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 MEDITACIÓN ZEN



Diciembre 01, 2012, 02:18:30 pm
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MEDITACIÓN ZEN
« en: Diciembre 01, 2012, 02:18:30 pm »
Meditación Zen


El Zen es una de las muchas variantes del budismo, y la escuela religiosa oriental más conocida en Occidente. Se ha hecho inmensamente popular en nuestro hemisferio porque es una práctica filosófica y religiosa que fomenta, quizás más intensamente que cualquier otra doctrina, la práctica de la meditación. Por eso mismo es imposible concebir el Zen, que es una forma de ser, de sentir y vivir, sin la meditación, que nos enseña a adquirir este estilo de vida.


¿Qué es exactamente el Zen? Shosan, uno de los más grandes maestros del budismo, escribió una vez que "lo que llamamos Zen no es más que el hecho de que todas las cosas están, originalmente, vacías. Fundamentalmente, no hay yo, ni tú, ni verdad, ni Buda. Zen es separarse completamente de todo, dejarse ser y ser libre".


El objetivo de esta disciplina es descubrir la realidad interior del ser humano, concentrarse en su verdadera esencia, sin buscar el sentido de la existencia en el mundo material, sino en su alma. Lo que el Zen nos enseña es que todas las verdades pueden hallarse en nuestro interior, revisando los recovecos de nuestro espíritu. Este trabajo de introspección se hace a través de la meditación, promoviendo el silencio y la contemplación.


El objetivo es alejarse de todo, tanto de los objetos materiales como de los pensamientos de nuestra mente, pero el Zen no utiliza para esto visualizaciones de ningún tipo. A diferencia de la meditación con ángeles (que implica el uso de la imaginación), la meditación con mantras (que pide que repitamos constantemente algunas palabras) o la meditación con música (que dirige nuestra atención a un estímulo externo), la meditación Zen no utiliza ninguna estrategia para limpiar la mente y ayudarnos a concentrarnos.


Los maestros Zen cuentan una leyenda según la cual un día, un discípulo le preguntó a Bodhidharma, el primer patriarca del Zen, cuál es el mayor obstáculo para la Iluminación. Bodhidharma, que estaba meditando, no contestó y siguió meditando. Pero su respuesta fue muy clara: para lograr la Iluminación hay que meditar, y no dejarse distraer por nada. Hay que practicar, constantemente, y no aferrarse a nada para lograr el silencio interior.


Por esto mismo, la meditación Zen es la más simple y más complicada de las técnicas de meditación de este libro. La más simple, porque no requiere de nada más que de nuestra voluntad de meditar. La más difícil, porque para el hombre occidental es muy difícil alejarse de todo, especialmente porque nosotros debemos vivir en contacto con el mundo material. La meditación no ocupa más que 30 ó 40 minutos de nuestro día, y separarnos de todo cuando luego deberemos volver a conectarnos con ello es todo un reto.


Lo que no significa que la meditación Zen sea imposible para el hombre occidental, sino tan sólo difícil. Con perseverancia todo es posible. Además, la meditación Zen no es la mejor técnica de meditación porque carezca de apoyos materiales; no es una disciplina más pura o significativa que las demás. Cada persona debe encontrar la técnica que más le sirve, y la meditación Zen es sólo una de las muchas opciones con las que contamos.


Pero quizás sí sea buena idea iniciarse en la práctica de la meditación con otra técnica y, una vez que se la ha dominado totalmente, empezar con la meditación Zen. No porque el Zen sea el punto máximo en una escala ascendente, ni porque las otras técnicas sean meramente una preparación para el Zen, sino porque el Zen, al carecer completamente de ayudas, del apoyo de una visualización o de la música, es el tipo de meditación más difícil de dominar para el hombre occidental, tan poco acostumbrado a las prácticas abstractas.


Un dato muy poco conocido es que el Zen no es una práctica japonesa, sino que nació en China y desde allí se expandió hacia Vietnam, Corea y Japón, donde alcanzó más desarrollo que en ningún otro lado. De hecho, el nombre original de esta práctica es Chan, un término en chino mandarín que significa aproximadamente "concentración", y que proviene a su vez del término dhyána, que significa en sánscrito "absorción".


Existen diferentes versiones sobre el nacimiento del Zen. La más aceptada cuenta que se originó en la India, dentro de las prácticas budistas de esta región. Alrededor del año 500 d.C, un monje indio llamado Bodhidharma dejó su país para instalarse en el sur de China, llevando consigo las lecciones de la Escuela del Corazón del Buda (tal era el nombre que el Zen recibió en sus primeros años). Se presentó ante el emperador del lugar, llamado Wu, y en una audiencia con él, le explicó su filosofía.

 
Cuando argumentó que toda buena obra llevada a cabo con una intención egoísta no sirve para alcanzar la Iluminación, el emperador se opuso a que Bodhidharma siguiera predicando en sus dominios, y así el monje viajó al famoso templo Shaolin (uno de los templos más importantes y visitados de China), ubicado en la montaña Song, al norte de los territorios del emperador Wu. Allí se instaló definitivamente para enseñar la filosofía y modo de vida Zen a todos los hombres que se acercaran al lugar con el objetivo de convertirse en sus discípulos.


Bodhidharma se convirtió así en el primer patriarca del Zen en China. Con el paso de los siglos, esta práctica creció y se convirtió en la principal secta del budismo chino. A fines del siglo VI, se expandió hacia Vietnam (donde recibió el nombre Thien), y en el siglo IX, hacia Corea (donde se lo llama Seon).


Ahora bien, ¿por qué el Zen es conocido internacionalmente como japonés? Esta práctica no ingresó a Japón hasta el siglo XII, y de hecho, el Zen japonés ha sido criticado severamente porque se involucró con la causa nacionalista y militar durante la Segunda Guerra Mundial. Pero si se ha vuelto el más popular en el mundo occidental es porque fue un monje Zen japonés quien trajo por primera vez esta práctica a nuestro hemisferio, a fines del siglo XIX. Algunos monjes chinos ya habían viajado a Europa y América con el objetivo de propagar su fe, pero el primero que logró tener un impacto fuerte sobre la cultura occidental fue Soyen Shaku, un monje japonés que en 1893 se presentó en un congreso internacional en la ciudad de Chicago, EE.UU.
Desde entonces, la práctica del Zen que se ha propagado en América y Europa ha sido la japonesa, si bien en la segunda mitad del siglo XX varios monjes Zen vietnamitas y coreanos se instalaron en los Estados Unidos y, desde allí, formaron las primeras escuelas Zen americanas no basadas en la variante japonesa.


En cada uno de estos países el Zen se desarrolló, y aunque las bases son las mismas, existen diferencias entre el Zen vietnamita, el coreano, el japonés y el chino que les dio origen. Pero hay algo que nunca ha cambiado: los dos principios esenciales del Zen. Ellos son:


• Shi, que significa "detener".
• Kan, que significa "visión objetiva".


El Kan es una capacidad que todos los seres humanos tenemos. Tan sólo se encuentra oculta detrás del discurrir de la mente, que nunca se detiene. La mente humana está en actividad todo el tiempo: nunca deja de producir ideas y pensamientos. Pero tratar de conocer las verdades del Universo a través de esta mente es como tratar de fijar la vista en un punto fijo cuando estamos mirando a través de la ventana de un auto en movimiento. Pero el Shi es una virtud que los hombres podemos aprender para lograr el Kan.
La filosofía Zen surgió en la India en los primero siglos de la era cristiana. Es decir, antes de que existiera algo llamado estrés. Ya la mente de los campesinos de, digamos, el año 215, cuya vida no era tan agitada como la del hombre de hoy, estaba nublada. Si pensamos en el nivel de estrés, la cantidad de preocupaciones, la magnitud de las obligaciones, que las personas tenemos en la actualidad, nos damos cuenta que nuestra mente funciona a un nivel todavía más frenético. El Kan está muy lejos de nuestros corazones, y el Shi es cada día más necesario.


La conciencia Zen


Los maestros Zen enseñan que el hombre de hoy vive sintiéndose insatisfecho con la vida porque ya no se vincula con el mundo que lo rodea. Ya no notamos su belleza, ni la maravillosa y casi mágica manera en la que funciona la naturaleza. El objetivo de la meditación Zen, entonces, es devolver al ser humano la capacidad de ser consciente del mundo.
Esto no es una contradicción. El Zen sigue afirmando que es necesario desprenderse de todo, arrojarse al vacío que es nuestro interior y allí, en el silencio, en la nada absoluta, encontrar la Iluminación. Pero también reconoce que las personas no pueden vivir encerradas en sí mismas, observando su Ser interior. Todos debemos vincularnos con los demás y con los objetos. Pero si queremos sentirnos plenos, debemos hacerlo desde un lugar nuevo.
La manera en que aprendemos a ver la belleza del mundo, la manera en que aprendemos a disfrutarla, es a través de la atención, de la mirada consciente. Sus cuatro bases son:


•  Estar atentos a los movimientos del cuerpo.
•  Estar atentos a nuestras emociones.
•  Estar atentos a nuestros pensamientos.
•  Estar atentos a las sensaciones del cuerpo.

 
Zazen es un término en japonés que significa, literalmente "meditar sentado". Y aunque se trata de un concepto aparentemente muy sencillo, es el centro de toda la filosofía Zen.
¿Por qué? Pues, porque resume en dos palabras el objetivo de esta doctrina. La meditación no busca nada. No piensa en nada. No se basa en ningún objeto, en ningún sonido, en ninguna imagen mental. La meditación Zen es, sencillamente, sentarse y meditar. Nada más.


Existen tres formas de Zazen:


Concentración. Se trata básicamente, de meditar en silencio, concentrándonos en nuestra respiración, haciéndola cada vez más profunda y pausada. A veces, quien medita puede intensificar su concentración contando números, pero muchos maestros afirman que incluso las personas menos experimentadas pueden alcanzar el Zazen sin tener que ocupar su mente con números. La concentración es siempre la forma introductoria de meditación; una vez que el discípulo ha aprendido a meditar sin perderse en los recovecos de su mente, pasa a practicar alguna de las otras dos formas de Zazen.


Koan. Existen ciertas frases, diálogos, preguntas o historias que los maestros Zen enseñan a sus discípulos para que mediten sobre ellas. Se llama a éstas Koan. Un ejemplo sería: "Dos manos aplauden y se produce un sonido. ¿Cuál es el sonido de una mano?". Esta frase, atribuida al maestro Zen Hakuin Ekaku (1686-1769), es, como todos los Koan, una paradoja, y lo importante no es encontrarles un sentido, sino meditar sobre ella. Los maestros Zen alertan constantemente a sus alumnos sobre los peligros de "intelectualizar" un Koan, de buscarles un sentido racional. Hay que pensar sobre los Koan, porque son inspiradores, energéticos y misteriosos, pero no buscarles una respuesta.

Shikantaza. La traducción literal de este término es "sólo sentarse", y se trata de la meditación sin objetivo, sin buscar nada, sin concentrarse en nada, pero estando al mismo tiempo completamente alerta de lo que sucede a nuestro alrededor. Por esto, la meditación Zen se realiza con los ojos abiertos, pero sin fijar la vista en ningún punto en particular. Muchas veces, las historias budistas cuentan que un discípulo se acerca a su maestro mientras éste medita para hacerle una pregunta; la pregunta no se considera una interrupción, porque el maestro practica Zazen en todo momento, es decir, es consciente de todo lo que sucede a su alrededor al mismo tiempo que se mantiene en silencio y en contacto con su Ser interior. No se lo puede interrumpir porque la meditación no es algo que hace, sino su forma de ser. La vida diaria se enfrenta con más energía y decisión con Shikantaza. La claridad mental que ganamos es indescriptible, y hace que tengamos al alcance de la mano todas las respuestas.


Por su parte, la práctica de la meditación es el territorio del Koan. Especialmente para quienes se inician en la filosofía Zen. El ejercicio de meditación que se incluye a continuación implica, por lo tanto, que nosotros al menos intentemos practicar Shikantaza durante nuestro día. Pero como esto no es fácil al comienzo, se ha incluido también el siguiente ejercicio preparatorio de concentración, que debemos dominar antes de practicar meditación con Koan.


1)  Asumimos una postura corporal (se recomienda la postura del loto o con almohadón) y el mudra elegido (lo más tradicional es realizar el mudra de la contemplación).
2)  Mantenemos los ojos abiertos y los fijamos en un punto lejano de la pared que está frente a nosotros.
3)  Nos concentramos en nuestra respiración, sin modificarla aún. Limpiamos la mente de todo pensamiento.
4)  Vamos reduciendo el ritmo respiratorio, lentamente, lo más que podemos.
5)  Llevamos nuestra atención a la pared que estamos viendo. Lentamente, ponemos ese punto fijo en el que nos concentramos fuera de foco. No movemos los ojos, sino que dejamos la mirada perdida, llevamos nuestra atención a todos los puntos en nuestro campo visual.
6)  Cada vez que nos encontramos focalizando un punto fijo, cerrarnos los ojos por un instante y al abrirlos nuevamente, desfocalizamos la mirada.


¿Cómo sabemos cuando hemos aprendido la concentración? Cuando podemos sostener la mirada perdida por al menos cinco minutos sin pensar en nada. Las personas occidentales podemos sostenerla por mucho más tiempo mientras pensamos o reflexionamos, pero si logramos hacerlo escapando del discurrir de la mente, habremos estamos listos para empezar a meditar con Koan.


Koan clásicos
En la lista de los siguientes Koan (que son tan sólo algunos pocos de la enorme variedad que existe) podemos encontrar el que nos ayudará a meditar, si la leemos con detenimiento y paciencia, dejando que cada Koan resuene en nuestro interior. Y rescatando aquel que más nos conmueva, o nos resulte más misterioso y atrayente.
Es importante destacar una vez más que un Koan no parece tener sentido. Los más claros son paradojas o preguntas sin respuestas, los más enigmáticos escapan por completo a la mente racional. No hay que juzgarlos con parámetros de razón, sino más bien como a la poesía. De un poema esperamos que sea hermoso, que sea inspirador, que nos resulte atractivo, pero no pretendemos que sus palabras tengan sentido. A los Koan debemos acercarnos con la misma actitud.
Se podría ensayar una explicación de algunos Koan, para que la mente racional se quede tranquila. Podríamos decir que por ejemplo, cuando un discípulo le preguntó al maestro Tung Shan qué es el Buda, y éste respondió "tres libras de lino", lo que quería decir es que el Buda (la instancia superior, la Energía Cósmica que dio origen a todo) está en todos lados y es todo lo que nos rodea. Pero esta explicación le quita la poesía al Koan, y vuelve infructuoso el trabajo de meditación, cargadas con ese significado, el Koan ya no tendrá la misma fuerza cuando intentemos de hacerlo resonar en nuestro silencio interior durante la meditación.
Quien busque más Koan puede recurrir al libro La puerta sin puerta, la fuente más importante y tradicional. Es una colección de 48 Koan publicada por primera vez en el año 1228 por el monje chino Wumen.
Sin pensar en el bien o el mal, muéstrame su rostro original antes de que tu madre y tu padre nacieran.
¿Cuál es el significado del viaje de Bodhidharma desde la India a China? El ciprés en el campo.


Un monje le pidió a Zhaozhou que fuera su maestro. Zhaozhou le preguntó si ya había terminado su comida. El monje le contestó que sí. Zhaozhou le dijo que entonces fuera a limpiar su plato. Y en ese momento, el monje alcanzó la Iluminación.


Dos monjes estaban viendo una bandera moverse con el viento.
Uno le dijo al otro: "la bandera se mueve". El otro le contestó: "el viento se mueve". El maestro Huí Neng los escuchó y les dijo: "ni la bandera, ni el viento; la mente se mueve".


El maestro Unmon le dijo a sus discípulos: "el mundo es vasto y ancho. ¿Por qué se ponen sus túnicas al oír las campanadas del templo?".


Un monje le preguntó al maestro Kegon: "¿cómo hace una persona iluminada para regresar al mundo?". Kegon le contestó: "un espejo roto nunca vuelve a reflejar imágenes; las flores caídas nunca regresan a sus viejas ramas".


El monje Dogo visitó a Ungan, otro monje, que estaba muy enfermo. Dogo le preguntó: "¿dónde puedo verte otra vez si mueres y no dejas más que tu cuerpo?". Ungan le contestó. Dogo criticó su respuesta diciendo: "lo que deberías haber dicho es que no hay ningún lugar donde nada nazca o nada muera, y que no necesitamos vernos el uno al otro para nada".


Un día, el maestro Jizo recibió en su templo a un discípulo del maestro Hofuku. Jizo le preguntó: "¿qué te enseña tu maestro?". "Mi maestro me enseña a cerrar mis ojos y no ver ninguna cosa malvada; a cubrir mis orejas y no escuchar ningún sonido malvado; a detener mi mente y no formar ninguna idea equivocada", contestó el discípulo. "No te pido que cierres tus ojos", contestó Jizo, "pero no ves ninguna cosa malvada. No te pido que te cubras las orejas, pero no oyes ningún sonido malvado. No te pido que detengas tu mente, pero no formas ninguna idea en absoluto".
Ejercicio de meditación

1)  Asumimos la postura corporal y el mudra elegidos (se recomienda la postura del loto y el mudra de la contemplación, que son los propios de la práctica Zen).
2)  Nos concentramos en nuestra respiración, sin modificarla aún.
3)  Dejamos que nuestra mirada se pierda, sin focalizar en ningún lado pero estando atento a todo nuestro campo visual al mismo tiempo.
4)  Vamos disminuyendo nuestro ritmo respiratorio, tanto como podemos.
5)  Cerramos los ojos. Pensamos en nuestro Koan, lo enunciamos con nuestra voz interior una sola vez y dejamos que las palabras resuenen en nuestro interior.
6)  Observamos el silencio y la oscuridad de nuestro interior. No pensamos en nada, no buscamos respuesta a nuestro Koan.
7)  Abrimos los ojos, volvemos a formular el Koan, una sola vez, con nuestra voz interior Dejamos que las palabras resuenen.
8 )  Observamos el silencio.


Nota aclaratoria:
Este ejercicio nos indica qué pasos debemos seguir para meditar con un Koan. No es la forma tradicional de meditación Zen, porque ésta incluye la presencia de un maestro que nos guíe. Si nos interesa el Zen y tenemos la oportunidad de reunimos con un maestro (que no sólo viven en templos en China, Japón o la India; existen templos budistas por todo el mundo, y basta con meterse en Internet para encontrar uno cerca de nuestra ciudad), es muy bueno tomarnos algunos días de vacaciones, viajar hasta su templo y meditar allí, bajo su guía, aunque más no sea por unas pocas jornadas.
Lo más maravilloso del contacto con un maestro Zen es que durante las sesiones de meditación en el templo, los discípulos pueden acercarse a él y hacerle una pregunta. El maestro responderá sin dudas con una paradoja, una frase poética o enigmática, formando un nuevo Koan, propio de la persona que realizó la pregunta y que por ser "personalizado" es increíblemente potente e inspirador.

 http://www.oraciones.com.es/tecnicas-de-meditacion/meditacion-zen-4.html

 

 

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