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 A UN CLIC DE NOSOTROS MISMOS - 2ª parte



Septiembre 02, 2012, 06:58:55 am
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A UN CLIC DE NOSOTROS MISMOS - 2ª parte
« en: Septiembre 02, 2012, 06:58:55 am »

Asimismo, la rabia nos permite poner límites a los demás y ser quienes somos. Si decimos que “SÍ” a todo nos convertimos en seres humanos a merced de los demás, dando por buenas cosas que no lo son. Por ello es importante aprender a decir “NO”.

Esto me evoca a un paciente quien, con 28 años, dijo por primera vez “NO” en una de las sesiones de terapia. Era una persona enormemente complaciente, y el hecho de querer agradar siempre a los demás le había llevado a una situación de estrés, sintiéndose desbordado cargándose de más cosas de las que le tocaban. El ejercicio consistió en ponernos frente a frente mientras yo trataba conseguir, simulando una situación habitual en su vida, que él me arreglara el ordenador. Él iba contestando que “NO” al principio. Sin embargo, a medida que avanzaba el ejercicio, yo trataba de conseguir mi objetivo con artimañas (tales como ponerle voz dulce, cara de pena y de estar desvalida), por lo que a él le resultaba cada vez más difícil decir que “NO”. Al final, haciendo un gran esfuerzo, retorciéndose incluso en su silla, logró mantener ese “NO”. Desde entonces, esta persona ha ido aprendiendo a decir “NO” en su vida, a poner límites a los demás, a elegir para quien está disponible y a cuidarse él mismo.

En mi caso concreto, la rabia era una emoción que estaba totalmente prohibida. Como he comentado antes, mi caso es uno de aquellos donde las formas y la educación eran muchas veces más importantes que los niños. “Los niños no hablan cuando hablan los adultos”, así que qué decir de expresar la rabia incluso. Por ello, la manera que encontré de expresar mi rabia fue a través del llanto, pues debí descubrir en algún momento que la tristeza era una emoción que estaba más permitida. De este modo, aunque sentía mucha rabia, la manera que encontré de que me escucharan fue a través del llanto.

Años más tarde comencé a trabajar mis emociones en terapia y fue muy revelador el descubrir que había una emoción, tan profunda, llamada “rabia”. “¿Rabia? ¿Qué es esto de la rabia?”. Conocía la rabia obviamente y me había enfadado en muchos momentos de mi vida; ahora bien, el descubrir que había una rabia muy profunda y acumulada fue muy importante en todo mi proceso personal.

Aún recuerdo mi primer trabajo emocional al respecto en un curso de crecimiento personal. Me encontraba de pie ante una silla vacía, con un rulo largo de goma-espuma para golpearla. Tenía que expresar mi rabia contra ella y sacar todo lo que llevara dentro. Sin embargo, mi reacción inicial fue de paralización. Me quedé totalmente bloqueada mirando aquella silla vacía, sin capacidad para golpearla. A partir de ahí, comencé a llorar (supongo que, una vez más, tal y como lo había aprendido, saqué tristeza donde había rabia). El hecho de que mis compañeros de grupo comenzaran a hacerlo me hizo sentir mejor y, poco a poco, me fui dando la libertad para sacar la rabia. Comencé palpando la silla con el rulo de goma-espuma, como quien está tanteando el terreno. Poco a poco me di permiso para ir dándole pequeños golpes, como una niña pequeña que tuviera miedo. Afortunadamente mi conexión con la rabia fue cada vez a más y, con ello, los golpes a la silla. Estuvimos ahí todos golpeando durante un buen espacio de tiempo a nuestras respectivas sillas y mi sensación final fue de una gran liberación y de haberme quitado un peso enorme de encima. ¡Por fin había comenzado a destapar la cafetera en ebullición que llevaba dentro!.

Desde entonces, soy más consciente de la existencia de una emoción, igual de importante que el resto, que se llama rabia, y trato de buscar mis momentos y métodos para expresarla cuando la siento. Así, muchas veces me voy a un parque con un cuaderno y escribo todo lo que tengo dentro, para tacharlo después de modo que no quede rastro de lo que me hace daño. Hay quien, además de escribirlo y tacharlo, lo quema o lo rompe en pedazos. También me voy dando permiso para dar unos buenos batazos en el Instituto Galene. Cada uno puede encontrar su método. Lo importante es sacar esa rabia, para evitar que nos haga daño quedándose encallada dentro de nosotros.

¿POR QUÉ DISTORSIONAMOS LAS EMOCIONES?

A través de estos ejemplos podemos ver cómo distorsionamos emociones como la alegría, la tristeza o la rabia (al igual que ocurre con el resto de emociones como el miedo o el amor), confundiendo unas con otras o expresando unas cuando en realidad sentimos otras. ¿Por qué ocurre esto?


Una explicación la podemos encontrar en el Análisis Transaccional cuyo fundador, Eric Berne, expuso el siguiente aforismo: “Las personas nacen príncipes y princesas hasta que sus padres les convierten en ranas”.

Desde que nace, el ser humano tiene una predisposición innata para sentir y expresar emociones auténticas. Sin embargo, son las figuras parentales quienes muchas veces enseñan, de una manera no consciente, estas emociones no genuinas o “máscaras”, teniendo como resultado un mal manejo emocional que en un futuro puede desencadenar en trastornos psicosomáticos, dificultades para superar el estrés de la vida cotidiana, intolerancia a la frustración, etc.

A los niños les gusta correr, dar volteretas, saltar, explorar, llorar, gritar, reír y expresar sus sentimientos; pero a los padres suele molestarles la energía y honradez de sus hijos, por lo que a través de mensajes (verbales o no verbales) les indican su aprobación o desaprobación a lo que hacen.

Aun así, es importante señalar que no todo el poder está en manos de los padres, pues es el niño quien decide, a una edad muy temprana (puede que incluso pre-consciente), qué hacer con todos estos mensajes que recibe de sus padres, conformando lo que se denomina su “guión de vida”.

EL GUIÓN DE VIDA

Eric Berne define el guión de vida como “un plan preconsciente de vida basado en una decisión propia tomada en la infancia bajo la influencia del entorno (padres, familia, escuela, cultura,…) y reforzado por el mismo entorno, justificado posteriormente por medio de experiencias significativas y que culmina en una alternativa elegida”. De este modo, como si se tratase de una película, comenzamos a escribir nuestro guión de vida en el nacimiento. Con cuatro años ya hemos decidido los puntos indispensables de la trama y con siete años hemos completado los detalles principales de la historia. Desde los siete años hasta los doce años se afina la trama, incluyendo algunos retoques, y en la adolescencia revisamos la historia incluyendo ahora personajes reales.

Cuando somos adultos y los inicios de la historia quedan tan lejos de la memoria consciente, puede que no nos demos cuenta de que, en realidad, cada uno ha escrito su propia historia. Así, el guión de vida es inconsciente y, salvo que trabajemos emocionalmente para descubrir nuestro propio guión, puede que no seamos conscientes de que, en realidad, estamos viviendo conforme a las decisiones que tomamos entonces.

Es el niño quien decide su plan de vida a seguir, aunque las figuras parentales ejercen una gran influencia sobre estas decisiones pues, ya desde el nacimiento del bebé, sus padres le envían mensajes en base a los cuales el bebé crea conclusiones sobre él mismo, los demás y el mundo. Estos mensajes forman el entorno en el que se toman las decisiones principales del guión del niño.

Los mensajes que conforman el guión de vida son: los Mandatos, Impulsores, Atribuciones, Programas, Provocaciones y Permisos. Y es en base a estos mensajes que el niño, sin una mente adulta, decide cómo actuar para sobrevivir, entendiendo esto como un modo para recibir atención, cuidados y caricias por parte de los padres. Es su manera de responder a la pregunta: “¿Cuál es el mejor modo de conseguir lo que quiero de aquí?”.


Pueden ser muchos los motivos que nos separen de nuestras emociones más profundas. En ocasiones vamos tan deprisa que ni nos paramos a pensar en ello. Otras veces puede ser tan doloroso que preferimos seguir adelante, evitando el contacto con las emociones reales.
 

LOS MANDATOS

Los mandatos son mensajes no verbales e inconscientes que las figuras parentales transmiten a los hijos y que les limitan de alguna manera.

Robert Goulding MD y Mary Goulding MSW (Co-Directores del “Western Institute for Group and Family Therapy de Watsonville”) desarrollaron una escuela dentro del Análisis Transaccional que consiste en la Terapia de Redecisión. A lo largo de sus trabajos como terapeutas, observaron que había doce temas comunes en todos sus pacientes, que aparecían una y otra vez, como la base de sus decisiones tempranas negativas. De este modo, establecieron la siguiente lista de mandatos que pueden conformar nuestro guión de vida.

No seas: Si te sientes alguna vez inútil, que no vales nada, indigno de ser amado o incluso te has planteado en algún momento el suicidio, es posible que tus mensajes de guión de vida incluyan el mandato “no seas”.
Este mensaje puede venir de padres que sienten que han perdido atención por parte de su pareja en favor de su hijo, o cuando los padres sienten que, si no fuera por el nacimiento del hijo, hubieran hecho más cosas en su vida. También puede provenir de padres que tienen hijos sin buscarlos realmente o de padres que abusan física o mentalmente de sus hijos. Igualmente se puede enviar estos mensajes cuando ha habido complicaciones en el parto y la madre ha estado en peligro o incluso ha fallecido; etc.

Los mensajes no verbales relacionados con “No seas” pueden ser: no existas, no atiendas tus necesidades, no cuentes, no vivas.

No seas tú: Este mandato lo pueden transmitir los padres a los hijos cuando deseaban una niña y nace un niño, cuando comparan continuamente al hijo con otro que se supone que es mejor para que se parezca a él, cuando asemejan al niño con alguien que es indeseable (“¡eres igual que el desastre de tu tío!”), etc.
Los mensajes relacionados con “No seas tú” pueden ser: no seas como eres, sé como…, no seas de tu género.

No seas niño: Este mandato puede venir de padres a los que no se les permitió actuar como niños en su día y se sienten incómodos ahora con un comportamiento infantil. O, por el contrario, de padres un tanto inmaduros que no desean más niños que ellos en la casa, por lo que el hijo acaba haciendo de padre.
En ocasiones los primogénitos se dan a ellos mismos este mandato “No seas niño”, cogiendo la responsabilidad de tener que resolver los problemas de los padres y cuidando de sus hermanos pequeños.

Si te sientes raro estando con niños o si te sientes tenso en una fiesta o situaciones divertidas de adultos es muy probable que tengas un mandato “No seas niño”. Puede que de pequeño decidieras que reírse y disfrutar era cosa de niños y que tú debías ser una persona solemne y mayor.

Los mensajes relacionados con “No seas niño” pueden ser: no te diviertas, no juegues, no te rías, no disfrutes.

No crezcas: Este mandato por el contrario es más habitual que lo reciba el hijo pequeño de la familia. Muchos padres centran su vida en términos de ser padres y temen qué será de ellos si todos los hijos les abandonan. De hecho, los hijos que permanecen en casa cuidando de sus padres suelen llevar este mandato, traducido en un “No me dejes”.
Asimismo, puede provenir también de padres que, desde un punto de vista infantil, teman perder a su hijo, su compañero de juegos.

Igualmente, puede ser un mandato transmitido del padre a la hija cuando ésta comienza a crecer y llega a una edad en la que se pueda percibir su feminidad.

Variantes de “No crezcas” pueden ser: no cambies, no me dejes solo, no seas sexy.

No lo hagas: Este mandato viene habitualmente de los padres que, aun sintiendo un placer parental por los éxitos de sus hijos, sienten cierta envidia inconsciente porque éstos consigan lo que ellos no han logrado. Así, un estudiante que esté obedeciendo a este mandato, puede estudiar y entregar todos sus trabajos en plazo pero es posible que, a la hora del examen final, se boicotee a sí mismo o le supere el pánico, teniendo que salirse del examen por ejemplo. O lo mismo puede ocurrir cuando el hijo está triunfando en el trabajo de modo que, cuando está en contacto con el éxito, puede sentir pánico y sufrir enfermedades somáticas que le impidan llevar su trabajo con normalidad. O igualmente pueden responder a este mandato quienes, cuando van a lograr sus objetivos, se vienen abajo y los abandonan.
Los mensajes relacionados con “No lo hagas” pueden ser: no lo vas a conseguir, no lo logres aunque te esfuerces mucho, eso no se va a solucionar.

No: El mensaje de “¡No!” conlleva una idea encubierta de “No hagas nada porque cualquier cosa que hagas es tan peligrosa que lo más seguro para ti es que no hagas absolutamente nada”. Así, quienes hayan recibido este mensaje, puede que en su vida adulta estén dudando continuamente entre una cosa u otra, sin llegar a ninguna solución clara ni llevando a cabo acciones para cambiarlo.
Un sinónimo del mandato “No” puede ser: no hagas nada.

No seas importante: Quienes han integrado este mandato pueden sentir pánico en aquéllos momentos en los que han de adoptar un rol de líder, quedándose paralizados incluso ante situaciones de responsabilidad como hablar en público, dirigir una reunión, etc. Así, puede que trabajen óptimamente en un segundo puesto pero no ansiarán un ascenso o se sabotearán cuando aparezca la oportunidad.
Mensajes relacionados con el mandato “No seas importante” pueden ser: no triunfes, no satisfagas tus necesidades, no destaques, no seas el centro, no nos quites nuestro tiempo, no pidas lo que necesitas.

No te acerques: Este mandato puede significar un “No te acerques físicamente”, que proviene habitualmente de aquéllos padres que raramente se tocan entre ellos o al niño.
Igualmente, puede significar un “No te acerques emocionalmente”, que emana normalmente de familias en las que no se habla entre ellos de emociones.

Asimismo, el niño puede integrar un “No te acerques” al tratar de acercarse continuamente a sus padres y decidir, al no recibir la respuesta afectiva deseada, dejar de hacerlo por el dolor que implica el rechazo.

Mensajes relacionados con este mandato son: No te acerques ni física ni emocionalmente, no confíes en la gente.

No pertenezcas: las personas que obedecen a este mandato suelen sentirse fuera de lugar estando con otros y éstos, a su vez, suelen verlos como personas insociables o solitarias.
Los padres suelen transmitir este mandato cuando diferencian a su hijo del resto con frases tipo: “no eres como ellos”, “eres tímido”, “eres difícil”, “eres mejor que ellos”, proyectando en sus hijos incluso sus pocas habilidades sociales.

Mensajes en esta línea pueden ser: no seas de los nuestros, no seas como los demás.

No estés bien: Este mandato procede por lo general de padres con poco tiempo para sus hijos de modo que éstos, en un estadio infantil, descubren que la única manera de captar la atención y cariño que necesitan es estando enfermos. Por ello es habitual que las personas que siguen este mandato enfermen de adultos cuando sus relaciones personales o laborales no van del todo bien.
También el niño puede integrar un “No estés bien” cuando oiga comentarios de sus padres del tipo: “Ya sabes como es, no es muy fuerte que se diga”.

Los mensajes relacionados con este mandato pueden ser: no estés sano, no estés delgado, no estés satisfecho.

No pienses: Este mandato se produce por parte de padres que menosprecian constantemente los pensamientos del hijo, infravalorándolos. O puede ser transmitido también por madres que inculquen de alguna manera a sus hijas que, para conseguir algo de un hombre, es mejor no pensar e intensificar los sentimientos (llorando, por ejemplo).
De este modo, quien acata un mandato “No pienses” en su vida adulta, suele confundirse al solucionar los problemas o vive éstos con angustia en vez de centrar su energía en solucionarlos.

Dentro del mandato “No pienses” nos podemos encontrar con: no pienses lo que piensas, piensa lo que yo pienso, no recuerdes, no reflexiones, no pienses sobre….

No sientas: El mandato “No sientas” suele ser inculcado por padres que encierran sus propias emociones. Puede ser un mandato general contra todo tipo de emociones o particular contra emociones concretas (como la rabia, por ejemplo, emoción no entendida por ir en contra de lo que se consideraba una buena educación).
Puede que los padres permitan sentir la emoción en parte, pero no exteriorizarla; o puede que no permitan ni sentir la emoción si quiera. Este sería el caso de célebres frases como “Los niños grandes no lloran”.

Es posible que esta prohibición se extienda incluso a sensaciones físicas, de modo que se prohíba al niño sentir hambre, por ejemplo. Esto puede desencadenar más adelante trastornos alimenticios.

En muchos casos, los padres proyectan en los hijos sus propias sensaciones, inculcando un “No sientas lo que tú sientes, siente lo que yo siento”. Este sería el caso de mensajes del estilo de “Tengo frío, ven anda que te pongo la chaqueta”.

Por todo ello, las personas bajo un “No sientas” controlan o bloquean el contacto con la emoción real.

Mensajes derivados de este mandato son: no sientas rabia, tristeza, alegría,….no muestres lo que sientes aunque lo sientas, no sientas lo que tú sientes, siente lo que yo siento.

Como hemos visto, todos estos mandatos limitan la autonomía del niño y su propio potencial. Por ello, tomamos decisiones a una edad muy temprana como, por ejemplo, que debemos esconder nuestros verdaderos sentimientos, descubrimos qué emociones están más permitidas en nuestro entorno, asumimos que no lograremos nuestros objetivos, aprendemos a hacer grandes esfuerzos para ser como el resto y ser aceptados socialmente, desconfiamos de la gente, nos cuesta adelgazar, dependemos de los padres, enfermamos, nos paralizamos ante la toma de decisiones, nos prohibimos ser el centro, nos boicoteamos cuando nos acercamos a nuestras metas y un sin fin de etcéteras.

 

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