LAS SEÑALES DEL CUERPO
Escrito por Cristina Viartola Braña
En la actualidad parece obvio para una gran mayoría de personas el hecho de que nuestra mente y nuestro cuerpo están conectados de alguna manera, pero esta relación va más allá y, desde la Psicoterapia Humanista, consideramos que el cuerpo y la mente funcionan como un organismo total. Nuestro cuerpo recoge y expresa los mensajes de lo que ocurre en nuestro interior. En este trabajo veremos cómo ha evolucionado la consideración de esta relación, y cómo podemos utilizar e integrar las señales que nos da el cuerpo en el proceso terapéutico de nuestros pacientes.
Introducción
Hoy en día parece claro que existe una relación entre el cuerpo y la mente, y a todos nos suenan conceptos como trauma, comunicación no verbal o psicosomático como maneras de entender que, de alguna manera, nuestro cuerpo expresa lo que nuestra mente no dice. Afortunadamente, cada vez hay más conciencia sobre la importancia e implicaciones de esta relación, y parece que la tendencia natural de un gran número de personas es la de pensar que el ser humano es un todo en vez de partes separadas. Aunque esto no siempre ha sido así, en la actualidad contamos con evidencias suficientes para afirmar con seguridad que nuestros procesos mentales correlacionan con nuestros procesos fisiológicos y neuronales. A medida que se va profundizando en los distintos enfoques que integran el trabajo con el cuerpo en el proceso terapéutico, nos damos cuenta de que esta relación entre lo que sucede en nuestro interior va mucho más allá. El cuerpo físico no sólo nos da señales de lo que pensamos, sentimos o hacemos, sino que también expresa nuestras intenciones, codifica las experiencias vividas o reacciona ante determinadas situaciones de maneras inesperadas, en definitiva, funcionamos como un organismo total. Cómo se mueve o se sienta una persona, sus gestos, sus bloqueos corporales e incluso sus enfermedades, nos están dando mensajes tanto sobre su personalidad como sobre la manera que tiene esa persona de experimentar sus emociones y vivencias. En esta línea, se puede afirmar que el cuerpo es un medio por el que se manifiesta el inconsciente y los conflictos intrapsíquicos no resueltos. Nuestro cuerpo graba y codifica lo que nuestra mente olvida. Pero, ¿hasta qué punto, en nuestra vida diaria, somos conscientes de ello? ¿Cómo se integra la experiencia física con la psíquica?
Desde esta perspectiva y nuestra posición como psicoterapeutas, podríamos decir que nuestros objetivos son:
-Aprender a leer y observar estos mensajes en nuestros pacientes, ya que esto nos va ayudar a entender mejor cómo son, lo que sienten y cómo se viven.
-Incorporar herramientas de trabajo terapéutico en las que se incluya al cuerpo físico como medio para la toma de conciencia, el contacto con uno mismo y como herramienta de curación.
El propósito de este trabajo es mostrar de manera esquemática cómo he ido integrando en mi formación como psicoterapeuta la inclusión del cuerpo físico en el proceso de psicoterapia. Para ello, comenzaré revisando las aportaciones teórico-prácticas de los algunos autores y escuelas que, por un lado, han incorporado el trabajo corporal en el proceso de psicoterapia y que por otro, han estudiado cómo el desarrollo de la psique está estrechamente relacionado con el del cuerpo.
La evolución del debate sobre la relación mente-cuerpo
El debate sobre la relación entre cuerpo y mente ha acaparado la atención de filósofos, pensadores y psicólogos desde la Antigüedad hasta nuestros días. Ya desde el Hombre de Neanderthal se creía en algún tipo de inmortalidad, y para las religiones orientales la idea de alma ocupa un lugar central. En Occidente, es en Grecia donde se proponen los primeros planteamientos filosóficos sobre el alma. A pesar de las primeras aproximaciones monistas que consideraban el cuerpo y el alma como manifestaciones distintas de la arqué o sustancia única que constituye la totalidad de las cosas, es la visión dualista de los pitagóricos (el alma es de origen divino e inmortal, el cuerpo es la parte corruptible que la contiene) la que, a través de Platón y Aristóteles, se termina consolidando en el pensamiento occidental. Esta idea prevalece en la Edad Media, y a la noción de alma se le van incorporando atributos y funciones siempre con el fin último de inmortalidad y trascendencia. Es René Descartes (1663) quien sienta las bases de la visión moderna del dualismo sustancial, que ha ayudado a fortalecer y mantener el concepto de que la mente y el cuerpo son entidades separadas, aunque introduce la idea de que la mente puede afectar al cuerpo. Esta perspectiva, aunque con matices, ha sido mantenida por otros planteamientos filosóficos racionalistas, y ha limitado la comprensión de la relación cuerpo-mente estableciendo con diferentes matices esta división. El problema de cómo se relacionan cuerpo y mente fue evolucionando desde otras perspectivas más interaccionistas hasta las primeras investigaciones sobre el cerebro y el sistema nervioso en el S. XIX, junto a la teoría evolucionista de Charles Darwin. A finales de ese siglo, empieza a materializarse la visión moderna del planteamiento cuerpo-mente con los estudios sobre trauma y disociación de Pierre Janet, el Psicoanálisis de Freud y el concepto de inconsciente, y posteriormente con el desarrollo de la Psicología Funcional de William James. En el siglo XX, con la consolidación de la clínica Psicosomática, el nacimiento de la Psicología Humanista y las aportaciones hechas por las diferentes teorías que la integran es cuando se supera definitivamente la escisión mente-cuerpo en el tratamiento psicoterapéutico, proponiendo un modelo con una visión holística del ser humano.
La inclusión del cuerpo en el proceso de psicoterapia
Ya Freud siempre se interesó por los procesos corporales subyacentes a la neurosis y, aunque no abordó el tema de la enfermedad psicosomática tal y como se entiende hoy en día, desde el descubrimiento del inconsciente siempre remarcó la incidencia de éste sobre el cuerpo. Con sus estudios sobre la histeria mostró cómo el síntoma histérico era la conversión somática de un afecto muy intenso: el yo consciente reprime una representación inaceptable, que va a encontrar en las manifestaciones físicas una traducción simbólica. Son varias las escuelas de psicoterapia que se han interesado por la relación entre los procesos físicos y psíquicos, y desde las que muchos clínicos empezaron a cuestionar la eficacia de las terapias puramente verbales a partir de la observación de las reacciones de sus pacientes. Los trabajos de estos autores sentarían las bases del desarrollo de la clínica psicosomática, el desarrollo de las terapias corporales y el surgimiento de nuevos modelos de desarrollo e intervención terapéutica. A partir de los años 50 y 60 se empiezan a sistematizar teóricamente los trabajos en medicina psicosomática de Pierre Marty en Francia, la escuela de Chicago en USA; y surgen escuelas como la psicoterapia de la Gestalt, el Análisis Transaccional o la Psicoterapia Experiencial. También son de especial relevancia los trabajos sobre los vínculos afectivos, apego y trauma de psicoanalistas ingleses como Winnicott y Bowlby. Probablemente, todas estas teorías hablen con diferente lenguaje del mismo concepto: que no podemos separar lo físico de lo psíquico, y que el cuerpo comunica nuestro yo interno. En la actualidad, es indiscutible que la salud implica un equilibrio entre cuerpo y mente que sólo es posible si los entendemos como un organismo total, y ésta es la perspectiva desde la que se trabaja hoy en día desde una gran mayoría de enfoques terapéuticos.
A pesar de sus diferencias conceptuales o de abordar de manera diferente la práctica clínica, las distintas aproximaciones, en su mayoría derivadas de la escuela psicoanalítica, tienen en común varios puntos: que el cuerpo es guardián de la historia inconsciente de la persona, y que las experiencias tempranas del niño son vitales en la construcción de la personalidad. También enfatizan la importancia de la relación corporal con el vínculo afectivo y el trauma, e incorporan el trabajo con el cuerpo para lograr cambios terapéuticos en los pacientes. Hoy en día todos estos trabajos nos dan una amplia comprensión de la formación de la psique y de la estrecha relación entre mente, cuerpo y vínculos, que se apoya definitivamente con las últimas investigaciones en Psicobiología y Neurociencias, como veremos a continuación.
Los pioneros
Las investigaciones y aportaciones de Freud han sido sin duda determinantes para que muchos de sus colaboradores y discípulos elaboraran nuevas teorías explicativas sobre el origen de los conflictos del ser humano. Entre ellos, he seleccionado a los que creo que abrieron las puertas a la integración del trabajo con el cuerpo en el proceso terapéutico.
Sándor Ferenczi (1921) fue uno de los pioneros de la corriente psicosomática de origen psicoanalítico junto a Charles Groddeck y Feliz Deutsch. También fue de los primeros innovadores que empezaron a dedicar una atención especial a la actividad muscular y a la expresión corporal de sus clientes durante las sesiones de terapia, y a modificar la técnica tradicional del psicoanálisis con su técnica activa. Este método se distinguía por la asignación de tareas concretas a la persona y por la represión de síntomas de carácter motor, lo que podía despertar recuerdos en el paciente que dieran lugar a una catarsis emocional. Observó una relación directa entre expresiones emotivas y acciones motoras, y amplió el concepto de análisis distinguiendo su método activo como análisis desde abajo (bottom-up), del tradicional análisis desde arriba con el que se trabaja en la técnica de asociación de la terapia verbal analítica. Después de esta etapa, y a través de su experiencia clínica, profundizó en el tema del trauma, describiendo las consecuencias que tiene en el niño: “la enorme ansiedad paraliza al niño y lo vuelve física y psíquicamente indefenso”(Ferenczi, 1926) y enfatiza el trauma como “la imposición al sujeto por distintos medios de violencia, de una realidad psíquica ajena, desconociendo sus propias necesidades, sentimientos y percepciones”.
Wilhelm Reich, discípulo de Ferenczi, con su Análisis del carácter y La función del orgasmo (1927, 1929) postula una identidad funcional entre tensión muscular y bloqueo emocional. Reich amplía esta idea hasta postular que el carácter del individuo, en su pauta habitual de comportamiento, se refleja a nivel somático en la forma y movimiento del cuerpo, lo que constituye la “expresión corporal” del organismo. Los bloqueos y tensiones musculares funcionan como resistencias y como expresión de los impulsos secundarios formando la coraza caracterial. La expresión corporal es el aspecto somático de la expresión emocional típica, que a nivel psíquico constituye el carácter. La concepción de Reich de que el funcionamiento corporal y el psicológico son un todo intrínseco le llevó a formular la primera metodología somática o de trabajo corporal con objetivos terapéuticos. En ella, el paciente se hace consciente de sus bloqueos corporales y se sirve sobre todo del movimiento y la expresión como herramientas de trabajo, con el objetivo de movilizar la energía que ayuda a contener las emociones guardadas. La obra de Reich fue determinante para los fundadores de otras teorías con un enfoque psicocorporal.