En el Camino del Crecimiento Personal, pretender implantar la armonía, o buscarla, es un error.
Al final, sí se llega a un estado de paz o armonía, pero sólo al final, porque es un premio o es el resultado de los esfuerzos y conflictos anteriores.
Nos parece que es un signo de cierta madurez el lograr que las cosas no ofendan o afecten a uno, pero para alcanzar la madurez es necesario dejarse afectar. Es mejor no huir y quedarse atento a por qué, a cómo, a dónde, y a quién afectan. Si uno se queda a soportar el terremoto emocional, y lo consigue, su interior se enriquece por el hecho de haber soportado lo que parecía insoportable, y es otra paso a añadir al Camino, que entonces nos propondrá algo distinto en el siguiente plano.
A lo largo del Camino hay que buscar, precisamente, situaciones de las que se puede aprender, escenarios en los que uno ha de crecer, enfrentamientos con las partes desagradables que nos componen. Hay que toparse con el caos y el conflicto, con las dudas y los miedos, con la guerra y la desarmonía. Hay que sacar a la luz de la búsqueda de soluciones todo aquello que no es paz y armonía, que no es firme o cierto, que no forma parte de la naturaleza propia.
Ya sabemos que estamos compuestos de complejos, traumas, errores, miedos, mala educación, conflictos…
Ya sabemos que aún no somos íntegramente nosotros mismos, pero podemos crecer hasta llegar a nuestra propia altura interior. En eso estamos.
Cuando queremos hacer limpieza general no escondemos la basura debajo de la alfombra ni negamos la suciedad de los rincones. Nos metemos a fondo y con todo, sin excepción, porque es el único modo de hacerlo bien.
Las cosas nuestras que no nos gustan están ahí, y, si pretendemos que la limpieza sea general, aunque no nos gusten, aunque deseemos negarlas y jamás reconocerlas, tenemos que enfrentarlas a la luz de la verdad y dejarlas resplandecientes.
No hay que negar lo que no nos gusta de nosotros: hay que aceptarlo, en un acto de reconocimiento de la realidad, y comunicarle que estamos en un proceso en el que no nos es útil, sino más bien un lastre, por lo que debemos abandonarlo.
Y este paso es imprescindible para lograr la paz y la armonía definitivas.
Ten esto muy claro: la armonía no es una meta ni un objetivo, sino el resultado de un sistema de vida, de una forma de ser.
