pueden trabajar todas estas creencias del guión, para descubrir cómo somos realmente, qué sentimos por dentro, qué es lo que queremos hacer a partir de ahora y dirigirnos hacia ello.

LOS IMPULSORES

Los impulsores son mensajes que las figuras parentales envían a los hijos en forma de prescripciones, de pautas de comportamiento, de modo que éstos sienten que han de cumplirlas para ser aceptados por ellos y por el entorno.

Complace a los demás: una persona bajo este impulsor vivirá su vida en función de los demás, tratando de agradarles y accediendo a sus peticiones sean cuales sean, aunque sea en su propio detrimento. Implica también las personas que, aún enfadadas o tristes, no muestran sus verdaderos sentimientos sino que sonríen constantemente, para complacer y agradar a los demás. Hay un pensamiento profundo de que los demás son más importantes que uno mismo.
Sé perfecto: las personas que obedecen a este impulsor tienen la necesidad de hacer todo a la perfección (lo que ellos consideran que es perfección) y el hecho de no hacerlo a su modo les genera una gran incomodidad. De pequeños aprendieron a ser perfectos para ser aceptados por sus padres y llevan este sentimiento a la vida adulta, impidiéndoles muchas veces reconocer los logros alcanzados tanto por ellos como por quienes les rodean.
Sé fuerte: quien se rige por este impulsor no se da permiso para contactar y menos aún expresar sus emociones. Es como si la persona se cubriera de una capa de acero para evitar el contacto con la emoción y el posible dolor, pues “hay que ser fuerte”. Por algún motivo aceptan esta etiqueta que se les pone de pequeños de modo que en su vida adulta ocultan y acallan sus verdaderas emociones.
Esfuérzate: a la persona que obedece este impulsor todo le resulta un gran esfuerzo. Parece que siempre están intentando hacer cosas en lugar de hacerlo en realidad. Todo les resulta duro y costoso, lo que les hace sentirse frustrados por sentir que no logran sus objetivos.
Date prisa: muchas veces los padres llevan mal la lentitud de los más pequeños, lanzándoles continuos mensajes de “¡date prisa! ¡venga! ¡termina! ¡vamos a llegar tarde!”. Si estos mensajes son continuados, el niño puede integrarlos de modo que de adulto sienta internamente prisa, tenga la sensación de “ir tirando de un carro muy pesado” pues las cosas deberían ir más rápido, sintiendo frustración cuando las cosas no van al ritmo que desearían o ansiedad por tener la obligación interna de tener que hacer todo rápido.
Una vez más, estos mensajes se sitúan a favor del guión de vida y en detrimento de la autonomía de la persona. De este modo, para sobrevivir y ser aceptado por su entorno, el niño decide comportarse en base a una o varias de estas etiquetas.

Al igual que ocurre con los mandatos, dentro del trabajo terapéutico es muy importante saber también a qué impulsor o impulsores está respondiendo el paciente. De hecho, muchas de las emociones que expresen o dejen de expresar en terapia están en relación con estos impulsores.

Así, por ejemplo, nos podemos encontrar con pacientes que sonrían por obedecer a un “Complace” cuando en realidad sienten una enorme tristeza, rabia o miedo que no se dan la libertad de expresar.

En mi caso concreto, yo vivía bajo este impulsor, tratando de agradar a los demás, de hacerles reír, estando siempre a su disposición ante cualquier favor que me pidieran. Asimismo, uniendo mi “Complace” con “Sé perfecta” bloqueé la rabia que sentía (para ser perfecta para mis padres, pues la rabia no estaba permitida), tapándola con la tristeza. De ahí que a la hora de expresar rabia acabara llorando.

Asimismo, el paciente que aprendió a decir que “NO” en terapia estaría también influenciado por el impulsor “Complace”, tratando de complacer a todo el mundo hasta el extremo de sobrecargarse de cosas que no le correspondían.

En el caso concreto del paciente con continuos episodios de abandono y maltrato, éste sigue el impulsor “Sé fuerte”. Por ello, a duras penas se permite contactar con las emociones más profundas y, en vez de eso, sí se da la libertad para sacar la rabia física contra otros, lo que él considera encuadrado como ser un hombre, como ser fuerte.

LAS ATRIBUCIONES

Al igual que en los anteriores casos, las atribuciones son mensajes que los padres envían a los hijos, tratándose en este caso de etiquetas que vienen a significar que el niño no está bien (no “está OK”, que se dice en lenguaje transaccional). Así, pueden etiquetar al niño con frases como “¡Eres igual que tu abuelo, que era un bala perdida!”, de modo que el niño, por atribución, acaba imitando el comportamiento del abuelo aunque sea perjudicial para él mismo.

Las atribuciones dicen al niño lo que debe hacer, frente a los mandatos que le indican lo que no debe hacer. Si las atribuciones se obedecen, se consolidan. Si los mandatos no se obedecen, se castiga. Así, para la consolidación de la familia, los padres controlan el comportamiento de los niños mediante recompensas y castigos.

Habitualmente las atribuciones parentales se hacen en el mismo momento del nacimiento del niño, presagiando por pequeños detalles (o incluso sin ellos) cómo va ser el niño en un futuro: sano, enfermizo, alegre, triste, extrovertido, tímido, etc. En muchas ocasiones además la atribución a los hijos se hace por pares, de modo que si un hijo es listo el otro es tonto, si uno es triunfador el otro es perdedor, si uno es activo el otro es pasivo, si uno es emocional el otro es racional. De este modo, y como si fuera una maldición o etiqueta de por vida, el niño acaba comportándose de la forma en que los padres auguraron, apenas desde el nacimiento, que iba a ser el niño sin disponer en realidad del tiempo necesario de observación ni de datos objetivos al respecto. Estos serían los casos también de quienes dicen que son “financieros, médicos, bailarinas (o la profesión que sea) de nacimiento”.

Dentro de este apartado habría que prestar también atención a los nombres de los hijos, pues los nombres sugieren sutilmente al niño lo que los padres esperan de él. Por ejemplo, se espera que Felipe-hijo siga los pasos de su padre. O, si un niño recibe el nombre de su tío fallecido por ejemplo, es posible que reciba también por atribución en su mente infantil la idea de que tiene que imitar y suplantar a éste, alejándose de vivir la vida que en realidad vino a vivir.

LOS PROGRAMAS

Los programas son modelos recibidos o atribuidos de padres a hijos para seguir un guión de vida. Se puede decir que los seres humanos venimos al mundo como computadoras en blanco y que son los padres quienes inconscientemente, a través de mandatos, impulsores y atribuciones, nos programan para seguir un guión de vida determinado.

LAS PROVOCACIONES

Las provocaciones son mensajes que incitan una acción impulsiva para confirmar el guión de vida. Por ejemplo: “Carmen qué buena es”, de manera que Carmen acaba siendo buena a toda cosa, incluso cuando sea perjudicial para ella misma.

LOS PERMISOS

Los permisos son mensajes que envían los padres a los hijos a favor de la autonomía de éstos. Se podría decir que son lo contrario a los mensajes inconscientes vistos hasta ahora, pues los permisos implican que los padres dan la libertad a los hijos para decidir, para pensar, para sentir, para ser importantes, para ser niños, para expresar sus verdaderos sentimientos, para superarles, para crecer, para estar sanos, para hacer las cosas a su tiempo, para confiar… de modo que el niño pueda ser quien realmente es.

Los permisos son muy importantes en el proceso de psicoterapia pues, una vez que la persona contacta con su verdadera emoción, puede decidir qué es lo que quiere hacer, qué necesita y darse el permiso que en su día no le dieron sus padres y que de alguna manera le está paralizando.

De este modo, personas bajo un “No sientas” pueden darse permiso para contactar y expresar sus emociones, personas bajo un “No existas” pueden darse permiso para vivir y ser felices, personas bajo un “No seas tú” pueden darse permiso para ser quienes son en realidad pese a quien pese, personas bajo un “No seas importante” pueden darse permiso para ser importantes y expresar sus necesidades, personas bajo un “No seas niño” pueden darse permiso para reducir sus obligaciones y disfrutar de la vida, pacientes bajo un “No lo hagas” pueden darse permiso para triunfar, personas bajo un “No seas sano” pueden darse permiso para vivir una vida saludable, etc.

En cuanto a los impulsores, en el libro “AT Hoy” encontramos los siguientes permisos para cada impulsor:



FUNCIONES DE LA EMOCIÓN Y SOMATIZACIONES

Como explica Victoria Cadarso (Psicóloga, psicoterapeuta y Directora de VCTeam), las emociones tienen una función, aunque no siempre se entiendan e incluso se acallen. Dentro de estas funciones, Victoria Cadarso cita las siguientes:

- La emoción te informa y te dispone para la acción;
- Nos sirven para valorar si las cosas nos van bien o mal;
- Nos guían para decidir cómo accionar frente a los estímulos que estamos recibiendo;
- Sirven de señales para los que nos rodean;
- Su expresión es importante pues impacta en el entorno, produciendo cambios;
- El hecho de expresar o no las emociones depende de la relación que tengamos con los otros y con lo que nos rodea;
- El pensamiento sitúa la emoción en una perspectiva, encontrándole un sentido.
Es importante encontrar momentos para nosotros mismos en nuestra vida cotidiana, darnos tiempo para analizar cómo están las cosas, si estamos contentos de estar donde estamos, ver hacia dónde nos queremos dirigir e ir hacia ello.

En lugar de intentar controlar, cortar, modificar o eludir la experiencia de la emoción, es bueno que aprendamos a contactar y vivir en sintonía con ella. De hecho, contener la rabia, la tristeza o el miedo en exceso acaba con la energía de uno mismo y puede que las emociones terminen saliendo cuando menos lo esperemos (incluso en lugares donde no toca, lo que puede añadir además sentimiento de culpabilidad).

Cuando sentimos emociones desagradables es porque algo no va bien en nuestras vidas, siendo un indicador de que hay algo a lo que debemos prestar atención.

Estas sensaciones desagradables pueden venir también a través del cuerpo, a modo de somatizaciones, siendo éste un gran aliado como alarma para detenernos en nosotros mismos y ver qué está ocurriendo en nuestras vidas. Estas señales corporales pueden presentarse en un sin fin de formas: dolores de cabeza, palpitaciones, fiebres, dolores de espalda, sudoraciones, sensación de mareo, episodios de urticaria, sensación de ahogo, soriasis, caída del cabello, temblores, miedos, etc. El cuerpo nos envía avisos para indicarnos que, por algún motivo, estamos en situación de estrés y que es necesario detenerse para ahondar sobre lo que está ocurriendo en nuestro interior emocionalmente. Si prolongamos estos indicadores durante mucho tiempo puede que deriven en una enfermedad. Por ello, es importante atender a las alarmas que el cuerpo nos envía y profundizar en lo que está ocurriendo dentro de nosotros.

CONCLUSIÓN

El niño tiene unos sentimientos naturales (miedo, rabia, tristeza, amor, alegría), que son respuestas psicológicas normales ante las situaciones y estímulos de la vida.

Sin embargo, a medida que va creciendo, recubre el sentimiento natural con sentimientos parásitos (también denominados “rackets”). Estos sentimientos parásitos están basados en el guión de vida que el niño se ha ido creando a partir de los mandatos, impulsores, atribuciones, programaciones, provocaciones y permisos que recibe de sus figuras parentales. El niño prueba alternativamente qué sentimiento es más aceptado en su entorno para lograr la atención y el reconocimiento que necesita, convirtiéndose pues en su sentimiento parásito favorito, que actúa incluso como un acto reflejo en los momentos de estrés, cuando no recibe suficiente atención. Así, los sentimientos parásitos son sentimientos familiares, aprendidos y animados en la infancia, que llevamos a la vida adulta.

Este guión de vida que conformamos en la infancia nos lleva a que de mayores no sintamos, no pensemos, no disfrutemos, no triunfemos, tratemos de parecernos a los demás, complazcamos, sintamos prisa, distorsionemos las emociones, las bloqueemos, etc.

En este sentido, se podría decir que todas las personas nacen como original y la mayoría mueren como copia. Sin embargo, somos seres únicos, extraordinarios, inimitables, que tenemos sentimientos propios, innatos y esta distinción esencial se encuentra en nuestras emociones, en nuestro interior.

Ahora, como adultos, podemos revisar cuántos de estos mensajes hemos recibido en nuestra infancia y a cuántos seguimos obedeciendo hoy en día de manera inconsciente.

Dentro del proceso terapéutico es muy importante llegar a la emoción. Es fundamental asimismo no quedarnos en los sentimientos parásitos, sino que acompañemos al paciente más allá, para ahondar en la emoción o emociones que están bloqueadas y que pueden estar perjudicándole en su día a día.

El paciente, una vez que descubre los mandatos, impulsores, atribuciones y demás a los que sigue obedeciendo, tiene la oportunidad de re-decidir sobre ellos, ver si concuerdan en realidad o no con su forma de ser, decirles adiós y darse permiso para vivir su propia vida.

Dentro de todo este proceso es fundamental asimismo respetar al paciente y sus tiempos. Es con el tiempo y a través de un buen vínculo terapéutico que el paciente se podrá ir dando el permiso para contactar y expresar sus verdaderas emociones. Y, teniendo esta idea como base, es importante que los terapeutas aprendamos a ser pacientes y respetuosos, acompañándoles “de la mano”, teniendo a la vez presente el objetivo de que sacar la verdadera emoción es curativo en sí mismo.

Se puede decir que el paciente contactará con sus emociones más profundas cuando sea su momento, de modo que hemos de acompañarle con cariño y profundo respeto hasta donde él quiera llegar. Es el paciente quien siente cuándo es su momento, es el paciente quien siente cuándo hacer “¡click!”.


(http://bonding.es/jbonding/index.php?option=com_zoo&task=item&item_id=1038&category_id=10&Itemid=54)

 

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