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 GRACIAS - 2ª parte



Octubre 06, 2012, 07:17:03 am
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GRACIAS - 2ª parte
« en: Octubre 06, 2012, 07:17:03 am »

Ser el blanco de la gratitud

El corazón genera un campo electromagnético. Es el generador de energía electromagnética más poderoso del cuerpo humano, produciendo un mayor campo electromagnético que cualquiera de los otros órganos del cuerpo. Además es más de 5000 veces superior en fuerza que el campo generado por el cerebro y se puede detectar a varios pies del cuerpo, en todas direcciones, utilizando un instrumento llamado magnetómetro. Varios estudios han documentado que el campo magnético generado por el corazón podría transmitir información que puede ser recibida por otros.
Por ejemplo, cuando dos personas se encuentran a corta distancia, la señal electromagnética generada por el corazón de una de ellas puede influir los ritmos cerebrales de otra. Las ondas cerebrales de una persona armonizan con las ondas cardíacas de la otra. Esta profunda forma de comunicación establece una conexión sincera entre las personas, dando como resultado percepciones de, entre otras cosas, ser realmente entendido y apreciado por el otro. De ahí que cuando alguien nos expresa su sincera gratitud, hay el potencial de que experimentemos todo tipo de beneficios, empujados por este intercambio de energía electromagnética. Lo que suscita este sistema de intercambio de energía es el ritmo afín del corazón producido por sentimientos de gratitud. La otra cara de la moneda es que una fuerza tan potente también puede repeler, lo que posiblemente explica por qué sentimos un desagrado inmediato hacia alguien a quien apenas conocemos, además de darnos una explicación psicológica de por qué las percepciones de ingratitud son tan profundamente aborrecidas.

La experiencia china de la gratitud se expresa en dos caracteres, pao-en. Pao incluye significados como devolver, corresponder y recompensar, y constituye la base esencial para las relaciones sociales. El hecho de no corresponder, representa una experiencia incompleta de la gratitud. Desde estas perspectivas orientales, la afirmación positiva de la vida proviene de un profundo sentido de la gratitud hacia todas las formas de existencia, una gratitud arraigada en esencia del ser mismo, que impregna todos los pensamientos, el habla y los actos del individuo. La gratitud, en este sentido profundo, no es una mera actitud, un sentimiento profundo ni incluso una virtud deseable. Es tan elemental como la vida misma. En muchos sistemas éticos del mundo, la gratitud es la fuerza imperiosa detrás de los actos de compasión, porque la vida es vista como una gigantesca red de interdependencia, interpenetración y mutualidad que constituye el ser.

“La mayoría de las personas no se da cuenta de que la vida es un regalo hasta mucho después. Yo me siento muy afortunada de haber sabido, siendo una niña, que la vida es realmente un regalo muy preciado. Y eso es otro regalo, ser consciente de la vida como un regalo” (escrito por una mujer de 66 años que padeció poliomielitis cuando tenía 7 años).

LA GRATITUD Y LA CREACIÓN DE SENTIDO

Son muchas las opciones que ofrecen las creencias religiosas para comprender el significado de un suceso, entre ellas, la idea de que existe un designio más grande, que los acontecimientos no ocurren al azar o que de la lucha puede derivar el crecimiento personal. Las reflexiones del pastor episcopaliano, John Claypool, sobre la muerte de su hija de diez años, enferma de leucemia, muestra el poder de la gratitud en medio del dolor:
“Todo se vuelve más soportable cuando recuerdo que Laura Lue era, pura y llanamente, un regalo, algo que no me había ganado, ni merecido, ni a lo que tenía derecho. Y cuando recuerdo que la respuesta apropiada a un regalo, incluso cuando lo pierdes, es la gratitud, entonces me siento más capaz de dar gracias a Dios, para comenzar, por haberme dado una hija”.
Viktor Frankl, el psiquiatra vienés que sobrevivió los campos de concentración nazis, describió “la voluntad de encontrar significado” como el motivo humano, básico y principal, y argumentaba que el principal objetivo de la vida no es lograr placer o poder, sino encontrar un significado y un valor a la vida. Él escribe: “Los que hemos vivido en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón, confortando a otros, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Es posible que no fueran muchos pero son la prueba de que todo se puede arrebatar a un hombre excepto una cosa: la última de las libertades humanas, que es, elegir su actitud en cualquier tipo  de circunstancias dadas”.
Una perspectiva espiritual de gratitud refuerza la tesis central de este libro: aquellos que viven bajo el aura de un agradecimiento omnipresente, recogen las recompensas de una vida de gratitud. A la inversa, los que no sienten gratitud por las cosas buenas de la vida, se privan de la mejor experiencia de la misma. En este punto, una actitud agradecida no exige una vida llena de comodidades materiales, sino una condición interior de agradecimiento pese a las circunstancias de la vida.
Aquellas personas que sienten amor hacia el prójimo y bendicen a Dios se hallan en una esfera de gratitud o estado divino, y viven por lo tanto en el paraíso. Por consiguiente, es a través de la gratitud que tenemos la habilidad de vivir e un estado de alegría y paz; a su manera, paradójica y elusiva, la gratitud es la puerta a muchos regalos del cielo.

Edward Arlington Robinson escribió: “Hay dos clases de gratitud: la repentina que sentimos por lo que recibimos; la más intensa que sentimos por lo que damos”. La gratitud con g minúscula es la gratitud que sentimos por los beneficios que hemos recibido, por lo que otros nos dan. La gratitud con g mayúscula, por otro lado, es la gratitud por las contribuciones que hacemos.

La ingratitud y otros obstáculos para una vida agradecida

A veces, las personas reciben dádivas y, por razones complejas, reaccionan con ingratitud. El acto de dar y recibir un regalo engloba una amplia variedad de percepciones, estados psicológicos y emociones conflictivas divergentes. La dinámica de dar y recibir, la relación entre donante y receptor, las motivaciones percibidas por cada uno, y las historias anteriores en situaciones similares influencian el grado de gratitud que se experimenta, y la manera en que se expresa. A veces los regalos traen alegría, en otras ocasiones, vienen acompañados de orgullo y, si ciertas circunstancias están presentes, también pueden acarrear envidia, odio, celos y avaricia.
La gratitud requiere no sólo que el donador haga un regalo sino que ese regalo sea valioso para él, es decir, que sea “algo especial”. Para que el beneficiario se sienta agradecido en un sentido emocional, debe saber que el acto de dar obligó al donador a quedarse sin algo, a renunciar a alguna oportunidad, a desprenderse de algo de valor, como mínimo, a hacer un esfuerzo de verdad.

OBSTÁCULOS PARA LA GRATITUD

Un número de cargas personales y de obstáculos externos pueden bloquear las emociones de agradecimiento, los pensamientos agradecidos y las acciones agradecidas. Para recoger los beneficios del pensamiento agradecido, los obstáculos deben ser reconocidos, enfrentados y superados.

Los psicólogos han identificado una tendencia natural de la mente a “percibir una entrada como negativa”. Este “prejuicio negativo” supone que hay más probabilidades de que las emociones y pensamientos entrantes sean desagradables que agradables. Además, el prejuicio negativo parece ser un fenómeno muy real con una sólida base neurofisiológica. En lenguaje más sencillo, esto significa que para algunos de nosotros ser gruñones es algo natural. Cuando no les ocurre ningún hecho significativo, la mayoría de las personas va por ahí de buen humor. Pero nuestro sistema emocional está dispuesto para reaccionar negativamente cuando algo significativo ocurre en nuestro ambiente. El prejuicio negativo nos sugiere una valoración prudente y, si fuera necesario, una retirada rápida que sin duda tiene algún valor para la supervivencia.
A pesar de que “lo malo es más fuerte que lo bueno”, contamos con la ayuda del envejecimiento. Una sugestiva y reciente investigación neurocientífica ha revelado que las áreas del cerebro responsables de procesar información negativa muestran una disminución de la actividad con la edad, mientras mantienen o incluso aumentan la reacción a la información positiva.

Muchos de nosotros vivimos bajo la ilusión de la autosuficiencia: la predisposición a no reconocer lo mucho que necesitamos a los demás. Esta predisposición debilita la gratitud. ¿Por qué nos cuesta admitir que nos sentimos y deberíamos sentirnos en deuda con alguien que es nuestro benefactor y que nos ha ayudado en alguna manera? No nos gusta (en particular a nuestra sociedad) pensar que estamos en deuda. Preferimos pensar que nuestra buena suerte es obra nuestra (mientras que las pérdidas y los sufrimientos no lo son).
La interdependencia no es lo mismo que la dependencia, sino mas bien una alegre sensación de depender de los demás que alienta un agradecimiento sincero. La interdependencia es similar a la confianza en que abraza y expande el yo, en lugar de encogerlo.

En relaciones muy largas, en las que las parejas inevitablemente se hacen daño, uno de los regalos más grandes que sus miembros pueden hacerse mutuamente es el regalo del perdón. Un sujeto escribió: “No hace demasiado tiempo, hice algo que estoy seguro que le causó un gran disgusto a mi esposa. Tardé un tiempo en admitir lo que había hecho y pedirle perdón. Lo que me asombró fue lo predispuesta que estaba a perdonarme y que dijera: “Lo pasado, pasado está”. El regalo del perdón es ciertamente una de las ofrendas más grandes que uno puede recibir.

Es parte de la naturaleza humana hacer juicios. Constantemente evaluamos situaciones, sucesos, a otras personas, y a nosotros mismos respecto a un estándar de un tipo u otro. Algunas de estas comparaciones dificultan la gratitud. Cuando miramos alrededor y vemos estudiantes con cuerpos más fuertes, compañeros de trabajo con mejores retiros, parientes cuyos hijos son más agradecidos, vecinos cuyos monovolúmenes son más grandes, sentimos resentimiento y envidia, no gratitud. Nos encontramos empleando el lenguaje de la escasez, concentrándonos en lo que no tenemos, en lugar de hacerlo en el lenguaje de la abundancia, apreciando lo que tenemos. La lección que tenemos que aprender aquí es la necesidad de elegir nuestras comparaciones sabiamente. Epicuro escribió: “No eches a perder lo que tienes, deseando lo que no tienes; pero recuerda que lo que ahora tienes estuvo una vez entre las cosas que deseabas tener”. La gratitud es la lucidez de que tenemos todo lo que necesitamos tener en este momento.

La tendencia a culpar a otros puede ser una fuerte resistencia contra la gratitud. Sentirse víctima deja al individuo herido y envuelto en sentimientos de resentimiento y deseos de represalias. Los individuos que se perciben como víctimas son incapaces de sentir agradecimiento por lo que la vida tiene que ofrecerles. Si la identidad está distorsionada por el victimismo, la capacidad de gratitud mengua.

Hay ejemplos inspiradores de individuos que eran capaces de percibir cosas buenas en medio de su sufrimiento personal. El hecho de que la mayoría de las personas se recuperen emocionalmente de acontecimientos catastróficos, en períodos relativamente cortos de tiempo, es un testimonio de la resistencia de la psique humana. Un estudio clásico demostró que incluso los individuos que han sufrido lesiones de médula espinal han regresado a sus niveles anteriores de emociones positivas a los seis meses de su accidente.

“Lo más detestable que produce la tierra es un hombre desagradecido”
DECIMO MAGNO AUSONIO

“La ingratitud es la esencia de la villanía”
            IMMANUEL KANT

Mientras que la gratitud es una emoción, la ingratitud es una acusación. Una persona no siente ingratitud pero lo muestra a través de las palabras y hechos.

Tanto si estamos implicados como si no, esperamos que las personas reconozcan el bien que se les ha hecho; la ingratitud es la negación a reconocer este bien.

¿Por qué es la ingratitud un fracaso moral tan profundo?

 El principio de la reciprocidad, en el que se basan las sociedades humanas, establece que tenemos la obligación de ayudar a los que nos han ayudado, y al mismo tiempo, no hacer daño a los que nos ayudan. Dirigir ingratitud hacia nuestro benefactor es una manera de hacer daño a esa persona.
Ser desagradecido es, sin duda, una señal de imperfección, ya sea como caso aislado o como defecto de carácter a largo plazo. Mientras que la gratitud es apropiada, incluso obligatoria, ser desagradecido es una señal de falta de socialización, ya sea la falta de habilidad para apreciar lo que otros han hecho por uno o, peor, el mezquino resentimiento de la propia vulnerabilidad y la negación a admitir nuestra deuda con otros. Hay razones conscientes e inconscientes de por qué los individuos reprimen expresar la apreciación por los beneficios que reciben. Por ejemplo, pueden poner en duda los motivos generosos de su benefactor para sentirse mejor consigo mismos o para evitar la reciprocidad en el futuro. O para proteger una autoestima frágil no pueden reconocer que otras personas quieran beneficiarlas voluntariamente. Si no nos vemos merecedores de beneficios, no reconoceremos la bondad cuando la recibamos y, por lo tanto, no sentiremos gratitud, ya que la gratitud sólo puede sentirse cuando hay reconocimiento del bien.
Las actitudes de ingratitud son intentos agresivos de disimular sentimientos básicos de inferioridad y torpeza. Dado que dar beneficios y crear vínculos de gratitud une a las personas en la sociedad, la ingratitud debilita nuestros vínculos con los otros. El filósofo romano Séneca dijo: “Ningún otro vicio es tan hostil a la armonía de la raza humana como la ingratitud”. Las personas desagradecidas son incapaces de participar en el ciclo de dar y recibir, por lo que se arriesgan a quedarse aisladas de la sociedad. Desde un punto de vista personal, son negadas para experimentar la alegría y satisfacción que trae la vida vivida con agradecimiento y, en cambio, son presa de las quejas y la negatividad. Creo que ciertos rasgos de la personalidad pueden predisponer a la ingratitud, y que esos rasgos son, desgraciadamente, difíciles de cambiar.
En un estudio basado en cuestionarios, descubrimos que las personas narcisistas tienen una densidad de gratitud menor. La densidad de gratitud se refiere al número de personas hacia las que uno se siente agradecido por un único resultado positivo o circunstancia de la vida. Los narcisistas asumen el mérito por los resultados positivos, tendiendo a atribuirlos a su innata habilidad o esfuerzo y quitando méritos a otros. Los psicoanalistas han observado que el narcisismo es un estado normal del desarrollo humano. Como tal, forma parte de la condición humana. Nacemos narcisistas. Por eso debemos mantenernos en guardia contra los pensamientos narcisistas y las actitudes que se oponen a la verdadera gratitud. No dejar atrás el narcisismo tiene como resultado una vida espiritualmente empobrecida, cuya víctima principal es la incapacidad de sentir agradecimiento por lo que la vida ofrece.

“La gratitud es un impuesto que debería pagarse, pero que nadie tiene derecho a esperar”
ROUSSEAU

La verdadera generosidad que viene del corazón no espera recompensas. Un regalo no es un regalo si incluye condiciones.

¿En todas las circunstancias?

Es relativamente fácil sentirse agradecido cuando ocurren cosas buenas, y la vida nos va como queremos que vaya. Un reto mucho más grande es estar agradecido cuando las cosas no marchan tan bien y parece que todo se tuerce. Sentir rabia, amargura, resentimiento nos parece mucho más fácil, una reacción mucho más natural en tiempos cómo esos. Las herramientas de la ciencia parecen quedarse cortas cuando intentamos entender a las personas que experimentan agradecimiento en situaciones extraordinariamente difíciles. Las doctrinas religiosas nos animan a hacer algo más que reaccionar con pasividad y resignación a las pérdidas y la crisis; nos recomiendan que cambiemos nuestra perspectiva, para que nuestro sufrimiento se transforme en una oportunidad para crecer. No sólo la experiencia de la tragedia nos brinda una oportunidad excepcional de crecimiento, sino cierto tipo de sufrimiento es también necesario para que una persona alcance el máximo crecimiento psicológico.

“En general lo veo como si todas las cosas que ocurren en mi vida fueran un regalo, por la razón que sea o como vengan. No tiene por qué tratarse, necesariamente, sólo de regalos agradables, sino de todo lo que pasa, todo tiene un significado. Y así he aprendido mucho. Aunque no querría volver atrás y revivir nada, estoy agradecida porque ellos me han ayudado a ser quien soy. La vida nos trae muchas penas y alegrías pero todas ellas la enriquecen”.

La gratitud puede ser un sentimiento abrumadoramente intenso.
La gratitud por ciertos regalos que la mayoría de la gente pasa por alto con facilidad puede ser la forma más poderosa y frecuente de agradecimiento.
La gratitud es independiente de las circunstancias objetivas de la vida personal y se puede escoger a pesar de la situación particular.

Para los familiares de pacientes con Alzheimer, algo tan sencillo como escribir un diario de gratitud puede dar un respiro al estrés constante de sus cuidados. Los que habían implementado esta práctica, experimentaron un aumento en el bienestar general y una reducción en los niveles de estrés y depresión. El agradecimiento diario se relacionó con niveles más elevados de optimismo y autoestima en las personas que cuidaban de otras, y con menos quejas físicas de salud. Las redes de apoyo a las personas que cuidan de otras recomiendan escribir como una manera de autoexpresión, y sospecho que escribir todos los días en un diario las experiencias positivas y enriquecedoras puede considerarse terapéutico. Paradójicamente, acordarse de contar las cosas buenas que nos han ocurrido y ser consciente de las muchas maneras en las que la vida aún merece la pena vivirse, tiene un efecto reafirmante de la vida incluso cuando se está cuidando a los que no son capaces de recordar.

“Los períodos que nos desafían física, emocional y espiritualmente hacen que nos resulte casi imposible sentirnos agradecidos. Sin embargo, podemos decidir vivir agradecida y valientemente abiertos a la vida en toda su plenitud. Al vivir el agradecimiento que no sentimos, empezamos a sentir el agradecimiento que vivimos”.
DAVID STEINDL-RAST

George Vaillant conjetura que una clave para la adaptación madura a la vida es la habilidad para remplazar la amargura y el resentimiento hacia aquellos que nos han hecho daño por la gratitud y la aceptación.

 

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